El infierno somos todos
Hubo un tiempo en que el nombre de Stephen King fue el chiste antes del t¨ªtulo en un cine de terror asfixiado por f¨®rmulas y lugares comunes. El prol¨ªfico autor de Maine sobrevivi¨® a su propio chiste para afirmarse como estimulante voz reflexiva sobre los mecanismos del miedo, mientras armonizaba vocaci¨®n popular y ambici¨®n literaria en novelas de progresiva complejidad.
El cineasta Frank Darabont siempre ha sido un buen lector de King y parece haber tenido claro desde el principio que en ¨¦l hab¨ªa, ante todo, un gran contador de historias: a la vez, un cl¨¢sico (Cadena perpetua) y un embaucador (La milla verde). Darabont fue un excelente traductor en el primer caso y un traidor involuntario en el segundo: el juego de King con las licencias formales de la novela por entregas en el original de La milla verde inspiraron una aparatosa mentira cinematogr¨¢fica. En La niebla, Darabont se bate con un King de g¨¦nero -es decir, con la quintaesencia King- y el resultado es tan estimulante como definitivamente extra?o: casi una pel¨ªcula de horror de arte y ensayo construida con material de serie B.
LA NIEBLA
Direcci¨®n: Frank Darabont.
Int¨¦rpretes: Thomas Jane, Toby Jones, Marcia Gay Harden, Nathan Gamble.
G¨¦nero: Terror. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 125 minutos.
Una niebla poblada de monstruos, h¨ªbridos de pulp y alucinaci¨®n surrealista, a¨ªsla a un grupo humano en un supermercado. Como en Los monstruos llegan a Maple Street, la situaci¨®n l¨ªmite sirve para ahondar en las nada sobrenaturales formas de monstruosidad que es capaz de desarrollar el ser humano cuando se enfrenta a lo inexplicable. Las potencialidades metaf¨®ricas de La niebla son amplias: King escribi¨® la primera versi¨®n de su relato en 1980, pero sus conclusiones son aplicables a este presente que ha vuelto a reciclar el fanatismo religioso como refugio ante los presuntos horrores venidos del exterior.
La escritura cl¨¢sica de Darabont da paso a una c¨¢mara nerviosa que no logra articular una opci¨®n de estilo ajustada a las necesidades del relato: King se mueve en la abstracci¨®n y la ambig¨¹edad y Darabont se empe?a en barnizar el conjunto de hiperrealidad y en proporcionar una risible explicaci¨®n de la pesadilla que merecer¨ªa pasar a los anales del desprop¨®sito. En complicidad con el escritor, el cineasta se atreve, no obstante, a llevar su relato hasta una de las m¨¢s desoladoras zonas de oscuridad que ha tanteado el g¨¦nero en los ¨²ltimos a?os: el final es de los que no se olvidan. Y habr¨¢ quien no lo perdone.
Babelia
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