El arc¨¢ngel y el conde
"Je voudrais jamais descendre". Entre esa hermosa frase, el m¨¢s bello leit motiv para un piloto, y la ¨²ltima, m¨¢s prosaica pero tan tr¨¢gica, "coupons moteur arri¨¨re droit!" -"?motor trasero derecho cortado!"-, se extiende la legendaria vida de Mermoz. A Jean Mermoz (Auberton, 1901-Atl¨¢ntico del Sur, 1936) le llamaban L'Archange, el arc¨¢ngel, y su existencia fue una suma de aventuras, proezas y vuelos extraordinarios que realiz¨®, qu¨¦ cosas, mientras escrib¨ªa a su madre cartas de una infinita ternura. Desapareci¨® con su hidroavi¨®n Croix-du-Sud en el mar el 7 de diciembre de 1936 tras lanzar ese postrer mensaje de radio. Su destino se junta as¨ª con el de otros aviadores desvanecidos, como Saint-Exup¨¦ry, del que fue gran amigo y camarada en la gesta de la A¨¦ropostale. Sirviendo en el correo a¨¦reo, Mermoz, gallardo caballero de los aires, vivi¨® un a?o, 1925, en una pensi¨®n de Barcelona.
Por una extra?a coincidencia, la bell¨ªsima biograf¨ªa del franc¨¦s, escrita por el que fuera su amigo Joseph Kessel (Mermoz, In¨¦dita, 2008), todo un cl¨¢sico, ha llegado a mis manos al mismo tiempo que las memorias de otro aviador, ¨¦ste h¨²ngaro y viejo conocido: el conde Ferdinand Orssich, Nandi para los amigos -entre los cuales tengo a bien contarme-. Orssich (Viena, 1917), que a¨²n juega al tenis, fue piloto de caza en Rusia con la legendaria Escuadrilla Puma, vol¨® en los Messerschsmitt-109, logr¨® derribos y, lo m¨¢s genial, ?conoci¨® al conde Alm¨¢sy!
Su memoir titulada Una vida entre dos siglos la acaba de publicar la editorial Dossoles y en la portada figura un retrato de Nandi as young blood, con el uniforme de la real fuerza a¨¦rea h¨²ngara (Magyar Kir¨¢lyi Honv¨¦d L¨¦giero) y una mirada de halc¨®n digna de Erich Hartmann, el as de la Luftwaffe.
Nandi est¨¢ muy orgulloso de su familia, como lo estar¨ªa cualquiera cuyo padre hubiera sido oficial del 9? de H¨²sares. Tambi¨¦n lo fue de 7? de Ulanos y protagoniz¨® en la I Guerra Mundial una notable carga de caballer¨ªa a resultas de la cual nacer¨ªa Nandi: herido por las ametralladoras rusas, el jinete fue evacuado al castillo de K?rmend, donde conoci¨® a la joven viuda propietaria del mismo, la futura madre de nuestro Orssich, de la que se enamor¨® y con la que acab¨® cas¨¢ndose. No es raro que el joven heredara un esp¨ªritu rom¨¢ntico. En el libro explica c¨®mo en los a?os treinta volaba por debajo de los puentes de Tokay -despu¨¦s de catar los caldos hom¨®nimos- y juzga que todos los pilotos de la ¨¦poca, que acabar¨ªan enfrent¨¢ndose en los ardientes cielos de Europa, disfrutaban de la misma sensaci¨®n de libertad y del mismo deseo de retar al aire.
Entre pirueta y pirueta, Orssich abri¨® un local en Budapest, el Looping Bar. Vio en tres ocasiones (1935, 1937 y 1938) a L¨¢szlo Alm¨¢sy, el personaje real que inspir¨® El paciente ingl¨¦s, en el Caf¨¦ Negresco, frecuentado por aviadores. "Era un buen piloto, pero no de caza, se decantaba por los aviones lentos, el Gipsy Moth o la Cig¨¹e?a". Se inclinaba tambi¨¦n por su propio sexo: Orssich recuerda que el aventurero de las dunas cortej¨®, con moderado ¨¦xito, a un amigo suyo, Tasilo Sz¨¦ch¨¦ny. Nandi tiene la amabilidad de citarme al hablar de Alm¨¢sy, con lo cual es la primera vez que el viejo explorador y yo aparecemos juntos en un libro escrito por un conde ex piloto de caza h¨²ngaro y miembro de la Orden de Malta.
Como caballero que es, Orssich no se recrea demasiado en sus haza?as de la II Guerra Mundial: destruy¨® una f¨¢brica de tanques, derrib¨® varios Ilyushin Il-2 Muerte Negra y gan¨® dos Signum Laudis. Estuvo a punto de ir a Alemania ?a probar los reactores Me-262! Nandi relata que cuando vio que la guerra estaba perdida, exager¨® una herida y se march¨® a casa.
Como Alm¨¢sy, Jean Mermoz, que empez¨® asimismo como pilote de guerre, gustaba de los aviones lentos, los Breguet XIV y los Lat¨¦co¨¨re 26 y 28. Tambi¨¦n como el explorador h¨²ngaro amaba el desierto, sobrevol¨® mucho el S¨¢hara y cay¨® varias veces sobre las dunas. En 1926, perdido en medio del infinito arenal, lo que era toda una tradici¨®n entre los pilotos de la A¨¦ropostale, y despu¨¦s de beberse el agua del radiador de su avi¨®n averiado, fue capturado por los beduinos. "No ten¨ªa miedo ni de tener miedo", recuerda Kessel.
Las aventuras de Mermoz, que, recalca su amigo, "hab¨ªa nacido para perseguir lo inaccesible" -aunque tambi¨¦n cometi¨® el pecadillo de ser miembro de la fascistizante asociaci¨®n de ex combatientes Croix de Feu del coronel LaRocque y flirte¨® con la coca¨ªna: qu¨¦ dif¨ªcil es encontrar a alguien del todo edificante-, no se circunscribieron al ancho mar de arena, tambi¨¦n vol¨® sobre los mares de verdad -efectu¨® ?24 traves¨ªas del Atl¨¢ntico Sur!- y sobre los Andes, como courrier sud. En una ocasi¨®n, tras aterrizar de urgencia en la monta?a, despeg¨® por el sutil procedimiento de lanzar su aeroplano por un precipicio. En 1930 vol¨® de Senegal a Brasil en 21 horas a bordo de un hidro Lat¨¦ 28, el Conde de la Vaulx. "Volaba por encima de las arenas y las olas sin fin en un cielo de pureza perfecta", describe Kessel, y uno puede sentir en esa frase toda la maravilla de la experiencia del vuelo y el amor por la aventura que comparten, siendo tan diferentes, Mermoz y Orssich. El arc¨¢ngel franc¨¦s y el conde h¨²ngaro.
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