La generaci¨®n del pulgar
El primer dedo prensil es la estrella de la sociedad tecnol¨®gica. Con sus movimientos sobre el teclado de los m¨®viles, el democr¨¢tico pulgar lo comunica todo. Ya decide qui¨¦n va a Eurovisi¨®n, y pronto, qui¨¦n gobierna.
En la historia iconogr¨¢fica encontramos im¨¢genes simb¨®licas de los dedos de la mano que se han sucedido hasta quedar sem¨¢nticamente fijadas. El ¨ªndice, por ejemplo, se ha representado casi siempre como un dedo que "habla" (indica) de nosotros y a los otros; de ah¨ª que sea el m¨¢s apropiado tanto para desatar la controversia, pues se usa al acusar, reprender, negar o imponer silencio, como para entablar el di¨¢logo pac¨ªfico: es el dedo que levantan los alumnos entusiastas para responder a una pregunta y el dedo con que sugerimos que alguien se acerque. Es un dedo indudablemente culto (representa el gesto de pensar, el de hojear libros) y comunicativo (con ¨¦l escribimos palabras en el aire o dibujamos).
El m¨®vil significa estar conectado en todo momento, abierto y localizable para todos
La moderna econom¨ªa sin vocales de los SMS ya la utilizaron los alfabetos fenicios hace 3.000 a?os
Sin embargo, cuando hace dos millones de a?os la especie Homo descubri¨® las posibilidades tecnol¨®gicas de la capacidad prensil del pulgar, no pod¨ªa sospecharse que mucho tiempo despu¨¦s este dedo "pinza" ser¨ªa la estrella de la nueva sociedad de la Red.
Sin duda, en este caso ha sido la funci¨®n la que ha potenciado el ¨®rgano: a partir de aquel primer pulgar prensil, o aquel arbitrario que decid¨ªa la vida o la muerte de los gladiadores, hemos descubierto un democr¨¢tico pulgar tecnol¨®gico que comunica, saluda, llama la atenci¨®n, corteja, seduce, amenaza o decide, pues un movimiento de miles de pulgares sobre el teclado de un tel¨¦fono m¨®vil define la suerte de un programa de televisi¨®n y, no ha de tardar mucho, los candidatos que nos gobiernen. Entramos en la era de la "generaci¨®n del pulgar", como gustan de llamarse los j¨®venes tecnol¨®gicos menores de 25 a?os expertos en tecnolog¨ªas que caben en la palma de la mano.
De entre todos los artilugios tecnol¨®gicos modernos sujetos al imperio del pulgar es quiz¨¢ el tel¨¦fono m¨®vil el que ha modificado m¨¢s radicalmente los modelos de relaci¨®n social y de comunicaci¨®n. Vivimos en la llamada sociedad de la informaci¨®n y, sin embargo, esa misma informaci¨®n se ha convertido en un objeto de valor que hay que consumir compulsivamente porque tiene fecha de caducidad. Estar informado significa ahora estar conectado en todo momento, abierto y localizable para todos. No de otra forma han de interpretarse los "toques" con que los adolescentes manifiestan su presencia constante, pero muda. En otras palabras, la funci¨®n narrativa de sus or¨ªgenes (que parece haber quedado relegada al tel¨¦fono "fijo") ha adquirido la fuerza de un imperativo: "hay que estar ah¨ª".
Por otra parte, el tel¨¦fono m¨®vil se ha convertido en una prolongaci¨®n imprescindible de nuestra imagen social al tiempo que funciona como signo distintivo frente a los dem¨¢s ("personalizamos" la pantalla, las melod¨ªas y hasta la voz del buz¨®n). Curiosamente, aquellos primeros tel¨¦fonos celulares que se ve¨ªan como un signo de ostentaci¨®n se han convertido en el principal, si no el ¨²nico, medio de expresi¨®n de la juventud. As¨ª pues, el 99% de los j¨®venes tiene m¨®vil aunque, ciertamente, cabr¨ªa mejor decir que dispone de una "navaja suiza tecnol¨®gica", pues sus funciones comunicativas son casi irrelevantes frente a su uso como reproductor de m¨²sica, m¨¢quina de fotos o portal de videojuegos. El hecho de que en t¨¦rminos de mercado los j¨®venes sean considerados heavy users (usuarios compulsivos) ha disparado la alarma social hasta el punto de que se tratan ya patolog¨ªas del adicto tecnol¨®gico, figura que coincide con el adolescente "enganchado" a la Red y al m¨®vil.
