Arte a precio de oro contra la crisis
Arranca la gran cita suiza de la creaci¨®n contempor¨¢nea - Las galer¨ªas venden m¨¢s que nunca, pese al frenazo econ¨®mico - Un recorrido por Art Basel en el d¨ªa reservado a los coleccionistas
Hay quien da lecciones de c¨®mo se exhibe el arte. Un magn¨ªfico rothko en tonos rojizos en una peque?a habitaci¨®n con un asiento para observarlo en silencio. Es un cuadro valorado en unos 19 millones de euros. ?Peep-show o capilla? Un lugar para el voyeur y el penitente, un lugar para el deseo y la sumisi¨®n. Mucho m¨¢s sencillo: "Un rinc¨®n para experimentar la comunicaci¨®n con el arte", seg¨²n Samuel Keller, director de la Fundaci¨®n Beyeler, en cuyo pabell¨®n
se exhibe esta pieza. Estamos en Art Basel, la feria que ¨¦l dirigi¨® hasta el a?o pasado y que llev¨® a la cabeza de las citas internacionales de este tipo.
En las ant¨ªpodas de la m¨ªstica un apresurado comprador pregunta: "?Qu¨¦ precio tiene?". "No se vende", responde Keller. El coleccionista se retira, no quiere perder el tiempo. Keller sonr¨ªe. La feria de arte suiza abri¨® sus puertas ayer a los coleccionistas de "primera opci¨®n" y desde las primeras horas se llen¨® de personas venidas de todo el mundo dispuestas a firmar cheques con muchos ceros. Un total de 306 galer¨ªas con trabajos de cerca de 2.000 artistas de los cinco continentes alimentan el m¨¢s lujoso mercado del arte. Entre ellas, siete galer¨ªas espa?olas, cinco de Madrid (Helga de Alvear, Juana de Aizpuru, Pepe Cobo, Elvira Gonz¨¢lez, Soledad Lorenzo) y dos catalanas (Pol¨ªgrafa y Nogueras Blanchard), que han sido capaces de superar la exigente criba entre un millar de solicitudes. "La naturaleza de la feria es comprimir en poco espacio y poco tiempo, arte, gente e informaci¨®n, pero la verdadera experiencia del arte deber¨ªa ser ¨¦sta", afirma Keller, se?alando su peque?o santuario profano. Predica paz en medio de un guirigay. ?Qu¨¦ pretender¨¢ El Gran Vendedor?
Brad Pitt y el millonario Roman Abram¨®vich han salido de compras
La iron¨ªa de Murakami toma forma en su 'Buda oval' plateado
El edificio de la feria, abierta hasta el domingo 8, bull¨ªa ayer de actividad. Piezas de museo que se venden como rosquillas, en medio, eso s¨ª, de mucha discreci¨®n. Gente famosa como el actor Brad Pitt y el millonario Roman Abram¨®vich, que hace pocas semanas romp¨ªa el mercado de las subastas con los mayores precios pagados por un bacon y un lucian freud, han venido de compras. "Se est¨¢ vendiendo much¨ªsimo, supera nuestras expectativas m¨¢s optimistas", celebraban ayer a mediod¨ªa Marc Spiegler y Annette Sch?nholzer, directores de esta 39? edici¨®n de Art Basel. Hay de todo, desde picassos y giacomettis, pasando por obras de Beuys, Merz, Kounellis, y Cragg, hasta Roni Horn o Zhang Huan. Todos con piezas de primer orden. Algunas galer¨ªas apuestan fuerte por un artista como la galer¨ªa neoyorquina Matthew Mark con Ellsworth Kelly, o la de la Helly Nahmad, con una colecci¨®n de 18 obras de Joan Mir¨®, la mayor parte de ellas pertenecientes a museos pero que sirven de reclamo para las cuatro que est¨¢n en venta. Para encontrar trabajos interesantes de artistas menos reconocidos hace falta un recorrido m¨¢s pausado. Aunque no tiene mucho sentido hacer una lista de excelencias si no se va a comprar. Y para apreciar arte contempor¨¢neo, a falta de una peque?a habitaci¨®n, Art Basel ofrece todo lo contrario.
En el edificio contiguo est¨¢ la exposici¨®n Art unlimited, con 70 obras de grandes dimensiones y no menor envergadura art¨ªstica. Hay poca gente el d¨ªa de los compradores compulsivos y se puede pasear entre magn¨ªficas esculturas, que es la t¨¦cnica dominante, junto a numerosos cuartos oscuros para v¨ªdeos y algunos murales en distintas t¨¦cnicas. La ir¨®nica ingenuidad del japon¨¦s Takashi Murakami toma forma en su monumental Buda oval (2007) plateado, de casi seis metros de altura. Una actitud similar al grupo de artistas chinos Yangjian, con una ocurrente instalaci¨®n inspirada en los paisajes de su pintura tradicional. Iron¨ªa tiene tambi¨¦n el norteamericano Tony Oursler, que proyecta un billete de 100 d¨®lares en el que el rostro de Benjamin Franklin murmura y se relame. Hay poca pintura, pero est¨¢ la Naturaleza muerta # 61 (1976), de Tom Wesselmann, de cuatro metros de largo, con llaves y rub¨ªes. Y el antol¨®gico mural fotogr¨¢fico de Richard Avedon, en el que aparece Andy Warhol y la pandilla de The Factory en 1969. Tambi¨¦n destaca un montaje de Thomas Hirshhorn, Hotel Democracy (2003), una especie de casa de mu?ecas de muchas habitaciones con muebles de ni?os y coloridas fotos de conflictos en las paredes. El chino Qiu Anxiong exhibe un aut¨¦ntico vag¨®n de tren de los a?os sesenta con proyecciones de viejas pel¨ªculas en blanco y negro en las ventanillas. Soldados, explosiones at¨®micas, sombras de personas que corren. Se ven desde fuera y tambi¨¦n por dentro del fantasmal vag¨®n.
Hay m¨¢s en esta exposici¨®n de arte ilimitado. Un inquietante v¨ªdeo del catal¨¢n Adri¨¤ Juli¨¤, titulado Una forma de pasar el tiempo, o la no menos amenazadora torre vig¨ªa de Fabrice Gygi. La naturaleza y el paisaje son motivos recurrentes en una serie de obras (Jan Dibbets, Peter Coffin) y tambi¨¦n los enga?osos reflejos del cristal (Pistoletto, James Lee Byars, Banks Violette). Basilea es una jaula de oro para el arte. No una capilla.

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