La atracci¨®n de la intimidad
La sentencia del 'caso Telma Ortiz' no ha cerrado el debate sobre informaci¨®n y privacidad. ?Qu¨¦ es lo p¨²blico y qu¨¦ es lo privado? ?Qu¨¦ es realmente relevante? Nada interesa m¨¢s a la gente que la propia gente
Todos est¨¢n de acuerdo en que la demanda presentada por el abogado de Telma Ortiz result¨® ser una mamarrachada y, en consecuencia, no prosper¨® la solicitud de cancelar micr¨®fonos y c¨¢maras a los medios. Quedan, sin embargo, tras este patinazo de la abogac¨ªa, dos asuntos candeales: uno se refiere a que se produzca o no acoso period¨ªstico y puedan derivarse de esa persecuci¨®n consecuencias tan tr¨¢gicas, como la que, en su extremo, sufri¨® Lady Di en el puente de Alma. Y, dos, que la profesi¨®n period¨ªstica haya extraviado su alma y trate asuntos demasiado triviales. Porque ?es noticia que, como efectivamente se ha divulgado, la piel de Telma Ortiz sea tersa? En el primer supuesto, con peligro de da?o f¨ªsico o ps¨ªquico para el personaje, es obvio que quienquiera que fuese ganar¨ªa la demanda ante los tribunales. Pero en el segundo, ante los tribunales o fuera de los tribunales, respecto a la piel o el dise?o del vestido, son ganas de hablar y hablar sobre la imagen. Deseos de imaginar.
Se exige transparencia; el secreto huele mal, es dudoso, acaso criminal
Espiar al personaje debe condenarse, pero no puede impedirse
Tanto la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo como la del Tribunal Constitucional determina que las im¨¢genes que se capten y difundan, aunque se refieran a personas con proyecci¨®n p¨²blica, tienen que tener relevancia o inter¨¦s p¨²blico. Pero ?qu¨¦ es realmente de inter¨¦s? A lo mejor a estos se?ores magistrados de severa y grave instrucci¨®n les parece sin ning¨²n inter¨¦s que Telma Ortiz vaya de rojo o de beis, con gafas de Dolce & Gabbana o de Versace, corta o larga, pero al p¨²blico claro que no. No es lo mismo que vaya bien peinada que desali?ada, que luzca escote o escoja jers¨¦is de cuello alto, que sonr¨ªa o que tosa, que abrace a su marido o le d¨¦ la espalda, que llegue tarde o pronto y as¨ª hasta el juicio final. Hasta el juicio de si vale m¨¢s o menos como mujer elegante y digna hermana de la princesa.
La antip¨¢tica tentaci¨®n de se?alar por decreto real aquello que es o no de inter¨¦s general procede de un tic autoritario que pretende arrogarse conocer de forma privilegiada y categ¨®rica, lo bueno y lo malo, lo superior y lo inferior, lo importante o lo f¨²til, tanto si concierne al partido que merece la pena transmitirse esa jornada como al men¨² que se sirve en la mili para toda la tropa.
Lo caracter¨ªstico, sin embargo, de nuestra ¨¦poca es precisamente lo contrario: el amplio surtido de gustos y elecciones, la multiplicidad de demandas los criterios distintos, en los que poco o nada tiene que pontificar el legislador y m¨¢s, si como es el caso, se trata de provectos legisladores que no distinguen entre las vitaminas y el ¨¢cido hialur¨®nico, ni entre el eye liner y un desfilado. Estos pormenores tienen inter¨¦s para los ya introducidos en el universo de la imagen y sus pantallas, pero no para magistrados cuyo principal saber y deber se encuentra anclado en los libros y sus par¨¢grafos.
En la actualidad, el primer lenguaje es la apariencia y la apariencia es el lenguaje. La estampa de un individuo c¨¦lebre o famoso, directo o subsidiario, es expresi¨®n del poder. ?C¨®mo no incluirla en el inter¨¦s general?
Pero ?y la invasi¨®n en la intimidad, la descarga fotogr¨¢fica aqu¨ª y all¨¢? En el Reino Unido, principal laboratorio de la presente videovigilancia urbana, hab¨ªa ya instaladas, al comienzo de este siglo, 230.000 c¨¢maras en 2.000 puntos p¨²blicos, a los que habr¨ªa que a?adir las c¨¢maras con circuito cerrado en incontables locales comerciales y privados.
En el Reino Unido, en Estados Unidos, en Espa?a, apenas sucede algo de "inter¨¦s" que no sea recogido por c¨¢maras fijas o los infatigables aparatos de videoaficionados. Desde hace un tiempo, no hay atentado de ETA que no sea televisado, pero tambi¨¦n casi cualquier accidente, inundaci¨®n o suicidio en la v¨ªa p¨²blica se plasma en una cinta. ?El interior dom¨¦stico? En el interior abundan las webcams que los vecinos instalan en sus salones, cocinas y alcobas para retransmitir a los dem¨¢s incontables escenas de su intimidad, y casi incesantemente. En general, en cualquier momento, nada interesa m¨¢s a la gente que la propia gente. Incluso no s¨®lo la gente muy famosa, como demuestran a diario los realities, sino "cualquier" gente.
