El toro bravo como reclamo
La vida semilibre de las reses en las dehesas atrae cada a?o a m¨¢s turistas
Ante un toro bravo que corre en el campo con ¨¢nimo de embestir, s¨®lo hay dos salidas dignas, seg¨²n los expertos. Una: subirse a un ¨¢rbol. Otra: tirarse al suelo y taparse la cabeza cuando no hay ¨¢rbol (suele ocurrir en estos casos). Nunca, nunca, bajo ning¨²n concepto, corra por derecho, que es la forma taurina de referirse a una carrera en l¨ªnea recta.
En el campo, cualquier toro con aire de vaca puede animarse a embestir. Por eso los expertos toman sus precauciones para evitar contratiempos. Los 40 adolescentes franceses que ayer se encontraron por vez primera en su vida con un toro bravo lo hicieron desde las barreras del remolque de un tractor con el que recorrieron la finca Arenales, en Mor¨®n de la Frontera (Sevilla), donde pasta en semilibertad la ganader¨ªa del Conde de la Maza.
La lidia es un viejo reclamo tur¨ªstico. La crianza de morlacos se est¨¢ asentando como uno nuevo. Algunas empresas, como Faenas Camperas en Salamanca o Torostours en Sevilla, organizan visitas para conocer al animal en sus d¨ªas felices, que suelen ser m¨¢s de 1.095 (si lo torean como novillo) y menos de 2.190 (si lo hacen en el matadero). Asegura Antonio Ceballos, uno de los empleados de Arenales, que viven a cuerpo de rey: "Tiene comida, agua, papeles sanitarios, no est¨¢ encerrado, su vida es estar con sus hermanos".
Por los Arenales pasaron el a?o pasado alrededor de 7.000 visitantes deseosos de observar toros en sus d¨ªas de suerte, como los que ayer miraban con indiferencia hacia las c¨¢maras del grupo de alumnos de Le Mans (Francia). Los ¨²nicos morlacos que corretearon entre encinas y cardos lo hicieron por susto. Hasta que el gu¨ªa de Torostours pidi¨® silencio: "No debemos molestarles".
Al final del traqueteante viaje, sentados en la plaza donde tientan a los animales, el gu¨ªa dio nociones b¨¢sicas: "Si es noble atacar¨¢ el movimiento de la muleta". Entre la audiencia, no todos hallan nobleza en la faena. "No me gusta cuando el torero tortura al toro", confiesa Hicham Bougad, que cada a?o cruza Espa?a con su familia para visitar a los suyos en el Atlas marroqu¨ª. Hicham prefiere a las vacas: "Son blancas y no son salvajes".
En el grupo escolar predominan los nuevos franceses, los hijos de trabajadores extranjeros que no acaban de encontrar acomodo en la sociedad de destino. Estudian espa?ol como segunda lengua. Fabrice Bonnin, su profesor, ha sido el art¨ªfice de la excursi¨®n taurina. "Queremos mostrarles la herencia musulmana en Espa?a y visitamos monumentos, pero tambi¨¦n quer¨ªa introducirles en el campo que es algo ex¨®tico para ellos".
En la finca conviven gamos, muflones y diversas variantes bovinas. El gu¨ªa radiograf¨ªa hasta la edad de cada ejemplar. Hay decenas de nombres para definir a un toro seg¨²n los pitones y seg¨²n el color. Los deformes, fe¨²chos o contrahechos no llegar¨¢n jam¨¢s a la plaza. Pueden acabar sus d¨ªas escapando de la masa en la fiesta de alg¨²n pueblo o en el matadero. En Arenales, semilibres, todos desprenden una placidez de vaca, pelean lo justo por el mando y corren lo indispensable. Pero si lo hacen: ¨¢rbol y suelo. O carreras en c¨ªrculo. Aconseja Ceballos: "Hay que buscarle el rabo".
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