EE UU exagera la amenaza de Al Qaeda
En una entrevista reciente, el jefe de Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff, proclam¨® que la "lucha" contra el terrorismo es una lucha "existencial importante", con cuidado de diferenciarla, por lo visto, de todas esas otras luchas existenciales insignificantes que hemos librado en el pasado.
Mientras tanto, The New York Times asegura que "la lucha contra Al Qaeda es la batalla fundamental de esta generaci¨®n", y John McCain ampl¨ªa el concepto y la llama "el reto trascendental del siglo XXI", mientras que los dem¨®cratas insisten sin cesar en que la guerra de Irak ha reforzado y vuelto m¨¢s compleja la amenaza terrorista.
Quiz¨¢ ha llegado la hora de evaluar esas proclamaciones tan estridentes y alarmantes sobre la amenaza que representa el terrorismo islamista para Estados Unidos. Son declaraciones que no parecen muy justificadas y que recuerdan a lo que se dec¨ªa en la guerra fr¨ªa sobre la "amenaza" que supuestamente encarnaban los comunistas locales, unas preocupaciones que demostraron ser enormemente exageradas.
Lo normal es que el peligro 'yihadista' se desvanezca con el tiempo
El FBI no ha sido capaz de hallar una sola c¨¦lula aut¨¦ntica de la organizaci¨®n
Un punto de partida excelente son los an¨¢lisis que ofrece Marc Sageman en sus conferencias y en un libro de reciente publicaci¨®n, Leaderless Jihad. Sageman, hoy profesor en la Universidad de Pennsylvania, es un antiguo miembro de los servicios de inteligencia norteamericanos, con experiencia en Afganist¨¢n. Tras examinar de forma minuciosa y sistem¨¢tica datos p¨²blicos y secretos sobre yihadistas y aspirantes a yihadistas en todo el mundo, Sageman divide Al Qaeda -pr¨¢cticamente los ¨²nicos terroristas cuyo objetivo parece ser Estados Unidos- en tres grupos.
En primer lugar, existe un grupo que subsiste de las luchas contra los sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n durante los a?os ochenta. En la actualidad est¨¢n congregados y escondidos alrededor de Osama Bin Laden, en alg¨²n lugar de Afganist¨¢n o Pakist¨¢n. Esta banda, opina Sageman, est¨¢ formada probablemente por unas cuantas docenas de individuos. Y en la misma zona se encuentra el segundo grupo: alrededor de 100 combatientes que quedan de la ¨¦poca dorada de Al Qaeda en Afganist¨¢n, en los a?os noventa.
Estas dos partes fundamentales de las fuerzas enemigas suman seguramente menos de 150 personas. Quiz¨¢ mantienen algo parecido a "campos de entrenamiento", pero no parece que sean muy importantes. Tambi¨¦n contribuyen a la insurgencia de los talibanes en Afganist¨¢n, mucho mayor y dif¨ªcil de controlar.
Aparte de este peque?o colectivo, concluye Sageman, el tercer grupo est¨¢ formado por miles de simpatizantes y aspirantes a yihadistas repartidos por todo el mundo, que se relacionan sobre todo a trav¨¦s de chats en Internet, entablan conversaciones de tono radical y se retan unos a otros a hacer algo.
Por supuesto, todos esos desafortunados -e incluso pat¨¦ticos- individuos deben considerarse potencialmente peligrosos. De vez en cuando, pueden agruparse lo suficiente para llevar a cabo actos de violencia terrorista, y cualquier esfuerzo policial para detenerlos antes de que los cometan est¨¢ justificado.
Ahora bien, la noci¨®n de que constituyen una amenaza existencial para todo el mundo parece tan fant¨¢stica como algunos de los planes que ellos elaboran, y cualquier idea de que puedan obtener armas nucleares es verdaderamente disparatada.
Lo normal es que la amenaza que constituyen todos estos personajes se desvanezca con el tiempo. A no ser, claro est¨¢, que Estados Unidos tenga una reacci¨®n desmesurada y haga algo que les permita incrementar su n¨²mero, su prestigio y su empe?o; cosa que es, no hace falta decirlo, completamente posible.
He pedido la opini¨®n sobre esta extraordinaria y poco convencional evaluaci¨®n de la amenaza terrorista a otros destacados expertos que llevan a?os estudiando el tema. En general, est¨¢n de acuerdo con Sageman.
