La mano tendida de Hanna
Quisiera compartir con el lector una experiencia reciente. Es la primera vez que me ocurre en mi vida docente, que ya viene de lejos y que acabo de recuperar al reincorporarme como catedr¨¢tico de Filosof¨ªa al Instituto San Vicente Ferrer de Algemes¨ª. Hace escasos d¨ªas, una alumna marroqu¨ª acudi¨® a la sala de profesores. Inici¨¦ una conversaci¨®n con ella, usando franc¨¦s y espa?ol, pero era dif¨ªcil. Mi alumna es de Rabat, se llama Hanna y no habla franc¨¦s con fluidez, tan s¨®lo ¨¢rabe. Me interes¨¦ por su libreta, en la que identificaba objetos nombrados en espa?ol con las correspondientes palabras ¨¢rabes, y al contrario. Le pregunt¨¦ si podr¨ªa hacerme una redacci¨®n, siquiera somera, sobre un tema. Y le propuse el siguiente: "?Qu¨¦ es bueno para ti?". Me dio, como pudo, su palabra de intentarlo.
No es necesario un contrato para que los inmigrantes cumplan la ley como los dem¨¢s
Desde ese momento, siempre que nos encontramos en el instituto corre hacia m¨ª, con una enorme sonrisa, me dice en un mal espa?ol "Buenos d¨ªas, profesor", y tiende su mano para estrechar la m¨ªa.
Puede ser una an¨¦cdota, pero para m¨ª tiene cierta trascendencia. En los ¨²ltimos tiempos se escuchan demasiados mensajes repletos de rusticidad y sinsentido dirigidos contra los inmigrantes en suelo espa?ol. Y en particular desde aquellos que menos deber¨ªan hacerlo: pol¨ªticos y partidos con importantes responsabilidades p¨²blicas. Y me pregunto c¨®mo entender¨ªa Hanna el "contrato de integraci¨®n" que plante¨® Rajoy en su programa electoral para las generales del pasado 9 de marzo. Y si le extender¨ªa de igual modo su mano en un saludo sincero y abierto.
?Qu¨¦ mejor contrato de integraci¨®n, me pregunto, que el gesto inequ¨ªvoco de cercan¨ªa y afabilidad de Hanna tendi¨¦ndome su mano por los pasillos de un instituto de este pa¨ªs? ?Cu¨¢ntas Hannas habr¨¢ felizmente en Espa?a? Muchas. Y todas ellas, estoy seguro, suspiran pensando en un pa¨ªs que no s¨®lo las acoja con la frialdad de la ley, sino con el aliento humano por excelencia: el de la cordial hospitalidad, respetuosa y por ello respetable. Hanna no entiende, seguro, por qu¨¦ ella puede suponer un problema para la sociedad espa?ola, ni en qu¨¦ sentido pudiera representarlo para nadie. Por el contrario, valora los gestos sinceros de acogida, los gestos humanos de aproximaci¨®n y afecto al otro, a nuestros pr¨®ximos, a nuestros pr¨®jimos que vienen buscando en nuestro pa¨ªs lo que en ning¨²n otro han podido encontrar: una vida propia y un respeto colectivo.
Naturalmente que hay que exigir legalidad al proceso de inmigraci¨®n en Espa?a. Y tambi¨¦n acuerdo entre las grandes fuerzas parlamentarias al respecto. Y ning¨²n g¨¦nero de capricho, experimento o ligereza de nuestro pa¨ªs en el seno de la Uni¨®n Europea ni en las instituciones occidentales a las que se ha ido sumando. Claro que no. Pero Hanna no entiende, a buen seguro, a qu¨¦ me estoy refiriendo en el p¨¢rrafo anterior. En cambio, estar¨ªa encantada de que alguien, con atenci¨®n, respeto y afecto, se lo explicase como ella merece: lentamente, con paciencia, con inter¨¦s por su proceso de aprendizaje y adaptaci¨®n... y con ganas, s¨ª, tambi¨¦n con ganas, de aprender el tesoro que ella esconde: su lengua, sus signos, su alfabeto, sus costumbres, el sentido de su vida, la libertad a la que tiene derecho, de la que ya disfruta o que quiz¨¢ todav¨ªa deba encontrar. Precisamente porque yo no s¨¦ ¨¢rabe puedo ilustrarme, siquiera un poco, del pasado y presente cultural que representa la lengua de Hanna.
Si esa actitud fuese com¨²nmente extendida entre la sociedad espa?ola, todo ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil y m¨¢s humano. Hay que reconocer al otro como a uno mismo para darse cuenta hasta el fondo de lo que somos y de lo que ignoramos ser. Y entonces, en ese momento exacto, nace el sentimiento m¨¢s profundo de respeto y de dignidad entre iguales. Es por esto, porque somos iguales, porque ambos somos ciudadanos, t¨² y yo, por lo que no debemos nunca iniciar en nuestro pa¨ªs ning¨²n "contrato de inmigraci¨®n". ?Para qu¨¦? ?Qu¨¦ es lo acostumbrado en Espa?a? ?Qui¨¦n determina que ciertas cosas pueden ser consideradas costumbres universales de los espa?oles? La falacia es tan evidente que asombra pensar que a alguien que representa, y debe hacerlo con altura y dignidad, a tantos millones de espa?oles, se le ocurran cosas as¨ª.
Hanna tiene derecho a la Constituci¨®n; al disfrute de todos sus derechos y libertades y al cumplimiento de todos sus deberes; y se le puede exigir, l¨®gicamente, el acatamiento de las leyes democr¨¢ticas que rigen la convivencia espa?ola. Claro, precisamente porque es una ciudadana m¨¢s de Espa?a, en igualdad de derechos y deberes que el resto de los ciudadanos. Por eso, no por alg¨²n extra?o motivo ajeno a la raz¨®n democr¨¢tica.
Joaqu¨ªn Calomarde, ex diputado al Congreso, es catedr¨¢tico y escritor.
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