El precipicio como amenaza
Hubo un tiempo en el que Hal Hartley era el m¨¢s sofisticado, el m¨¢s moderno de los cineastas independientes americanos. Sin embargo, su reinado de finales de los ochenta y principios de los noventa, alcanzado con seductoras pel¨ªculas como La incre¨ªble verdad o Simple men, se vino abajo tras la explosiva Henry Fool (1997), su ¨²ltima gran historia. Sus metaf¨ªsicos personajes, amparados en una vulgar cotidianidad, su particular¨ªsimo sentido del humor, su estramb¨®tica visi¨®n de la vida, entre la ingenuidad y la profundidad, su limpieza visual y su exquisita utilizaci¨®n de la m¨²sica se hab¨ªan agotado. M¨¢s que nada, por reiteraci¨®n (tanto suya como de sus m¨²ltiples seguidores). As¨ª, tras un pu?ado de cortometrajes y tres pel¨ªculas no estrenadas comercialmente en Espa?a (una de ellas, No such thing, que este cr¨ªtico pudo ver en Cannes en 2001, era una monumental locura alrededor del mito de la Bella y la Bestia), Hartley regresa a las pantallas justo donde se qued¨® hace una d¨¦cada, con una secuela de aquella Henry Fool, titulada Fay Grim, donde sus se?ales de agotamiento han degenerado en una falsaria cinta de dise?o pol¨ªtico centrada en el espionaje.
FAY GRIM
Direcci¨®n: Hal Hartley.
Int¨¦rpretes: Parker Posey, Jeff Goldblum, James Urbaniak, Saffron Burrows, Liam Aiken.
G¨¦nero: thriller. EE UU, 2006.
Duraci¨®n: 118 minutos.
El cine de Hartley era mejor cuanto m¨¢s se alejaba de la trama general que serv¨ªa de excusa (casi como un mcguffin) y m¨¢s se acercaba a los sentimientos de los personajes. En Amateur (1994), por ejemplo, se daba un buen paseo (sin caerse) por el alambre del rid¨ªculo, adonde ha llegado en Fay Grim, una paranoia de espionaje en torno a Afganist¨¢n, la CIA, un libro de memorias, mensajes en clave, sat¨¦lites de posicionamiento y contrabando de armas en Chechenia. Un caj¨®n (de)sastre donde el mcguffin adquiere una importancia capital.
Hartley ha pasado de tomarse en broma sus historias y muy en serio a sus criaturas a justamente lo contrario. El absurdo siempre estuvo presente en su obra, pero como fascinante precipicio al que hab¨ªa que acercarse sin llegar a caer. En Fay Grim, la gloriosa ingenuidad y la refinada ternura de sus mejores pel¨ªculas han perdido la batalla contra la vacuidad envuelta en un carrusel de planos inclinados.
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