El sublime secreto de 'El Gatopardo'
El retrato brillante e incisivo de los or¨ªgenes de la Sicilia moderna de Giuseppe Tomasi di Lampedusa evoca un mundo perdido, pero no es sentimental ni nost¨¢lgico
El libro que viene hoy inmediatamente a la cabeza cuando se piensa en Sicilia, una novela que todo el mundo adora, una obra que resucita la energ¨ªa y la dimensi¨®n de Stendhal y Tolst¨®i para mostrar un entretejido de vidas privadas y convulsiones hist¨®ricas, es El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicado hace 50 a?os -un a?o despu¨¦s de la muerte de su autor-, y ese hecho es, ya en s¨ª, extraordinario.
En primer lugar, es asombroso que se pudiera escribir un retrato tan brillante e incisivo de los or¨ªgenes de la Sicilia moderna y la decadencia y muerte de su aristocracia desde la agon¨ªa, y que lo hiciera el ¨²ltimo de una noble estirpe. Giuseppe Maria Fabrizio Salvatore Stefano Tomasi, nacido en 1896 y pr¨ªncipe de la diminuta isla de Lampedusa tras la muerte de su padre en 1934, fue un hombre cuya vida, vista desde fuera, exhibi¨® todos los desajustes y dificultades terminales de la clase -ya superflua- a la que pertenec¨ªa. Fue un hombre que no hizo pr¨¢cticamente nada en toda su vida m¨¢s que producir una ¨²nica obra maestra al final. Sus contempor¨¢neos le consideraban t¨ªmido, let¨¢rgico y dominado sin remedio por su madre y su esposa, y se sorprendieron ante su fama p¨®stuma.
Lampedusa era demasiado inteligente y de convicciones democr¨¢ticas demasiado profundas para lamentar el final del ¨²nico mundo que conoc¨ªa
La memoria era todo lo que le quedaba y lo que le ayud¨® a dar vida a sus prolongados esfuerzos por comprender Sicilia, el pasado y a s¨ª mismo
Pocos a?os despu¨¦s del final de la Segunda Guerra Mundial, Lampedusa cumpl¨ªa 50 a?os y la tambaleante aristocracia terrateniente siciliana, una clase endog¨¢mica y encerrada en s¨ª misma desde hac¨ªa largo tiempo, se encontraba abatida por un siglo de derrotas hist¨®ricas que hab¨ªan empezado con el desembarco de Garibaldi en la isla en 1860, la derrota de la monarqu¨ªa Borb¨®n en el sur y la unificaci¨®n de Italia. Despu¨¦s lleg¨® la cat¨¢strofe del fascismo, luego la guerra, y el golpe definitivo y mortal fue la reforma agraria. Tras la guerra, los campesinos -que hab¨ªan dejado de estar sometidos- y el Partido Comunista liberado forzaron el desmembramiento de los vastos latifundios sicilianos. Los arist¨®cratas perdieron su base material de ingresos y su poder real sobre las vidas sicilianas en una sola cat¨¢strofe irreversible y terriblemente tard¨ªa.
Los arist¨®cratas de Sicilia no han desaparecido por completo. Hoy se aferran a los jirones de lo que pose¨ªan en otro tiempo. Los m¨¢s sagaces se dedican a los negocios. Varias dinast¨ªas famosas dan nombre a grandes vinos sicilianos y Palermo es, desde hace mucho tiempo, un lugar para hacer negocios, y no para acudir a bailes y burdeles. En una noche reciente como de ensue?o, me llevaron a un oscuro palazzo en la vieja Palermo en el que entramos, por una puerta sin ning¨²n tipo de se?al, a un circolo en el que grupos de antiguos supervivientes, sentados en fr¨¢giles sillas doradas sobre alfombras ra¨ªdas, degustaban pez espada a la parrilla, granita di limone y un fuerte caf¨¦ solo, todo ello servido por camareros de librea y guante blanco. Algunos arist¨®cratas vendieron sus posesiones y partieron al exilio. Hace unos a?os, en Manhattan, cen¨¦ con una noble siciliana en cuya casa hab¨ªa jugado Lampedusa de ni?o. La dama hab¨ªa pasado la mayor parte de su vida en Par¨ªs y Nueva York y se consideraba estadounidense.
Lampedusa era demasiado inteligente y de convicciones democr¨¢ticas demasiado profundas para lamentar el final del ¨²nico mundo que conoc¨ªa, aunque seguramente no sinti¨® haberse ahorrado la guerra fascista por ser un terrateniente, es decir, "cabeza de un establecimiento agrario". Las casas de su familia hab¨ªan quedado arrasadas por las bombas aliadas y su esposa, una formidable baronesa que era pariente pol¨ªtica suya, hab¨ªa perdido su castillo y sus terrenos en Lituania, confiscados por la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Su vida ya hab¨ªa sido un largo esfuerzo por comprender el mundo y su extra?o sitio en ¨¦l y, antes de la guerra, hab¨ªa viajado por toda Europa, especialmente a Inglaterra y a las tierras de su mujer en el B¨¢ltico. Le¨ªa sin cesar literatura europea, sobre todo las grandes novelas inglesas y francesas, y absorb¨ªa lo que luego iba a necesitar de Stendhal y Jane Austen. De los libros de esta ¨²ltima, dec¨ªa: "No ocurre nada, gracias a Dios". ?Era consciente de que necesitaba aprender de estos maestros, o cristalizaron alg¨²n oscuro anhelo que ¨¦l ya sent¨ªa? Qui¨¦n sabe.
