El ascensor de Emilia
Emilia Gonz¨¢lez es una vecina de la barriada Palma-Palmilla de M¨¢laga que lleva diez a?os postrada en una cama. Vive en calle Cabriel 27, el famoso edificio donde la luz se fue hace m¨¢s de 400 d¨ªas y a¨²n no ha vuelto, despu¨¦s de que un incendio calcinara los contadores por una sobrecarga de enganches ilegales. Ni se ha hecho todav¨ªa la luz ni tampoco las obras de rehabilitaci¨®n prometidas en el edificio, que se va cayendo a trozos por d¨ªas. All¨ª se ha ca¨ªdo todo, menos la cara de verg¨¹enza a las responsables p¨²blicos que deb¨ªan haber actuado.
La protagonista de esta historia tiene 73 a?os. Lleva una d¨¦cada sin salir de su casa. Un accidente de coche la dej¨® impedida y desde entonces permanece encamada. Ahora no se puede levantar, pero cuando pod¨ªa tampoco sal¨ªa a la calle. Ella vive en la planta octava de este edificio, que no tiene ascensor. Lo tuvo, pero se estrope¨® hace 20 a?os y alguien vendi¨® las piezas en una chatarrer¨ªa. La Opini¨®n de M¨¢laga cont¨® el otro d¨ªa que el marido de Emilia, Jos¨¦, se ha muerto y con ¨¦l se ha ido su principal compa?¨ªa y una de las pocas personas que la manten¨ªa comunicada con el exterior de sus cuatro paredes. Atrapada en su casa, ni tan siquiera pudo acudir al entierro de su marido. Y all¨ª sigue, a oscuras y con el ¨²nico apoyo de su hija y un nieto autista menor de edad.
En junio de 2000, Emilia tuvo una visita inesperada. A su piso subi¨® pelda?o a pelda?o el alcalde de M¨¢laga con una extensa comitiva que inclu¨ªa responsables de casi todas las ¨¢reas municipales. No fue la ¨²nica afortunada. El recorrido incluy¨® la visita a otras personas mayores, que malviv¨ªan en condiciones muy parecidas a Emilia y que tambi¨¦n acogieron con alborozo el compromiso que adquirieron con ellos: la rehabilitaci¨®n de sus casas y la colocaci¨®n de un nuevo ascensor. Ocho a?os despu¨¦s de aquello, cuatro de los ancianos visitados han subido al cielo antes que el ascensor subiera a su planta.
Para que a Emilia no le ocurra lo mismo, el Ayuntamiento se comprometi¨® a ofrecerle hace meses una soluci¨®n transitoria. Mientras concluyen las obras de rehabilitaci¨®n de su inmueble, ella -y su escasa familia- podr¨ªan vivir en la planta baja de otro edificio de protecci¨®n oficial. La oferta, sin embargo, se ha retrasado. El piso ofrecido fue tomado por unos okupas, seg¨²n la justificaci¨®n dada por la concejala del barrio. Como todo se ha complicado, al parecer la Junta le ha buscado una plaza en una residencia, pero su familia teme que se quede all¨ª para siempre y no le agrada la propuesta.
Es la tercera vez que escribo de este edificio de calle Cabriel, un inmueble propiedad de la Junta pero cuya rehabilitaci¨®n es competencia del Ayuntamiento. Del medio centenar de viviendas, apenas seis fueron adquiridas por sus propietarios cuando la Administraci¨®n regional las adjudic¨® con opci¨®n a compra. La mayor¨ªa est¨¢n realquiladas de forma irregular y no hay manera de que sus vecinos se constituyan en comunidad, la exigencia que les plante¨® el consistorio para rehabilitar el edificio. Despu¨¦s de meses de encontronazos entre ambas administraciones, el consistorio anunci¨® que acometer¨¢ las obras, pero ¨¦stas siguen sin empezar. Parece, sin embargo, que pronto se har¨¢ la luz en el edificio, si pronto se puede decir tras 16 meses a oscura.
Los vecinos de Emilia dicen que esta anciana empieza a tener los primeros s¨ªntomas del alzheimer. Como las cosas de las VPO van todav¨ªa m¨¢s despacio que las de palacio, es probable que para cuando se arregle el edificio ni Emilia se acuerde donde viv¨ªa ni para que sirve un ascensor. Por eso, igual terminan las obras y ella todav¨ªa vive, pero no podr¨¢ agradecerles a las administraciones p¨²blicas el esfuerzo y la prontitud en rehabilitar su piso y su primer paseo en ascensor despu¨¦s de veinte a?os atrapada en su cama.
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