Indiana Jones, arque¨®logo... pero menos
El h¨¦roe de Spielberg, que hoy llega a las pantallas, se basa muy lejanamente en lo real
Es nuestro arque¨®logo favorito, sin duda. Pero, ?es bueno? Es decir m¨¢s all¨¢ del gran uso del l¨¢tigo, el Smith & Wesson y los m¨²sculos, dejando de lado el coraje, el ingenio y la perseverancia, ?es Indiana Jones un verdadero cient¨ªfico? Los propios arque¨®logos se encuentran divididos. Los hay que subrayan el gran beneficio que ha supuesto Indy para la arqueolog¨ªa, en t¨¦rminos de visibilidad y prestigio social de una profesi¨®n a la que a menudo le cuesta conectar con el gran p¨²blico y suele mirar con sospecha la divulgaci¨®n; es decir, los que le dan una titulaci¨®n honoris causa. Y est¨¢n los otros, los que lo consideran una mancha y hasta un peligro, en cuanto exalta, opinan, un modelo de arqueolog¨ªa nada ¨¦tico, expoliatorio, inmediato, sensacionalista y trasnochado por colonial y por la obsesi¨®n con los tesoros y las piezas ¨²nicas (por no hablar de que los verdaderos arque¨®logos, como ha sintetizado alguien muy juiciosamente, no llevan l¨¢tigo). Revisar lo que ha sido la actividad arqueol¨®gica de Indiana a lo largo de su carrera ofrece pistas para valorarlo profesionalmente.
Indiana busca cosas que nadie en su sano juicio tratar¨ªa de encontrar
El Grial es m¨¢s un asunto de Chr¨¦tien o 'Spamelot' que de la ciencia
?Cu¨¢les son los m¨¦ritos de nuestro aventurero? En el cine, Indiana ha ido especialmente detr¨¢s de cuatro grandes objetos (o conjuntos de objetos): el Arca (perdida) de la Alianza, las m¨¢gicas piedras Sankara o Sivalinga del templo maldito (!), el Grial y, lo ¨²ltimo, una de las c¨¦lebres calaveras de cristal supuestamente precolombinas. Las pel¨ªculas nos han mostrado tangencialmente algunas otras b¨²squedas del profesor Jones: el ¨ªdolo de oro de una no identificada cultura suramericana que protegen los definitivamente poco amistosos nativos hovitos (y una serie de trampas letales) o la Cruz de Coronado, la primera pieza conseguida (y vuelta a perder) por el joven Indy en los albores de su carrera.
Digamos de entrada que se trata de cosas que ning¨²n arque¨®logo actual en su sano juicio tratar¨ªa de encontrar. B¨¢sicamente porque son objetos legendarios (el Arca, el Grial), inexistentes (las piedras, la Cruz) o falsificaciones (las calaveras, el ¨ªdolo).
Vemos que Indiana, cuyo delicioso diario perdido acaba de publicar Oniro, no se pone por cualquier cosa. Le van las grandes empresas y en eso, en esa ambici¨®n, es un heredero de los grandes cl¨¢sicos de la arqueolog¨ªa, de los descubridores de ciudades Schliemann (Troya), Evans (Cnossos), Botta (N¨ªnive), el tan parecido a ¨¦l, sombrero y cazadora incluidos, Hiram Bingham (Machu Picchu) o de tumbas (Carter). Pero Indiana -y sus padres Spielberg y Lucas- se inclina peligrosamente en sus objetivos hacia el lado oscuro de la arqueolog¨ªa, y no me refiero al del latrocinio, sino el que roza y confluye con la parapsicolog¨ªa y las ciencias ocultas, esa seudoarqueolog¨ªa, anticiencia en la que encontramos en un totum revolutum a los odiosamente cr¨¦dulos nazis, los piramidiotas, el Abad Saunier, los viejos Von D?niken, Kolosimo, Faber Kaiser o los reyes del truco modernos, Robert Bauval y Graham Hancock o Tuidor Parfitt. Indy es de los que no buscar¨¢n las tumba de Nefertiti, Cleopatra, Alejandro o Gengis Khan (objetivos leg¨ªtimos) sino Excalibur, la lanza de Longinos, el arca de No¨¦ o la Atl¨¢ntida. Locuras. En eso, imaginaci¨®n aparte, no es Indiana, admit¨¢moslo, uno de los nuestros, sino uno de ellos.
En su primera aventura, Indiana busc¨® un objeto b¨ªblico que pudo existir realmente, el Arca, aunque su uso como arma (por Josu¨¦ o Hitler) es un disparate. La encontr¨® en un emplazamiento que tiene su l¨®gica: en Tanis, donde el gran arque¨®logo franc¨¦s Pierre Montet desenterr¨® en 1939 las tumbas intactas de los faraones de las dinast¨ªas XXI y XXII, entre ellos Sheshonq (identificado con el b¨ªblico Shishak o Sesac que saque¨® el reino de Israel -y, es un suponer, se habr¨ªa llevado el Arca como bot¨ªn-). As¨ª que la pista no es mala, aunque ahora todo el mundo (de la seudoarqueolog¨ªa) busque el arca en Etiop¨ªa.
En cuanto al Grial, es una b¨²squeda m¨¢s de Chr¨¦tien de Troyes o Spamelot que de la ciencia. En 1995, Graham Philips (otro de los arqueofant¨¢sticos) dijo haberlo encontrado en el despacho de una dise?adora gr¨¢fica de Rugby, Warwickshire, para asombro de la propia propietaria. Se trataba de una copita de ¨®nice con aspecto de huevera. Que Indiana buscara el Grial en Venecia siguiendo la pista de la Hermandad de la Espada Cruciforme es igualmente absurdo y tiene la ventaja de las vistas. Como la tiene sin duda Petra, escenario real en que se desenvuelve finalmente el hallazgo. Lo de las piedras m¨¢gicas indias vamos a dejarlo. Y las calaveras, como todo el mundo sabe, son obra de los extraterrestres, como las pir¨¢mides. Indy: un 10 en emoci¨®n y suspenso en arqueolog¨ªa.
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