Veraz y complejo cine para un largu¨ªsimo retrato del Che
Steven Soderbergh dedica cuatro horas y media al l¨ªder revolucionario
Aunque el cine nos est¨¦ acostumbrando desgraciadamente a la eterna duraci¨®n de pel¨ªculas que pod¨ªan haberse contado en un tiempo razonable, o incluso no haberse realizado, me asaltan algunos temblores al saber que Che, el proyecto arriesgado y fara¨®nico de Steven Soderbergh, s¨®lo dura cuatro horas y media. En su estreno comercial ser¨¢n dos partes que no se presentar¨¢n a la vez, pero como aqu¨ª todo se hace a lo bestia y se supone que lo que m¨¢s amamos los presentes es pasarnos infinitas horas en la butaca y en medio de la oscuridad, la proyectan de un tir¨®n, eso s¨ª, con un agradecible intermedio en el que al igual que en el colegio o cuando nos llevaban los pap¨¢s a los a?orados programas dobles, nos obsequian con una bolsa con el anagrama de Che que contiene un bocadillo, una chocolatina y una botella de agua, algo ins¨®lito en un lugar en el que no acostumbran a regalar ni la hora.
Y te preguntas c¨®mo han permitido a Steven Soderbergh hacer una pel¨ªcula tan larga y de semejante riesgo. Elemental, querido Watson. Soderbergh, aquel se?or que comenz¨® pariendo el mejor cine independiente, que triunf¨®, se estrell¨® y desapareci¨® temporalmente, se puede ahora permitir el lujo de seguir haciendo experimentos, pel¨ªculas muy personales o vocacionalmente raras, a condici¨®n de que no olvide sus puntuales obligaciones con la serie de Ocean y siga engordando a la gallina de los huevos de oro en el fenicio Hollywood.
Soderbergh tambi¨¦n ha demostrado que en medio de grandes estrellas y presupuestos enormes es capaz de lograr una penetrante, nada convencional, extraordinaria cr¨®nica del narcotr¨¢fico en Traffic. Los temores de que los t¨®picos o la hagiograf¨ªa edulcorada se hubieran apoderado del retrato de ese personaje hist¨®rico, complejo, que nunca ha dejado de estar de moda aunque lleve muerto tanto tiempo, mod¨¦lico no s¨®lo para el izquierdismo antiguo y el renovado, sino tambi¨¦n explotado por el merchandising y el esnobista mundo del dise?o, se evaporan a los 10 minutos de proyecci¨®n. Estamos ante una pel¨ªcula muy seria, primorosamente ambientada, con actores que nunca parecen estar interpretando ni recitando, con un lenguaje, un tono, un cuidado en los acentos y en la fisicidad que te hacen creer que est¨¢n en Sierra Maestra y en compa?¨ªa de los personajes verdaderos, que lo que ves y escuchas es un documento riguroso sobre aquella realidad que cambi¨® la historia de Cuba.
Soderbergh intercala con maestr¨ªa en la primera parte de Che los diversos y trascendentes hechos que ¨¦ste protagoniz¨® desde el arranque de la revoluci¨®n hasta la toma de La Habana, incluidas sus posteriores intervenciones como embajador de Cuba en Estados Unidos y en la ONU, intentando explicar y defender la legitimidad de la toma del poder en Cuba.
Utilizando alternativamente y con sentido el color y el blanco y negro, mezclando im¨¢genes y discursos extra¨ªdos de la realidad con la ficci¨®n, Soderbergh y su guionista Peter Buchman evidencian haberse currado a fondo los libros de historia, escuchado opiniones contrastadas y testimonios de los que vivieron aquellos tiempos, recolecci¨®n de multitud de datos. La batalla guerrillera en Sierra Maestra, la fe en la victoria, la captaci¨®n de gente humilde que est¨¢ harta del estado de las cosas y de la corrupta dictadura de Batista, la deserci¨®n de algunos y el glacial y letal castigo que se impone a la indisciplina o a la traici¨®n, la descripci¨®n del siempre estratega, autoritario, retorcido y pol¨ªtico Fidel Castro y de la personalidad del Che Guevara, hombre de acci¨®n y asm¨¢tico, humano e implacable, cercano y distante, estoico y rocoso, convencido de que la lucha no debe parar aunque se haya conseguido el objetivo, las enfrentadas concepciones ideol¨®gicas sobre el futuro de Cuba entre los insurgentes, todo ello est¨¢ descrito por Soderbergh con fuerza y matices, eludiendo la tentaci¨®n del panfleto y del esquematismo, con cine del bueno.
