Pacto no escrito
El atentado contra la casa cuartel de Legutiano, en el que perdi¨® la vida el guardia civil Juan Manuel Pi?uel, ha demostrado que no es necesario un pacto escrito para que los partidos respondan desde la unidad. A diferencia del pasado, cuando a¨²n se cre¨ªa que el acuerdo s¨®lo era posible si estaba plasmado en un papel, esta vez no ha habido cruce de reproches ni matices escol¨¢sticos sobre la manera de acabar con el terrorismo. Los portavoces pol¨ªticos han suscrito un comunicado de condena en el que lo importante no es el mensaje expreso, unas frases repetidas por desgracia desde hace muchos a?os, sino el mensaje impl¨ªcito: los cr¨ªmenes terroristas son sencillamente eso, cr¨ªmenes, que las instituciones y los partidos, como representantes de los ciudadanos, se niegan a interpretar en t¨¦rminos pol¨ªticos.
Ibarretxe parece creer que ETA se plegar¨ªa al resultado de las urnas en una democracia vasca
Desde luego, no hay que esperar del consenso lo que el consenso no puede ofrecer. Los terroristas no dejar¨¢n de matar porque los partidos permanezcan unidos. Pero que los partidos permanezcan unidos es la condici¨®n imprescindible para que los terroristas fracasen en el intento de imponer a los dem¨¢s el sentido que ellos pretenden dar a sus cr¨ªmenes. Dicho en otros t¨¦rminos, los terroristas no s¨®lo quieren matar, sino dictar a trav¨¦s del asesinato la reacci¨®n que todos, instituciones, partidos y ciudadanos, tienen que adoptar para librarse moment¨¢neamente de la amenaza. ?se es el repugnante m¨¦todo por el que quieren imponer su voluntad, que no es tanto la independencia del Pa¨ªs Vasco como la independencia para que el Pa¨ªs Vasco quede bajo su f¨¦rula. Lo que su enso?aci¨®n criminal imagina hoy como una lucha contra los extranjeros se convertir¨ªa despu¨¦s en una lucha contra los disidentes, entre los que los terroristas tambi¨¦n contabilizan al lehendakari y su partido.
Esto es lo que Ibarretxe no parece comprender, aunque s¨ª los ciudadanos que le han retirado el voto en las tres ¨²ltimas elecciones. El c¨¢lculo en el que de manera consciente o inconsciente se basa su plan es que se puede alcanzar la independencia del Pa¨ªs Vasco e impedir, al mismo tiempo, que el Pa¨ªs Vasco quede bajo la f¨¦rula de los terroristas. Es decir, Ibarretxe parece creer que los terroristas son dem¨®cratas que rechazan la democracia espa?ola, pero que estar¨ªan dispuestos a plegarse al resultado de las urnas bajo una democracia vasca, s¨²bitamente transformados en ciudadanos ejemplares. En el mejor de los casos, se trata de una ingenuidad y, en el peor, de una locura. Si algo han demostrado los terroristas es que sus fines proclamados son simples excusas para seguir ocultando su voluntad de poder, su adhesi¨®n a un proyecto totalitario. De ah¨ª que se hayan negado a ver la diferencia entre la dictadura de Franco y el r¨¦gimen democr¨¢tico establecido por la Constituci¨®n y el Estatuto. Y de ah¨ª que, llegado el caso, se negaran a distinguir entre la democracia espa?ola y la democracia vasca.
La crisis que atraviesa el Partido Popular ha permitido apreciar, por su parte, las claves de la estrategia antiterrorista que ha seguido hasta ahora. Algunos dirigentes descontentos con la manera en la que la actual direcci¨®n de los populares ha gestionado la derrota electoral han hablado de "abandono de los principios" y han aludido, en concreto, al concepto de naci¨®n. La traducci¨®n pol¨ªtica de la posici¨®n que se desprende de esta cr¨ªtica es que a los terroristas no se les debe combatir s¨®lo desde la democracia, sino desde la democracia espa?ola. Quienes han defendido esta estrategia tal vez no hayan sido conscientes de lo que se gana y lo que se pierde al plantear de este modo la lucha contra los terroristas. En realidad, ganar se gana poco al oponerse a los cr¨ªmenes desde una reivindicaci¨®n de la democracia espa?ola y no, simplemente, desde la democracia. Pero perder se pierde mucho, porque, en el fondo, se concede a los terroristas la posibilidad de disfrazarse de dem¨®cratas, s¨®lo que vascos, y a Ibarretxe, la oportunidad de confiar en esa quim¨¦rica distinci¨®n sobre la que, en ¨²ltimo extremo, se apoya su plan.
El Gobierno, por ¨²ltimo, se enfrenta a la dif¨ªcil tarea de gestionar este pacto antiterrorista no escrito. Por descontado, se trata de fomentar la confianza. Pero no una confianza en abstracto, sino basada en la previsibilidad de sus iniciativas pol¨ªticas, tanto para exigir al lehendakari que se ajuste al marco constitucional, abandonando la ingenier¨ªa jur¨ªdica en la que suele envolver sus proyectos, como para transmitir al resto de los partidos que los experimentos del pasado son, en efecto, experimentos del pasado. El calendario electoral de los pr¨®ximos meses, en particular las elecciones vascas, hace prever un punto cr¨ªtico, que es la decisi¨®n del Gobierno acerca de las candidaturas que pueda presentar el Partido Comunista de las Tierras Vascas o cualquier otra franquicia de ese mundo. Tambi¨¦n en este punto los experimentos del pasado deber¨ªan quedar como experimentos del pasado.
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