Uno de ellos es Fawaz Gerges, del Sarah Lawrence College, cuyo magn¨ªfico libro The Far Enemy, escrito a partir de cientos de entrevistas en Oriente Pr¨®ximo, analiza la aventura yihadista. Como preocupaci¨®n a?adida sugiere que el tercer grupo de Sageman incluye tal vez una subcategor¨ªa peque?a, pero quiz¨¢ en aumento, de j¨®venes desafectos y desesperados en Oriente Pr¨®ximo, muchos de ellos casi analfabetos, cuya indignaci¨®n ante Israel y la presencia de Estados Unidos en Irak puede convertirles en carne de ca?¨®n para la yihad. Ahora bien, esa gente representar¨ªa un problema sobre todo en esa regi¨®n (incluido Irak), no en otros lugares.
Otro modo de evaluar la amenaza es prestar atenci¨®n al volumen real de violencia perpetrada por los islamistas violentos en todo el mundo, fuera de las zonas de guerra, desde el 11-S. El recuento incluir¨ªa acciones terroristas tan terribles y publicitadas como las que se cometieron en Bali en 2002; Arabia Saud¨ª, Marruecos y Turqu¨ªa en 2003; Filipinas, Madrid y Egipto en 2004, y Londres y Jordania en 2005.
Aunque es un recuento siniestro, la cifra total de personas muertas en esos atentados yihadistas asciende a unas 200 o 300 al a?o. Que no se me malinterprete: ninguna de esas personas deber¨ªa haber muerto, evidentemente, pero los datos globales no indican que los autores constituyen una de las principales causas de mortalidad en el planeta y ni mucho menos una amenaza existencial. En comparaci¨®n, durante el mismo periodo, s¨®lo en Estados Unidos, murieron muchas m¨¢s personas ahogadas en su ba?era.
Una raz¨®n importante de que esas cifras sean bajas, destacan Sageman y Gerges, es que los servicios policiales de todo el mundo, muchas veces en colaboraci¨®n, han capturado o desbaratado a miles de terroristas yihadistas posibles desde el 11-S. No s¨®lo las polic¨ªas europeas, sino tambi¨¦n las de Egipto, Jordania, Siria, Ir¨¢n, Indonesia, Marruecos, Arabia Saud¨ª y Pakist¨¢n. Y se han puesto en movimiento no por amor a Estados Unidos, ni mucho menos a su pol¨ªtica exterior, sino porque los terroristas tambi¨¦n son un peligro para ellos.
Por lo dem¨¢s, los actos terroristas suelen ser contraproducentes para sus autores. Antes de que estallaran varias bombas en diversos hoteles de Jordania, el 25% de los jordanos ten¨ªa una opini¨®n favorable de Bin Laden. Despu¨¦s de los atentados, esa proporci¨®n cay¨® a menos del 1%.
Mientras tanto, tras a?os de mucho dinero invertido y una s¨®lida labor detectivesca, ni el FBI ni otros organismos de investigaci¨®n han sido capaces de descubrir una sola c¨¦lula aut¨¦ntica de Al Qaeda en el interior de Estados Unidos. Es decir, da la impresi¨®n de que las "amenazas" proceden sobre todo de los yihadistas sin jefe de los que habla Sageman: personas que se nombran a s¨ª mismas, a menudo aisladas unas de otras, que tienen la fantas¨ªa de que van a llevar a cabo haza?as extraordinarias.
De vez en cuando, algunos de esos personajes pueden hacer da?o, pero, en la mayor¨ªa de los casos, su capacidad y sus planes -o supuestos planes- parecen mucho menos apocal¨ªpticos de lo que con tanta viveza, incluso histeria, indican las informaciones de prensa.
Est¨¢, por ejemplo, el diab¨®lico aspirante a terrorista que quer¨ªa poner bombas en centros comerciales de Rockford, Illinois, y que intercambi¨® dos altavoces de m¨²sica usados por una pistola falsa y cuatro granadas de mano tambi¨¦n falsas que le dio un informador del FBI. Si las armas hubieran sido de verdad, habr¨ªa podido causar alg¨²n da?o, pero desde luego no era ninguna amenaza que fuera existencial contra Estados Unidos, Illinois, Rockford ni tan siquiera el centro comercial.
Si la "lucha" contra enemigos como ¨¦sos es la "batalla central" o el "reto trascendental" de nuestra generaci¨®n (y nuestro siglo), creo que saldremos bastante bien librados.
? 2008, Global Viewpoint
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
John Mueller es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Ohio. Su libro m¨¢s reciente se titula Overblown.
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