La melancol¨ªa y la infelicidad como musas inspiradoras
El escritor Eric G. Wilson se lanza contra la idea moderna de la alegr¨ªa
"Hay carcajadas que te hacen cerrar los ojos". Con esta frase contundente, el poeta Luis Garc¨ªa Montero intentaba explicar la batalla que el profesor Eric G. Wilson ha decidido emprender en contra de la joya de la corona. La que todos quieren abrazar. La que los empresarios se empe?an en vender. La que los padres quieren para sus hijos. La que los pol¨ªticos incluyen en sus discursos: la ut¨®pica y sobrestimada felicidad.
"Fue el cavern¨ªcola melanc¨®lico y retra¨ªdo que se quedaba atr¨¢s y meditaba, mientras sus felices y musculosos compa?eros cazaban la cena, quien hizo avanzar la cultura", afirma Wilson en su libro Contra la felicidad. En defensa de la melancol¨ªa (Taurus), que aparece en Espa?a en esta feria del libro primaveral -nada m¨¢s feliz- salpicada de lluvia -nada m¨¢s melanc¨®lico. Y es justamente esta dualidad inherente al ser humano la que defiende Wilson en su pol¨¦mico ensayo.
"El ser humano es feliz e infeliz" conviene Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, quien ayer hizo la presentaci¨®n del libro en la feria junto a los escritores Luis Garc¨ªa Montero, Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu y Javier Pradera. "S¨®lo podemos considerarnos ciudadanos en la medida en que nos distanciemos de esa felicidad impuesta, falsa", agreg¨® Ridao.
"Seg¨²n una encuesta reciente del Pew Research Center, casi el 85% de los estadounidenses cree que son muy felices o, por lo menos, felices". Wilson menciona el culto a la belleza, la obsesi¨®n por acumular riquezas y las c¨®modas pastillas para la felicidad, y se pregunta, casi con desespero, en la introducci¨®n de su ensayo: "?Qu¨¦ podemos hacer con con esa obsesi¨®n por la felicidad, obsesi¨®n que podr¨ªa conducir a la extinci¨®n s¨²bita del impulso creativo?".
No es esta eleg¨ªa a la melancol¨ªa de Wilson el discurso hura?o del se?or Scrooge, de Dickens, sino una voz rebelde contra la imposici¨®n deliberada de la idea de felicidad que la sociedad estadounidense se ha empe?ado en acu?ar y una reafirmaci¨®n de la melancol¨ªa como motor de la creatividad.
Para Montero, "el estado de melancol¨ªa permite ser due?o de tu opini¨®n y tu destino", y, sobre todo, "instalarse en el territorio inc¨®modo de la conciencia individual". El mismo Wilson confiesa en su libro que s¨®lo cuando se tom¨® en serio su melancol¨ªa, "mi familia me conoci¨® a fondo y desarrollamos una relaci¨®n m¨¢s estrecha".
El debate sobre la relevancia de la melancol¨ªa como motor creativo no es reciente. Jorge Luis Borges elogiaba con frecuencia el monumental libro de Robert Burton Anatom¨ªa de la melancol¨ªa, aparecido en 1921, que tambi¨¦n han celebrado en su momento Samuel Beckett, Anthony Burgess y John Keats, quien compuso tambi¨¦n su famosa Oda a la melancol¨ªa.
Burton afirmaba que s¨®lo son inmunes a la "bilis negra" los tontos y los estoicos. Tiempo despu¨¦s el genial Gustave Flaubert reformular¨ªa la idea con una frase m¨¢s incisiva: "Ser est¨²pido, ego¨ªsta y estar bien de salud, he aqu¨ª las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, est¨¢is perdidos".
En 1932, Aldous Huxley en Un mundo feliz adelant¨® un retrato de la sociedad contempor¨¢nea. Una sociedad sin problemas, con tecnolog¨ªa de punta, producci¨®n en serie, prosperidad y paz a costa de los valores familiares, la cultura y los sentimientos. Algo parecido a la sociedad estadounidense que critica Wilson y a la cual pertenece el profesor. Wilson se pregunta: "?Tiene la ignorancia que ver con la felicidad, la cual nos crea mundos planos, sin complejidades intelectuales?". Un cuestionamiento que Ray Bradbury hizo ya en 1953 en su Fahrenheit 451, en el que millones de libros eran quemados porque leer confund¨ªa la mente y causaba preocupaciones, por lo tanto imped¨ªa que la gente fuera feliz.
El escritor Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu afirm¨®: "No hay protagonistas felices en la literatura porque la infelicidad genera conflicto dram¨¢tico", y recuerd¨® las primeras l¨ªneas de Ana Karenina, de Tolstoi: "Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". Con ella explic¨® que "instalarse en la infelicidad es imposible" y que conviene disfrutar de los momentos felices, aunque tambi¨¦n "abrazar el ¨¦xtasis melanc¨®lico para hacer estallar la creatividad".
Wilson cierra su ensayo con una reflexi¨®n perturbadora: "Promover la sociedad de la felicidad absoluta es fabricar una cultura del miedo". Y remata con una invitaci¨®n c¨¢lida: "Debemos encontrar el camino, por dif¨ªcil que sea, para ser quienes somos, hosquedad incluida".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.