La mala suerte de Pablo Lastras
La ca¨ªda de un rival priva al generoso ciclista madrile?o de luchar por la victoria en el Giro
Riccardo Ricco, la Cobra, el ciclista que se reclama para s¨ª la herencia de Marco Pantani, homenaje¨® a su manera a su ¨ªdolo durante la lluviosa traves¨ªa de los lugares de entrenamiento del Pirata, los montes de San Marino, los repechos de Cesena, el monte Carpegna de las batallas Merckx-Battaglin. "Yo, cuando era peque?o", afirma Contador, otro de los herederos del escalador de Cesenatico, "intentaba demarrar en la monta?a como Pantani, con las manos en la parte baja del manillar: lo ¨²nico que consegu¨ªa era que me explotaran los muslos". Desarroll¨® otro estilo Contador, manos arriba, pedalada ligera, y con tales armas se convirti¨® ayer en la sombra de Ricco, quien, ¨¦ste s¨ª, atac¨® en el ¨²ltimo puerto con la cabeza bien alta, la mirada de la cobra, las manos bien bajas, el manillar de Pantani. Fue un pulso corto, muy intenso, que puso de los nervios al pelot¨®n, ya tenso de por s¨ª debido a la lluvia, al insidioso trazado, a las consiguientes ca¨ªdas en cadena, en las que se vieron envueltos grandes nombres, como Piepoli, la maglia rosa Visconti, Menchov...
A Pablo Lastras, no, al veterano ciclista de San Mart¨ªn de Valdeiglesias no le pon¨ªa nervioso nada de eso. Primero, porque se maneja como nadie en las situaciones de agobio general; segundo, porque ayer ¨¦l estaba lejos, muy lejos: marchaba por delante, fugado con otros cuatro, afilando el cuchillo, la victoria de etapa en el punto de mira.
El ciclista del Caisse d'?pargne no gan¨® en la meta de Cesena un triunfo m¨¢s que a?adir a sus dos etapas de la Vuelta, a su etapa del Tour, a otra de otro Giro, a una de la Vuelta a Suiza, a otra de Portugal, pero a cambio obtuvo, al menos en el coraz¨®n de la afici¨®n, unos cuantos grandes premios simb¨®licos. Uno, el de la generosidad, obtenido cuando comparti¨® su comida, bajo el diluvio, con su compa?ero de fuga, Bertolini; dos, el de la combatividad, con ataques repetidos a falta de 40 kil¨®metros, a falta de 25, a falta de 15; tres, el de la mala suerte cum laude: faltan 500 metros para la llegada, cerrada curva a la izquierda en el empedrado de la vieja Cesena que toman los tres supervivientes finales, por orden Bertolini, Baliani, Lastras, la mirada m¨¢s fiera que nunca, los m¨²sculos tensos preparados para el asalto de la sinuosa y estrecha calle final. Entonces, zas, de repente, patina Baliani, cae justo delante de las narices de Lastras, frenazo fren¨¦tico. Bertolini, el bien alimentado, no lo duda, aprieta los dientes sin mirar atr¨¢s. Gana. A los 36 a?os, su primer triunfo de etapa.
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