Satan¨¢s en la Feria
En los monumentos del Parque del Retiro conviven con el diablo escritores tan notables como don Benito P¨¦rez Gald¨®s, sin que de las relaciones que como vecinos hayan establecido Belceb¨² y el novelista se conozca ning¨²n efecto diab¨®lico no atisbado con anterioridad. El monumento que all¨ª tiene el ¨¢ngel ca¨ªdo es ¨²nico en el mundo. Pero no creo que el Ayuntamiento y los organizadores de la Feria del Libro de nuestra ciudad tuvieran en cuenta la vecindad del demonio para ponerse a su sombra. De ser as¨ª no podr¨ªan contar con el arzobispo de Madrid para que firme sus libros en la Feria ni con los fieles que requieran su firma. Esta vez Antonio Mar¨ªa Rouco Varela no firmar¨¢ Alto y claro, un libro que contiene conversaciones con ¨¦l, porque ha ordenado que sea retirado de la venta, sin que a primera vista parezca que el diablo haya inspirado su decisi¨®n, aunque monse?or declare en el libro a Satan¨¢s principal enemigo de la Iglesia cat¨®lica espa?ola. Pero lo declara tal, no llam¨¢ndolo por su nombre, sino por su t¨ªtulo: "pr¨ªncipe de este mundo". Es decir, evitando no coincidir con el periodista Federico Jim¨¦nez Losantos, que ha llamado Satan¨¢s al alcalde de Madrid sin m¨¢s remilgos aristocr¨¢ticos.
Rouco no firma, y cu¨¢nto color dar¨ªa al festejo librero si lo hiciera con su ropa p¨²rpura
Pero los libros no s¨®lo encierran diabluras, aunque los mejores no renuncien a ellas, sino que contienen a veces materia de catequesis. Porque un libro puede ser tambi¨¦n desde un manual pr¨¢ctico a un compendio de predicaciones, como lo demuestra el hecho de que en la Feria madrile?a formen largas colas los fieles ante los gur¨²s que firman sus alegatos intolerantes para llevarse despu¨¦s el libro a casa como un manual de instrucciones o como una reliquia bendita. La literatura es una cosa y el libro, naturalmente, otra. Y no digo que el lector de la buena literatura no se sienta tentado en algunos casos por el fetichismo y busque tocar en la Feria del Libro a su escritor o escritora venerados. Aflora all¨ª, adem¨¢s, la complicidad entre quienes inventan mundos que ampl¨ªan nuestras vidas y el lector que penetra en esos mundos, o entre quien logra transmitir la emoci¨®n que nuestras vidas encierran y quienes gozan con ellos de esa emoci¨®n, o entre quienes reflexionan con rigor sobre el mundo que queremos y el mundo que tenemos y los que participan de esa reflexi¨®n como lectores. Puede tratarse de autores muy diversos y con distintas calidades, de autores para variados gustos y con una suerte u otra en la venta de sus libros, al igual que sus lectores son, m¨¢s cultos o menos, m¨¢s entusiastas de lo popular o disfrutadores de ficciones de mayor o menor complejidad, pero lectores. El libro puede ser, entre otras cosas, un paisaje de aventuras muy hermoso y una buena ocasi¨®n de pecar con la imaginaci¨®n del lector y el autor, ya que el placer de leer es tan variado como m¨¢gico.
Y a lo mejor eso es lo que aparta a algunos fieles de Rouco del placer de la lectura. Y son esos fieles los que viven ahora un gran desconsuelo por no poder leer un libro de conversaciones con su cardenal que su cardenal ha prohibido. Cualquier malpensado puede ver en esta tensi¨®n entre el arzobispo y sus editores una estrategia de marketing para que el libro se lea m¨¢s entre los discrepantes de Rouco que entre sus seguidores, que es lo que seguramente va a ocurrir. De modo que el enemigo de Rouco no se ver¨¢ privado de conocer lo que piensa el arzobispo sobre las carencias democr¨¢ticas de la Espa?a laica, mientras sus seguidores han de aceptar la voluntad de su pastor y, ya que las librer¨ªas cat¨®licas han devuelto el libro a sus distribuidores, les tocar¨¢ mortificarse y no adquirirlo en las librer¨ªas independientes o perseguidoras de la Iglesia, que tambi¨¦n debe haberlas. A pesar de la resignada aceptaci¨®n que les exige la obediencia, considerar¨¢n, y se entiende que lo consideren, que es una l¨¢stima no llegar a lo que el libro les habr¨ªa conducido: permitirles hablar con su arzobispo, conocerlo mejor y, ahora que Mariano Rajoy se ha serenado, saber por boca de la Iglesia que preside c¨®mo y por d¨®nde se rompe Espa?a o por d¨®nde Espa?a rompe su Iglesia. Bien es verdad que si Rouco no firma en la Feria, y cu¨¢nto color dar¨ªa al festejo librero si lo hiciera con su ropa p¨²rpura, s¨ª lo hace su cuadro de autores de la cadena de radio de su irresponsabilidad en una misma l¨ªnea de pensamiento. Pero no se trata de animar a Ruiz-Gallard¨®n a que lleve a Rouco a los tribunales como ha llevado a Jim¨¦nez Losantos, no ya por empresario del medio en el que lo han injuriado tan gravemente como a otros, sino como posible inductor del periodista a ver retratado a Satan¨¢s en el mism¨ªsimo alcalde de Madrid.
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