Al "todo es pol¨ªtica" del comienzo del capitalismo de consumo, en los a?os sesenta del pasado siglo, ha sucedido el "todo es p¨²blico" en el actual capitalismo de ficci¨®n, donde "transparencia" es algo m¨¢s que una expresi¨®n m¨¢s. Cuestiones como el sida, la homosexualidad, la violencia dom¨¦stica, la pedofilia del clero, los incestos, los cambios de sexo, los implantes mamarios, los liftings, han alcanzado publicidad total.
Hace 50 a?os la producci¨®n de secreto era una condici¨®n fundamental de la religi¨®n, de la pol¨ªtica, del arte o del sexo. Ahora, por el contrario, el secreto huele mal, es dudoso, criminal acaso. Todo debe estar a la vista, ser transparente en su elaboraci¨®n y en su desarrollo se trate de un alimento en conserva, una administraci¨®n de fincas o la gesti¨®n de un cargo pol¨ªtico. El Reichstag y el Ayuntamiento de Londres se dise?aron como construcciones representativas transparentes, lo mismo que la nueva f¨¢brica de Volkswagen en Dresde, la biblioteca Fran?ois Mitterrand en Par¨ªs o la sede de la UEFA en Nyon. Los mismos rascacielos de viviendas han accedido a la moda transparente y hasta los cuartos de ba?o en el reciente edificio de Norman Foster en Nueva York, cerca de Columbus Circus, son enteramente visibles en el entorno.
Y no es todo. Un hormig¨®n inventado por dos universitarios mexicanos, Omar Galv¨¢n y Joel Sosa, y que se comercializar¨¢ en 2010 permite hasta el 80% el libre paso de la luz, con lo que ni siquiera ser¨¢ posible recatarse tras la estructura de sus muros o pilares. A modo de anticipo, The Un-Private House (La casa no privada) fue el t¨ªtulo de una exposici¨®n en el MOMA de 1999 donde 26 arquitectos presentaron su proyecto de habitaci¨®n abierta y Terence Riley, entonces director de esa secci¨®n, dijo: "Desde hace 400 a?os contempl¨¢bamos una progresi¨®n de la intimidad. Ahora el fen¨®meno se invierte". La transparencia lo es todo.
?Podr¨ªa de hecho concebirse hoy un gobierno democr¨¢tico que no hiciera gala de transparencia? La obsesi¨®n de diafanidad lleg¨® al extremo de que Gundar Berzins, ministro de Econom¨ªa de Letonia, objeto de cr¨ªticas populares, hizo instalar en noviembre de 2000 una webcam en su despacho para "que se viera" la honestidad y eficacia de su gesti¨®n.
Por aquel tiempo, el presidente argentino Fernando de la R¨²a pens¨® en hacer lo mismo dos veces a la semana pero fue disuadido porque, al fin los asesores temieron que pudiera perjudicarle su afici¨®n a los partes meteorol¨®gicos y a los bons¨¢is.
En el trabajo nos vigilan las c¨¢maras y las cookies del ordenador, aparte de los supervisores personales y los delatores. En el ocio nos envuelven las c¨¢maras de la videovigilancia. En la red, en las compras, en los peajes, en las transacciones bancarias, en los tel¨¦fonos, en los aeropuertos, los hospitales, las gasolineras, los videoclubes, las agencias de viajes, dejamos constantes trazas de nuestra personalidad en una din¨¢mica que ha ido canjeando privacidad por seguridad y que al cabo ha desmantelado la condici¨®n ¨ªntima. Tanto que lo ¨ªntimo, tenido por tab¨² ("que no se puede tocar") se ha convertido en la materia m¨¢s manoseada y com¨²n de explotaci¨®n. De eso dan prueba constante y directa los medios de comunicaci¨®n de masas, desde los diarios y las revistas impresas hasta las mil pantallas.
El mundo se ha poblado de un tupido enjambre de micr¨®fonos y objetivos, y el comercio con fichas personales se ha extendido a tal punto que una sola compa?¨ªa, Acxiom Corporation in Conway, ha llegado a poseer un banco de datos que cubre m¨¢s del 95% de los hogares norteamericanos, siendo sus principales clientes Wal-Mart, Citibank, Citicorp, IBM, etc¨¦tera, que, a su vez, proporcionan m¨¢s informaciones complementarias para el entero retrato.
En esta atm¨®sfera de mir¨ªadas de ojos, notas y susurros, ?d¨®nde encuadrar el caso de Telma Ortiz? ?C¨®mo escandalizarse, en fin, de una noticia indicativa sobre la tersura de su piel, la gracia de su figura, la compra en un supermercado? La intimidad, que estaba bajo llave en otros tiempos, se encuentra hoy en cualquier parte y en ninguna, igual que ocurre con el sexo, la religi¨®n o la cultura. Otra cosa es el acoso personal. Pero acosar es todav¨ªa una forma rudimentaria en el procedimiento de extracci¨®n informativa. Una conversaci¨®n puede ser registrada a kil¨®metros de distancia, un logo del bolso o una carrera en la media puede ser fotografiada desde el aire, cualquier acci¨®n dentro del hogar es susceptible de ser captada a trav¨¦s de sus ¨ªnfimas vibraciones. Importunar al personaje no puede tolerarse, debe condenarse. Espiarlo debe condenarse, pero no puede impedirse.
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