Teatro
El ilimitado ingenio y la corrosiva gracia de mi amigo Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez bautiz¨® cari?osamente a la intensa y desgarrada Massiel como "la tanqueta de Leganitos". No es el tipo de famosa que espero encontrarme en el vertedero estrat¨¦gicamente hist¨¦rico de ?D¨®nde est¨¢s coraz¨®n?, pero imagino que su econom¨ªa posee razones a¨²n m¨¢s poderosas que lo que dicta la sensatez para embarcarse en ese circo. Haciendo honor a las demoledoras facultades que se le presuponen a tan castizo carro de combate, Massiel intenta descojonarse de sus anfetam¨ªnicos inquisidores y de las esencias teatreras de ese cochambroso programa, pero en vano, las programadas fieras son inmunes a su sorna. Como dir¨ªa mi anciana madre, no se puede estar en misa y repicando. ?Qu¨¦ hace una chica como t¨² en un sitio como ¨¦ste?, cantaban los Burning. Elemental, querido Watson. A ganarse el caviar, aunque sea vomitando.
Los vendibles esquemas, f¨®rmulas, cebos, morbo y atm¨®sfera con los que est¨¢n montados los gallineros hep¨¢ticos han descubierto que son igualmente aplicables a programas supuestamente centrados en la vida pol¨ªtica, en el estado de las cosas. Deduzco que el p¨²blico adicto a La noria, conducido por el profesional de la grima Jordi Gonz¨¢lez, es el mismo que el de ?D¨®nde est¨¢s coraz¨®n? y dem¨¢s impresentable familia, que recibe id¨¦nticas emociones.
A pesar de esa certeza, me asalta algo situado entre el flipe y la verg¨¹enza ajena cuando veo que el profesoral, recio y solemne Julio Anguita ha elegido semejante escenario para publicitar su retorno a la cosa p¨²blica, a salvar del progresivo naufragio a Izquierda Unida, mi ¨²nica tentaci¨®n cuando me he planteado en vano el dilema de votar. Y le preguntan por la horrenda muerte de su hijo, por el tumulto de su ¨²ltima boda, por el estado de su coraz¨®n etc¨¦tera. Avis¨¢ndonos, c¨®mo no, que despu¨¦s de la publicidad vendr¨¢ lo m¨¢s sabroso. Y me digo que no es posible. Pero lo es.
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