Pasos en el desarme
Espa?a debe dejar de fabricar bombas de racimo tras el pacto internacional para prohibirlas
La desaparici¨®n de las bombas de racimo podr¨ªa ser realidad despu¨¦s de que 109 pa¨ªses hayan aprobado en Dubl¨ªn el texto de una convenci¨®n internacional que proh¨ªbe su uso, fabricaci¨®n, adquisici¨®n y almacenamiento. Este acuerdo sigue al alcanzado en Ottawa hace m¨¢s de una d¨¦cada, por el que se proscribieron las minas antipersona. Tanto en un caso como en otro se trata de armas que provocan v¨ªctimas indiscriminadas y que, por sus especiales caracter¨ªsticas, acaban ceb¨¢ndose en las poblaciones civiles de las zonas en guerra. Adem¨¢s, la dificultad que entra?a su localizaci¨®n hace que permanezcan activas por tiempo indefinido despu¨¦s de que finalicen los conflictos, obstaculizando la reconstrucci¨®n y la recuperaci¨®n de la normalidad.
El texto acordado en Dubl¨ªn excluye la posibilidad de que los pa¨ªses firmantes establezcan reservas sobre algunas disposiciones del Tratado; tampoco contempla periodos de transici¨®n para seguir empleando estas armas. Son aspectos positivos de una Convenci¨®n cuyo principal problema reside en que los mayores fabricantes -Estados Unidos, Rusia, China, Israel, India y Pakist¨¢n- no han participado en las negociaciones, y es de prever que no atiendan sus disposiciones. Para entrar en vigor, la Convenci¨®n requiere la ratificaci¨®n de al menos 30 firmantes y est¨¢ previsto alcanzar ese n¨²mero antes del 2 de diciembre, fecha en la que tendr¨¢ lugar una solemne ceremonia en Oslo, la ciudad en la que empez¨® a fraguarse este Tratado.
Espa?a es pa¨ªs productor de bombas de racimo y el Gobierno, con buen criterio, ha firmado el texto de la convenci¨®n. Con ello, no s¨®lo se ha comprometido a detener la producci¨®n sino tambi¨¦n a destruir los arsenales existentes. Los plazos para cumplir estas obligaciones s¨®lo empiezan a correr despu¨¦s de la ratificaci¨®n del convenio, pero nada impedir¨ªa empezar a hacerlas efectivas de forma inmediata. Puesto que el texto acordado en Dubl¨ªn puede ser considerado, entre otras cosas, como una denuncia impl¨ªcita de los inhumanos efectos de las bombas de racimo, resulta hasta cierto punto incongruente, y, desde luego, moralmente inexplicable, que su producci¨®n o su almacenamiento se prolongue por una simple formalidad en el cumplimiento de los compromisos internacionales.
As¨ª lo ha entendido Alemania y as¨ª deber¨ªa entenderlo el Gobierno espa?ol.
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