La segunda parte se centra en la organizaci¨®n de la guerrilla en Bolivia que hace el Che y acaba con su muerte. El cambio de escenario tambi¨¦n hace el relato m¨¢s lineal. Puede empezar a pesarte el cuerpo, a dar vueltas en la butaca, a acabar ligeramente saturado de tanta lucha campestre, a mirar frecuentemente el reloj y desear que llegue el final. El atrac¨®n pasa factura, es excesivo. Y eso no le quita m¨¦rito al gran trabajo de Soderbergh, a su comprensi¨®n de una ¨¦poca compulsiva y de un personaje con anverso y reverso. Los actores secundarios est¨¢n perfectos, sin impostura en su gestualidad y en lo que expresan verbalmente, pero el trabajo de Benicio del Toro es tan impresionante como sobrio, tan complicado como veraz.
Imagino que va a haber movida con Che, que no va a dejar muy contento a nadie que la juzgue con motivos estrictamente ideol¨®gicos, pero es indudable el talento, el sentido del cine, la honestidad, el mimo y el esfuerzo de este director tan inquietante como necesario llamado Soderbergh.
Admirando el universo del profundo y desasosegante Atom Egoyan me he quedado fr¨ªo y confuso con Adoraci¨®n, una indagaci¨®n morosa y demasiado retorcida sobre la lejana muerte de sus padres por parte de un adolescente que ha recibido datos traum¨¢ticos y enga?osos sobre la violenta personalidad del padre y trata de confrontar varios testimonios para poder recomponer el tr¨¢gico puzzle. Tampoco conecto con el forzado dramatismo de Philippe Garrel, profesional del malditismo, en La frontera del alba, historia desgarrada y poco cre¨ªble de encuentros y desencuentros suicidas entre un fot¨®grafo y una estrella de cine.
Pero lo m¨¢s grandioso que me ha ocurrido en la jornada de ayer es tener cenando en la mesa de al lado a un individuo con la cara tatuada, mirada que parece haberse puesto de acuerdo con la vida o al menos resignado, tratando con amorosa delicadeza a una mujer muy joven, negra y preciosa. Su proteica personalidad, su legendaria carrera y su tortuosa vida es una estremecedora pel¨ªcula sobre el esplendor y el fracaso, sobre la redenci¨®n y el derrumbe, la destrucci¨®n y la autodestrucci¨®n. Se llama Mike Tyson. Una t¨ªa muy pasada y muy hist¨¦rica intenta llamar su atenci¨®n d¨¢ndole la brasa, otra surrealistamente desinformada le pide un aut¨®grafo al guardaespaldas que cena con Tyson confundi¨¦ndose imperdonablemente de personaje. Otro t¨ªo pretendidamente sofisticado y con aire de estar bolinga intenta tocarle la mano. Tysson le pide educadamente que no le moleste. Yo veo esas manos legendarias, la electricidad que se puede crear en ese cerebro y en esa anatom¨ªa y me echo a temblar de que alguien intente abusar de su paciencia. No ocurre nada. No salimos en la cr¨®nica de sucesos. Creo no ser mit¨®mano pero tener al lado durante un par de horas a una leyenda de semejante calibre me provoca cierto hormigueo. Y es muy grato.El festival regal¨® a la prensa bocadillos y refrescos para este marat¨®n de cine La sensaci¨®n es que lo que ves es un documento riguroso sobre aquella ¨¦poca
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.