Los puentes del Potomac
El Gobierno espa?ol debe aprovechar la llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca para proponer iniciativas pol¨ªticas en ¨¢reas estrat¨¦gicas. Energ¨ªa, defensa europea y Am¨¦rica Latina, por ejemplo
Esta primavera, en Washington, DC, se dir¨ªa que el efecto Obama ha tenido influencia hasta en el florecimiento de los cerezos en las orillas del r¨ªo Potomac. Tal es la intensa vida pol¨ªtica a la que ha despertado un pa¨ªs que viv¨ªa aletargado por el miedo desde el 11-S. Aunque esto es s¨®lo una parte del paisaje. Cuando George W. Bush deje el cargo en enero de 2009, el pr¨®ximo presidente tendr¨¢ que lidiar con el legado del incremento de la desigualdad, abordar una seria reestructuraci¨®n econ¨®mica y financiera -y del complejo militar-, y revertir la p¨¦sima imagen internacional de Estados Unidos. Con este horizonte, surgen dudas sobre un cambio de rumbo positivo.
Para el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, mucho de lo que est¨¢ pasando en la pol¨ªtica norteamericana le sit¨²a del lado bueno de la historia y le facilita la tarea de pasar p¨¢gina, a partir de enero de 2009, a un mal cap¨ªtulo de la turbulenta historia de las relaciones hispano-norteamericanas, especialmente si la victoria cae del lado dem¨®crata. De hecho, ya ha comenzado a tantear el entorno de los candidatos, como lo prueba la ¨²ltima visita a Washington del ex secretario de Estado de Exteriores y hoy secretario general de La Moncloa, Bernardino Le¨®n.
Empresas espa?olas lideran en EE UU la inversi¨®n extranjera en los sectores e¨®lico y solar
Ser¨ªa pertinente superar el convenio de defensa bilateral y 'otanizar' las bases estadounidenses
Pero ser¨ªa bueno replantear en profundidad la cooperaci¨®n mutua, y con un discurso que vaya m¨¢s all¨¢ de la filosof¨ªa de la sospecha al uso. La era del segundo Bush ha acentuado a¨²n m¨¢s nuestra ignorancia o indiferencia sobre lo que est¨¢ pasando realmente en la primera potencia mundial. Una encuesta reciente del German Marshall Fund arroja un escu¨¢lido 36% de conformidad europea con la idea de un liderazgo estadounidense, y probablemente la mayor¨ªa del espectro de centro-izquierda que ha revalidado el proyecto ZP se sit¨²a en torno a esa cifra. Distanciamiento que contrasta fuertemente con el buen feeling entre dos sociedades espa?ola y estadounidense en el plano empresarial -EE UU es nuestro primer inversor extranjero y el sexto cliente comercial o cultural-, el nuevo redescubrimiento mutuo entre estudiantes y j¨®venes ¨¦lites profesionales, y la potencialidad de los 40 millones de hispanohablantes al norte del r¨ªo Bravo.
A corto plazo, problemas tales como la crisis inmobiliaria, el desempleo o la gesti¨®n de la inmigraci¨®n van a crear un curioso juego de espejos entre los dos pa¨ªses, y no est¨¢ claro que en nuestro pa¨ªs el impacto involutivo vaya a ser menor. As¨ª que puede haber llegado el momento de un discurso abierto y cosmopolita, que facilite a EE UU el liderazgo de un New Deal global acorde con su tradici¨®n interna de libertades y equilibrio de poderes. Pero a la parte espa?ola nos falta lo que m¨¢s gusta a los norteamericanos: iniciativas.
El nuevo Gobierno espa?ol ya ha manifestado cu¨¢les ser¨¢n sus prioridades para esta legislatura, y a partir de ah¨ª cabe explorar algunos puentes en el Potomac. El m¨¢s inmediato es el de la colaboraci¨®n en medioambiente y en energ¨ªas renovables. Tanto o m¨¢s que los ataques a las Torres Gemelas, lo que ha mostrado a los norteamericanos su vulnerabilidad han sido los signos cotidianos del cambio clim¨¢tico, los desastres naturales como el hurac¨¢n Katrina de Nueva Orleans o la dependencia de un petr¨®leo por las nubes.
Iron¨ªas de la historia, EE UU vuelve al mismo punto donde se qued¨® el candidato Al Gore en 2001. La preocupaci¨®n por la sostenibilidad del planeta puede ser la manera en que Norteam¨¦rica vuelva a asomarse al mundo, y para Espa?a y Europa, el hilo conductor para reintegrar a EE UU al multilateralismo. Mediante la apuesta por una divisi¨®n del trabajo del mapa energ¨¦tico europeo, Espa?a puede salirle al encuentro con una actitud directa de coliderazgo en la lucha contra el cambio clim¨¢tico, por un pacto posKyoto y por alianzas estrat¨¦gicas en energ¨ªas renovables. De hecho, empresas espa?olas de tecnolog¨ªa punta lideran all¨ª la inversi¨®n extranjera en los sectores e¨®lico y solar. Juntos podemos aprender mucho: EE UU posee una industria floreciente de empresas verdes, con Estados pioneros como California, donde una cuarta parte de la poblaci¨®n es hispanohablante.
