La irritaci¨®n de los constructores con Solbes
Acostumbrados a m¨¢s de 10 a?os de bonanza, de vender todo lo que se pod¨ªa producir aun antes de comenzar la obra, de precios estratosf¨¦ricos, de plusval¨ªas muy por encima del beneficio normal en cualquier otra industria, de ostentaci¨®n p¨²blica de riqueza, ahora algunos promotores y constructores de vivienda se encuentran con la cruda realidad de tener que hacer frente a los excesos de endeudamiento, buscar salida a un elevado n¨²mero de viviendas construidas que no encuentran comprador y replantear el futuro del negocio para condiciones de normalidad del mercado.
Fervientes partidarios del mercado libre en los a?os de vacas gordas, la crisis les ha vuelto de repente intervencionistas, reclamando, casi con apocal¨ªptico dramatismo, la ayuda del Estado. Naturalmente, esa petici¨®n no la justifican los constructores en raz¨®n de su propio inter¨¦s, sino atendiendo a los "m¨¢s de un mill¨®n de empleos" que se perder¨¢n si el Estado no interviene.
La crisis permitir¨¢ una reconversi¨®n, igual que antes lo hicieron otras industrias y el sector automovil¨ªstico
Esas llamadas de socorro han hecho mella en la nueva ministra de la Vivienda, pero no as¨ª en el ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Pedro Solbes, que es, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el que tiene la llave de la caja de los recursos p¨²blicos. El ministro, como un buen m¨¦dico, es partidario de la purga como medicina para los excesos, y no cree que se deba impedir artificialmente el necesario ajuste en la construcci¨®n.
Esta posici¨®n, expresada en la Comisi¨®n de Econom¨ªa del Congreso la semana pasada, ha irritado a la patronal espa?ola de la construcci¨®n, cuyo presidente ha acusado a Solbes de decir "frivolidades", y le ha conminado a dejarse de "discursitos" y dedicarse a hacer un mejor diagn¨®stico. Por lo que se ve, el lenguaje de algunos constructores es peculiar, asilvestrado, callejero, de andamio, si me lo permiten los trabajadores del sector. Nunca antes lo hab¨ªa escuchado de representantes de otros sectores industriales -como el caso del textil, el naval y el sider¨²rgico- que antes lo pasaron igual o peor que ahora los constructores.
Si de algo no se le puede acusar a Solbes es precisamente de fr¨ªvolo. En este sentido, el ministro no se distingue precisamente por ser la alegr¨ªa de la huerta, como queda reflejado en su doble del programa Polonia, de TV-3. Por el contrario, su estilo es el del rigor sin florituras, aunque, eso s¨ª, no sin una cierta sorna a la gallega, como la que utiliz¨® la semana pasada al responder a la acusaci¨®n de "despreciar" al sector de la construcci¨®n que le hizo Crist¨®bal Montoro, nuevo portavoz econ¨®mico del Partido Popular y anterior ministro de Hacienda en los gobiernos de Aznar: "?La soluci¨®n que propone es que sigamos construyendo 750.000 viviendas al a?o aunque no las vendamos?", le contest¨® el ministro.
El diagn¨®stico de Solbes es acertado: "el sector ha acumulado excesos en a?os anteriores que deben ser corregidos para que la construcci¨®n residencial vuelva a crecer con normalidad, en el entorno del 3%". Eso no significa desconocer que "el ajuste de la construcci¨®n, y su efecto arrastre sobre el resto de sectores, va a tener inevitablemente un impacto en el PIB, aunque ser¨¢ transitorio". Pero es inevitable y sano. No es el momento de inyectar ayudas que act¨²en como est¨ªmulo fiscal.
La palabra clave en el diagn¨®stico de Solbes es, a mi juicio, "normalidad". Y la normalidad para el sector de la construcci¨®n residencial no es lo que ocurri¨® durante la d¨¦cada que acaba de terminar. Fue un periodo de anormalidad, con la iniciaci¨®n de una media de 650.000 viviendas al a?o (m¨¢s que las que se iniciaron en Alemania, Francia e Italia), cuando la formaci¨®n de nuevos hogares estuvo alrededor de la mitad; y en el que los precios se incrementaron a una media anual alrededor del 12%. El simple sentido com¨²n dice que ese comportamiento no pod¨ªa ser sostenible, ni era sano.
Normalidad significa que m¨¢s all¨¢ de la crisis actual, la industria de la construcci¨®n tiene un futuro razonable y hasta brillante en nuestro pa¨ªs. La inmigraci¨®n, el retraso en la emancipaci¨®n de los j¨®venes y el crecimiento espectacular de nuevas formas de hogares significan una demanda importante y sostenida en los pr¨®ximos a?os.
Pero eso no significa que todas las empresas del sector tengan que ser salvadas de la crisis. La purga que necesita el sector tiene en la crisis su mecanismo darwiniano: supervivir¨¢n los mejores. Y eso ser¨¢ bueno para la industria. Lo saben perfectamente los promotores y constructores que despu¨¦s de padecer y sobrevivir a la crisis anterior, de la primera parte de la d¨¦cada de 1990, no se dejaron llevar por los excesos de ¨¦sta.
En una econom¨ªa de mercado cada palo ha de aguantar su vela. No vale ser liberales cuando la cosa va bien, y llamar al pap¨¢ Estado cuando arrecia el temporal. S¨®lo los banqueros se salvan, en parte, de esta regla general, por la singular importancia que la confianza en el sistema financiero tiene para la estabilidad del conjunto de la econom¨ªa. Pero no as¨ª los constructores, que, como los empresarios de cualquier otro sector industrial, han de aguantar el ciclo econ¨®mico y pagar sus propios excesos.
No hay mal que por bien no venga. Esta crisis debe permitir al sector de la construcci¨®n residencial llevar a cabo una reconversi¨®n profunda, de la misma forma que antes lo hicieron otras industrias y el sector automovil¨ªstico. Es el esfuerzo profundo de mejora de la innovaci¨®n, la productividad y la calidad del producto, y no la irritaci¨®n con Solbes, la que sacar¨¢ de la crisis a la construcci¨®n y le dar¨¢ una imagen p¨²blica de industria innovadora que hoy no tiene. Por lo que veo en una publicaci¨®n reciente de la C¨¢mara Oficial de Contratistas de Obras de Catalu?a, de eso son tambi¨¦n conscientes los constructores m¨¢s renovadores.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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