Estafa
A la clase obrera hoy le basta con cerrar los ojos para so?ar con el para¨ªso en la tierra. Al instante, en mitad de la frente comienzan a cimbrearse las palmeras de una playa de los mares del sur, la misma que aparece en un calendario editado por cualquier f¨¢brica de embutidos. Muchos no comprenden todav¨ªa por qu¨¦ vota a la derecha la gente de los suburbios de las grandes ciudades que se levanta a las seis de la ma?ana a trabajar hasta dejarse la piel sin m¨¢s horizonte que seguir as¨ª hasta el final de sus d¨ªas. Los autobuses, el metro y los cinco carriles de las autopistas vierten en el coraz¨®n de todas las urbes de Occidente un aluvi¨®n humano indefenso. A esa hora, reci¨¦n salido del sue?o, el cerebro se halla muy blando todav¨ªa y da entrada franca a todos los mensajes con los que es bombardeado de forma inmisericorde. Sobre la multitud de cabezas desamparadas en los andenes del suburbano resplandecen los paneles publicitarios. La marca de una crema se desliza por la piel de un cuerpo desnudo de belleza inaccesible que, no obstante, parece estar al alcance de la mano. Desde los vertederos industriales de las afueras se elevan sobre la extensi¨®n de coches atascados unas vallas con un rostro femenino en actitud de entrega cuyos labios entreabiertos ofrecen al automovilista la vaga promesa de huir con ¨¦l un d¨ªa al salir del trabajo. En la parada del autob¨²s una chica de piernas largas o un joven de mand¨ªbula cuadrada con los pectorales muy marcados se quedan siempre en tierra, pero desde el diorama acompa?an al viajero con una mirada seductora hasta la primera curva y le mandan un mensaje a trav¨¦s de la ventanilla: si hoy trabajas muy duro, todo cambiar¨¢ ma?ana. Esfumado el valor de la solidaridad, mucha gente, que se mata para salir adelante con una agon¨ªa tenaz, vota a la derecha porque espera ser como ella y su cerebro crea un horizonte de felicidad no muy distinto de las ofertas excitantes que emanan de los paneles publicitarios. En ellos cada promesa es un reto, una meta. Donde antes hab¨ªa ideas ahora s¨®lo hay marcas. Donde antes hab¨ªa sentimientos ahora s¨®lo hay sensaciones. La izquierda ha quedado en una difusa conciencia de rebeli¨®n colectiva frente a esa estafa.
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