Un segundo ¨¢mbito de encuentro es el de la seguridad. Con independencia de qui¨¦n ocupe el Despacho Oval, EE UU aumentar¨¢ a¨²n m¨¢s el gasto en Defensa para reforzar un ej¨¦rcito diezmado a causa del empantanamiento en Irak y Afganist¨¢n. Esa tendencia se puede reorientar sin embargo desde Europa para neutralizar su aplicaci¨®n belicista. Espa?a debe estar en primera fila, comprometiendo m¨¢s gasto europeo en la gesti¨®n de misiones y votando para desbloquear las disputas t¨¦cnicas entre EE UU y Europa en servicios e industria, con el fin de formar alianzas estrat¨¦gicas entre empresas ligadas a la defensa para las aplicaciones civiles.
Sobre todo, hay que poner fin a una cierta indefinici¨®n estrat¨¦gica que arrastramos desde hace tiempo. El giro de Francia hacia un mayor protagonismo en la OTAN a cambio de poder avanzar en una defensa europea aut¨®noma puede ser aprovechado por Espa?a para integrarse en ¨¦sta y de paso plantear a EE UU la pertinencia de superar el Convenio de Defensa bilateral vigente de 1988, herencia ¨²ltima del pacto entre Eisenhower y Franco en la Guerra Fr¨ªa. El Convenio ha de renovarse en febrero de 2011, y ser¨ªa bueno aprovechar ese momento para otanizar las bases estadounidenses. A cambio, podemos poner sobre la mesa, sin complejos, algo de mucha utilidad para EE UU: nuestro compromiso con una diplomacia europea de paz y negociaci¨®n, y la cooperaci¨®n en materia de inteligencia.
El tercer puente es latinoamericano. Ah¨ª, el gran reto para Espa?a es influir con su visi¨®n europea del desarrollo de la regi¨®n, ofreciendo una alternativa clara a la tentaci¨®n proteccionista que trata de frenar el desempleo en Estados influyentes como Pensilvania y Ohio. Desde el lado dem¨®crata, se amaga con la retirada de los Tratados de Libre Comercio bilaterales con pa¨ªses andinos y centroamericanos, o incluso del ¨¢rea de Libre Comercio con M¨¦xico y Canad¨¢, a lo que podr¨ªa a?adirse una ca¨ªda en las remesas y la inversi¨®n exterior a causa de la crisis. Lo ¨²nico positivo de todo esto es la toma de conciencia en EE UU de la necesidad de regular la globalizaci¨®n, de la insuficiencia del libre mercado para garantizar el desarrollo y de la importancia de las pol¨ªticas p¨²blicas para la cohesi¨®n social. La crisis que sacude a EE UU podr¨ªa tener un efecto virtuoso en su relaci¨®n con Latinoam¨¦rica, si la sociedad norteamericana interioriza la necesidad de reforzar el pilar redistributivo, una vez que ponga en marcha la reforma de su sistema de Seguridad Social para sacar de la intemperie a 40 millones de ciudadanos.
En la Cumbre Transatl¨¢ntica que se celebrar¨¢ durante la presidencia espa?ola del Consejo Europeo, en el primer semestre de 2010, Espa?a podr¨ªa vender la idea de la cohesi¨®n social para Am¨¦rica Latina a la nueva Administraci¨®n norteamericana, e implicar a EE UU en pol¨ªticas conjuntas, bilaterales y con la UE hacia la regi¨®n. Podr¨ªa crearse una sinergia con los programas de las Cumbres Iberoamericana y Euro-Latinoamericana de ese a?o, y entre las diversas secretar¨ªas de Estado del Ministerio de Exteriores y Cooperaci¨®n espa?ol.
Otro ¨¢mbito a no olvidar es el de la promoci¨®n democr¨¢tica y de los derechos humanos, de larga tradici¨®n en los gobiernos y la sociedad civil norteamericana, pero de escasa consistencia en el caso espa?ol, muy probablemente debido a nuestro corto periplo democr¨¢tico. Existe mucho terreno para desarrollar programas en ¨¢reas geogr¨¢ficas y pa¨ªses clave para ambos. Antes, habr¨ªa que sentarse para acordar una definici¨®n com¨²n de las democracias, los l¨ªmites de la presi¨®n a los reg¨ªmenes autoritarios, o de la construcci¨®n democr¨¢tica desde la base social, con el foco puesto especialmente en Latinoam¨¦rica.
En cuanto al Magreb y Oriente Medio, Espa?a puede proponer acciones puntuales conjuntas para la integraci¨®n de los movimientos islamistas en el juego pol¨ªtico.
Hay que empezar ya. Los puentes del r¨ªo Potomac son tal vez m¨¢s dem¨®cratas que republicanos, pero, en cualquier caso, hay que cruzarlos a tiempo. De lo contrario, algo o alguien puede ocuparlos, o pueden caerse.
Vicente Palacio de Oteyza es subdirector del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior Espa?ola (Opex) de la Fundaci¨®n Alternativas.
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