Conviene recordar, sin embargo, que en un principio, en la d¨¦cada de los noventa, los mensajes SMS (Short Messages Service) no formaban parte de la planificaci¨®n tecnol¨®gica de los m¨®viles, pues hab¨ªan sido dise?ados para cumplir una funci¨®n similar a la del tel¨¦fono, pero con las ventajas de Internet. El inesperado ¨¦xito que tuvo la opci¨®n "mensajes" sorprendi¨® a todas las operadoras, que se vieron obligadas a modificar sus servicios sin sospechar la revoluci¨®n ling¨¹¨ªstica que se iba a desatar en los l¨ªmites de las pantallas.
Desde luego, hoy m¨¢s que nunca el medio es el mensaje. Es cierto que el teclado condiciona la cantidad de informaci¨®n que puede escribirse y el tama?o de la pantalla la cantidad de informaci¨®n que puede leerse. Esta limitaci¨®n t¨¦cnica explicar¨ªa que los usuarios condensen sus mensajes porque disponen de poco espacio y, adem¨¢s, el exceso informativo cuesta dinero, como en los antiguos telegramas. Pero las limitaciones tipogr¨¢ficas s¨®lo explican una m¨ªnima parte de la configuraci¨®n de los SMS, pues no suelen utilizarse m¨¢s de 70 caracteres de los 160 permitidos.
La raz¨®n es mucho m¨¢s profunda y deriva del nuevo concepto de "comunicaci¨®n" basado en la inmediatez y en la constante disponibilidad que ha impuesto la era de la imagen: desde luego, es menos costoso "ver" el mundo como sucesi¨®n de im¨¢genes que "interpretarlo" verbalmente. En consecuencia, los mensajes son fugaces porque la informaci¨®n caduca y debe ser tan condensada como r¨¢pida y eficaz.
Por eso, y a pesar de su condici¨®n escrita, los SMS nunca ser¨¢n dep¨®sitos de la memoria, pues su funci¨®n se limita a responder a la urgencia impuesta, a la intrascendencia de un lenguaje inmediato "aqu¨ª y ahora" entre iguales que juegan a subvertir c¨®digos sin la conciencia de que sus divertimentos, alharacas revolucionarias, son parte de la esencia misma del lenguaje. Desde luego, es m¨¢s r¨¢pido escribir sin vocales cuando se tiene la certeza de que podr¨¢n ser adivinadas y recuperadas por el sonido de la consonante, s¨®lo que esta moderna econom¨ªa ya la practicaron los primeros alfabetos fenicios hace 3.000 a?os; de la misma forma, la reutilizaci¨®n de algunos n¨²meros o signos matem¨¢ticos que pueden ser le¨ªdos por su valor o por su sonido (sl2 >saludos; d+ >dem¨¢s) ya se encuentra en el principio jerogl¨ªfico de los primeros silabarios del siglo XV a.C. Y las abreviaturas (tk >te quiero) y amalgamas l¨¦xicas (APS >amigas para siempre) son tan antiguas como la escritura misma.
Ahora bien, estas tendencias fon¨¦tico-ortogr¨¢ficas no han de convertirse en norma en ning¨²n caso, pese a la proliferaci¨®n de diccionarios SMS en la Red, porque este proceso unificador significar¨ªa que el lenguaje SMS ha alcanzado la categor¨ªa de c¨®digo convencional. Pero tampoco ha de permitirse que salga fuera del medio para el que fue pensado porque en ning¨²n caso la eficacia compensar¨ªa la p¨¦rdida de contenido o resolver¨ªa las ambig¨¹edades. Por otra parte, est¨¢ por ver hasta qu¨¦ punto afectar¨¢ a nuestra capacidad para procesar el mundo si el lenguaje se reduce tan dr¨¢sticamente.
A¨²n as¨ª, es innegable que est¨¢ surgiendo un cuarto medio de comunicaci¨®n a medio camino entre lo oral, lo escrito y lo gestual. Y, aunque es muy improbable que este cuarto medio suplante a los ya existentes, parece fuera de discusi¨®n que se producir¨¢n cada vez con mayor frecuencia situaciones mixtas que modificar¨¢n, a su vez, los l¨ªmites -ya de por s¨ª inestables- entre los medios. Esta situaci¨®n no deber¨ªa desencadenar la cr¨ªtica exacerbada, pues ya contamos con ejemplos similares de hibridaci¨®n de c¨®digos.
Es mucho m¨¢s preocupante la actitud de quienes defienden que -aunque sea en la pantalla y burdamente- cada vez leemos y escribimos m¨¢s. El hecho de que la inmediatez que gobierna la composici¨®n de estos mensajes se refleje en una escritura minimizada de contenido superficial es una cuesti¨®n que no debe justificar en absoluto su uso fuera de este medio ni por razones de expresividad. El pulgar es poco apto para novelas, diarios o canciones. En estos casos, m¨¢s nos valgan 10 dedos y, acaso, no nos sobren letras sino que nos falten palabras.
Carmen Gal¨¢n Rodr¨ªguez es profesora titular de Ling¨¹¨ªstica de la Universidad de Extremadura.
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