Fugacidades
No s¨®lo es una industria fugaz, sino tambi¨¦n veloz: todo ocurre en un abrir y cerrar de ojos. Todo es un visto y no visto. En el toreo, un segundo es una eternidad y una eternidad puede durar lo mismo que un rel¨¢mpago. La perfecci¨®n y el caos dependen all¨ª de un instante, al igual que la vida y que la muerte. Un gran reloj preside la plaza, con su exacto tictac de incertidumbre.
Dec¨ªa el torero sevillano Pepe Luis V¨¢zquez: "Torear es muy dif¨ªcil, porque viene a ser como levantar un edificio sobre arenas movedizas". S¨ª, esa met¨¢fora: edificios oscilantes, alzados en un momento y al instante siguiente derruidos, desplomados ante nuestros ojos... pero alzados de nuevo, de manera indeleble, en la memoria, donde perviven como fantasmagor¨ªas gloriosas que tienden a magnificarse, porque la memoria de todo aficionado no s¨®lo es proclive a la hip¨¦rbole, sino tambi¨¦n al perfeccionamiento de lo que pudo no ser del todo perfecto. Todo espectador taurino se miente, en fin, a s¨ª mismo: necesita leyendas que contar. El recuerdo del aficionado implica, en suma, una correcci¨®n.
En 1987, en Las Ventas, Rafael de Paula le hizo una faena a un toro de Mart¨ªnez Benavides que no tard¨® en ascender al rango de m¨ªtica. "Se me present¨® el Esp¨ªritu Santo", declar¨® el torero. Pasaron luego la pel¨ªcula de aquella faena en Jerez de la Frontera y un paulista cabal le dijo a Paula: "Lo del Esp¨ªritu Santo contigo tampoco fue una cosa del otro mundo, Rafael", y cuentan que el torero le contest¨®: "Es que el Esp¨ªritu Santo no sale en el v¨ªdeo".
Llega uno a la plaza y se convierte en esp¨ªa de una realidad an¨®mala en la que todo es magn¨ªfico y raro y atroz: un mundo circular en el que se juega lujosamente a matar o a morir. Una pantomima absurda y minuciosamente reglamentada en la que el hombre y el animal forman un solo ser: una bestia fabulosa surgida de la entra?a del terror, en lucha consigo misma. Llega uno a la plaza y observa las incidencias de esa representaci¨®n terrible y un punto grotesca. Y apresa con codicia esos segundos que parecen eternidades, esas eternidades que apenas duran nada, porque todo all¨ª es v¨¦rtigo. Un edificio levantado, en fin, sobre arenas movedizas.
Felipe Ben¨ªtez Reyes es escritor.
Babelia
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