La p¨¦rdida de la realidad f¨ªsica de su primer mundo personal, por bombas, terremotos, litigios din¨¢sticos, decadencia f¨ªsica y ventas forzosas, pareci¨® desencadenar un aluvi¨®n de recuerdos liberador. La memoria era todo lo que le quedaba y lo que le ayud¨® a dar vida a sus prolongados esfuerzos por comprender Sicilia, el pasado y a s¨ª mismo. La desaparici¨®n de los amados palazzi y los terrenos de su ni?ez desemboc¨® en la crisis creativa que, en sus ¨²ltimos a?os, produjo una breve novela sobre otro periodo anterior de crisis y otro miembro de su propia familia.
El ambiente de 1860 en el que vive el pr¨ªncipe en la novela permanec¨ªa pr¨¢cticamente intacto una generaci¨®n m¨¢s tarde, cuando Lampedusa era ni?o, antes de la Primera Guerra Mundial. El sublime secreto de El Gatopardo es que resulta afectuoso, humor¨ªstico y sensual en su evocaci¨®n de ese mundo perdido, pero nunca sentimental ni nost¨¢lgico. El cari?oso retrato en palabras de los jardines, los salones y las salas de baile, las capillas privadas, las bibliotecas, las cocinas y las carrozas sirve para explicar a las personas que los habitaban. Los recuerdos sensuales de la comida, el vino, el incienso y los rituales reproducidos de la caza, el baile, los servicios religiosos y las cenas est¨¢n mitigados por una interpretaci¨®n muy mordaz de los intereses personales, las relaciones de clase y el papel hist¨®rico de todo el mundo. Hay mucha estupidez presente. El Gatopardo es intensamente ambivalente pero nunca fatalista.
Cuando empec¨¦ a escribir sobre Sicilia, unos a?os despu¨¦s de la crisis criminal y pol¨ªtica de 1992, mis recuerdos juveniles de El Gatopardo estaban desdibujados por el tiempo y muy supeditados al recuerdo ligeramente posterior de la versi¨®n glamourosa y tremendamente popular realizada por Luchino Visconti para el cine en 1963, cinco a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de la novela. Cuando rele¨ª el libro vi que las im¨¢genes en tecnicolor de Visconti y los rostros hermosos e inertes de Burt Lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon hab¨ªan hecho flaco favor a la novela, al eliminar su sutileza. El Gatopardo vive con extraordinaria intensidad la vida diaria corriente con sus aspectos de comedia, e incluso el baile, el cl¨ªmax rom¨¢ntico de la buena vida en la pel¨ªcula de Visconti, es una escena vagamente tediosa y opresiva en el libro.
Rele¨ª la novela por curiosidad y me asombraron su inteligencia y su lucidez. La espl¨¦ndida novela era adem¨¢s un ensayo incisivo e ir¨®nico sobre el cambio y la inmovilidad en la sociedad siciliana. Era una brillante reflexi¨®n, a su manera oblicua y discreta, sobre el poder de la Iglesia y el ascenso de la Mafia. Mostraba en acci¨®n los sistemas interconectados de intereses que controlaban la sociedad siciliana en 1860 y 1950 y que siguen control¨¢ndola hoy. La agudeza pol¨ªtica de Lampedusa sobre la adaptaci¨®n de Sicilia a las nuevas realidades proporcion¨® una frase que, desde entonces, ning¨²n comentarista ha dejado de citar: "Si queremos que todo siga como est¨¢ es preciso que todo cambie".
El otro aspecto notable de El Gatopardo es el mero hecho de que se publicara. En los a?os cincuenta, las tensiones de la guerra fr¨ªa hab¨ªan empujado la cultura italiana hacia unos polos profundamente enfrentados. La iniciativa cultural estaba en manos de los neorrealistas, relacionados con los comunistas, y para ellos era inconcebible que ese superviviente tard¨ªo de una casta decadente pudiera tener nada valioso que decir a mediados del siglo XX. Uno de los m¨¢s influyentes neorrealistas literarios era otro siciliano, Elio Vittorini, que fue uno de los ¨¢rbitros que se ocuparon de que los grandes editores italianos rechazaran el libro.
El Gatopardo fue rechazado varias veces y s¨®lo se vio salvado del olvido gracias a la inteligencia de Giorgio Bassani, a su vez un gran novelista y autor de El jard¨ªn de los Finzi-Contini, la otra obra maestra de la Italia de posguerra y otro libro sobre convulsiones, p¨¦rdidas y recuerdos en la Italia moderna. Bassani fue el ¨²nico intelectual italiano que supo ver que Tomasi di Lampedusa s¨ª ten¨ªa algo importante que decir y lo dec¨ªa, y fue quien se encarg¨® de que publicara El Gatopardo en 1958 Giangiacomo Feltrinelli, un reci¨¦n llegado que el a?o anterior hab¨ªa publicado la primera edici¨®n mundial de Doctor Zhivago, de Bor¨ªs Pasternak. Para entonces, Lampedusa llevaba muerto un a?o. Su ¨²nico libro adquiri¨® inmediatamente una popularidad internacional superior a la de cualquier otra obra italiana en todo un siglo -fue el Cien a?os de soledad de su tiempo- no ha disminuido desde entonces.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. Peter Robb es autor de Medianoche en Sicilia. Traducci¨®n de Encarna Castej¨®n. Alba Editorial. Barcelona, 2003. 480 p¨¢ginas. 16 euros. El ¨²ltimo Gatopardo: vida de Giuseppe di Lampedusa. David Gilmour. Siruela, 2003. El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Alianza, Edhasa, Espasa-Calpe y C¨ªrculo de Lectores, 2007.
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