Clases medias
Difiero de aquellos que consideran que las clases medias no revisten inter¨¦s. Pienso, al contrario, que la gran literatura apenas si ha hablado de otra cosa, al menos en los ¨²ltimos doscientos a?os, y que hemos encontrado en ella la vida privada de las sociedades. En Stendhal, en Flaubert, en las novelas de Rosal¨ªa de Castro o Pedrayo hemos aprendido cosas acerca de nuestra contingencia y hemos fortalecido nuestra iron¨ªa. Pero vayamos a lo nuestro. Si uno lee Tempo do pai (X.M. ?lvarez C¨¢ccamo, Galaxia. 2008) puede precisamente entrar en el universo de una parte de nuestra clase media. Y es importante hacerlo para constatar que no todas ellas fueron franquistas ni brutales, sino que al contrario quedaron marcadas por la magnitud de la derrota.
El eje de la Galicia de hoy son las clases medias. ?lvarez Bl¨¢zquez pertenec¨ªa a ese mundo
Lo que el autor cuenta en ese emocionante libro es la vida de Xos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Bl¨¢zquez, al que est¨¢ dedicado el D¨ªa das Letras Galegas de este a?o. De hecho, asistimos al despliegue de sus tribulaciones y avatares, desde su infancia hasta su muerte, a trav¨¦s de la memoria de su hijo, que reza as¨ª en el altar de los dioses familiares. Es tremendo leer como el futuro editor ?lvarez Bl¨¢zquez se vio obligado a escuchar, acompa?ado de su madre y hermanos, el sonido de las balas que, en la ma?ana del treinta de octubre de 1936, atravesaron a su padre, el doctor ?lvarez Limeses, que estaba siendo fusilado no lejos de su hogar, en Tui, junto con otros republicanos.
Aunque ese hecho no hizo flaquear sus convicciones, las de un joven afiliado al Partido Galeguista, es claro que lo que vino despu¨¦s no pod¨ªa ser igual ni para ¨¦l, ni para los que, como ¨¦l, hab¨ªan sostenido las ideas que despu¨¦s fueron proscritas. La dictadura tuvo ¨¦xito, en el sentido de que frustr¨® lo que pod¨ªa ser una posibilidad de evoluci¨®n.
El per¨ªodo entre la Primera Gran Guerra y la Guerra Civil fue de gran desarrollo en toda Espa?a y tambi¨¦n en Galicia y permiti¨® que nacieran y crecieran nuevos segmentos de la clase media que fueron el caldo de cultivo de la Rep¨²blica. Expresaban afanes democr¨¢ticos y modernizadores -ese era el contenido tambi¨¦n del galleguismo- que el franquismo trunc¨® en todas partes pero m¨¢s, como era el caso en Galicia, all¨ª d¨®nde esas semillas apenas si hab¨ªan empezado a arraigar con fuerza. ?lvarez Bl¨¢zquez pertenec¨ªa a ese mundo.
La dictadura no s¨®lo fue una forma de opresi¨®n pol¨ªtica. Retras¨®, adem¨¢s, el ciclo del cambio social. Hubo que esperar a los a?os sesenta para que, a la sombra del desarrollismo, apareciesen nuevas hornadas de clases medias que en los ochenta y noventa engrosaron a¨²n m¨¢s al calor de un ciclo econ¨®mico tan exitoso que sobrepas¨® los ¨ªndices de crecimiento europeos.
Apareci¨® una nueva mentalidad que Juan Goytisolo defini¨® como de "nuevos espa?oles, nuevos europeos, nuevos ricos". En Galicia la transformaci¨®n fue de tal calibre que nos situ¨® en el filo entre dos ¨¦pocas. Esos a?os vieron desaparecer los campesinos obligados a ser humildes -a acumular rabia- y los caciques que Castelao hab¨ªa reflejado tan bien en sus Cousas da vida. Aunque la Galicia del repartidor de fondos estructurales a sus clientelas pueda parec¨¦rsele es otra cosa. La estructura de clases es ahora homologable a la del entorno. Hay una Galicia que se acab¨® y otra que pugna por abrirse camino. Y no cabe duda de que los grandes protagonistas de la Galicia de hoy son las nuevas clases medias. Seguir la cultura de la ¨¦poca nos da un estupendo ¨ªndice de la transformaci¨®n, pues si en los 80 fue notable la venta de libros de buenas maneras que difund¨ªan entre los reci¨¦n llegados los c¨®digos y modales que aseguraban el poder traspasar las invisibles fronteras que dividen a las clases -pues ellas son tanto una cuesti¨®n de acento y maneras como de dinero-, en los 90 pudimos constatar la eclosi¨®n del dise?o de interiores que iba a la par con la nueva oleada del boom inmobiliario reci¨¦n pinchado. Por supuesto, en Galicia el idioma es siempre una variable dependiente del ascenso social. El gallego es nuestro cokney particular y por una inexplicable ley f¨ªsica todo gallego que gane o crea ganar unas pesetas de m¨¢s se siente impulsado, para demostrar su nueva adscripci¨®n, a cambiar de idioma.
El segundo milenio nos est¨¢ dejando la conciencia de una renovada fractura social. La brecha salarial se est¨¢ incrementando, y las clases medias est¨¢n empezando a notar c¨®mo se comprime su capacidad de gasto y, lo que tal vez es m¨¢s importante, como el paisaje social, que durante d¨¦cadas pareci¨® vivir un convulso terremoto, en el que las fronteras sociales parec¨ªan ser m¨¢s fluidas vuelve a mostrar rasgos m¨¢s r¨ªgidos. La Gran Promesa parece estarse acabando, al menos por unos a?os. Es cuesti¨®n de tiempo que un nuevo malestar social, nunca antes conocido en Galicia, se exprese.
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