"La izquierda ha traicionado sus propios ideales"
De lo que trata Pascal Bruckner en La tiran¨ªa de la penitencia. Ensayo sobre el masoquismo occidental (Ariel) es de la mala conciencia de Europa. Una mala conciencia, que procede de una historia tan larga y tan sangrienta, que la tiene atenazada. Europa no se pronuncia, no interviene, no act¨²a. Procura ser comprensiva, tolerante y no cuestionar ni preguntarse demasiado por cuanto ocurre en todos esos lugares (Am¨¦rica, ?frica, Asia) en los que hace s¨®lo unos siglos (a veces, unas cuantas d¨¦cadas) a¨²n gobernaba, y que hab¨ªa conquistado previamente casi siempre con extrema crueldad. Bruckner es especialmente duro con la izquierda: "Al abrazar con tanto fervor el sentimiento de culpa, ha traicionado sus propios ideales", comenta el fil¨®sofo franc¨¦s durante su breve estancia en Madrid.
"La primera reacci¨®n a los atentados del 11-S fue sentirse culpables"
"El aut¨¦ntico combate contra el fanatismo isl¨¢mico es ideol¨®gico"
?C¨®mo surgi¨® ese af¨¢n de arremeter contra la irrelevancia actual del viejo continente? "Del momento que estamos viviendo. De los atentados de Madrid y Londres. Del propio esp¨ªritu de los tiempos que ha llevado a Europa a no saber pronunciarse con voz propia ante la emergencia del fundamentalismo isl¨¢mico", dice. Las casi 200 p¨¢ginas de su libro tienen un af¨¢n revulsivo desde el principio. Habla de "autoacusaci¨®n" y "fustigaci¨®n p¨²blica", trata a los europeos de "funcionarios del pecado original", escribe con rotundidad: "Del mismo modo que hay predicadores del odio en el islamismo radical, tambi¨¦n hay predicadores de la verg¨¹enza en nuestras democracias, sobre todo entre las ¨¦lites pensantes, y su proselitismo no es menor".
"Ya sabe lo que dec¨ªa Sartre", comenta Pascal Bruckner, "que la verg¨¹enza es un sentimiento revolucionario. Y ah¨ª seguimos. Con la mala conciencia de que Europa haya engendrado verdaderos monstruos e incapaces de reconocer que tambi¨¦n creamos los instrumentos para combatirlos, que los valores de igualdad, libertad y justicia social forman parte de nuestro vocabulario. Tanto af¨¢n en defender la diversidad cultural, que se ha renunciado a la dimensi¨®n universal de esos valores. Y de eso se trataba".
Bruckner considera que el terrorismo isl¨¢mico se sostiene en la hostilidad de los fan¨¢ticos hacia una sociedad abierta como la occidental, y echa chispas cuando, escribe en su libro, "la ultraizquierda corteja con semejante constancia a esta teocracia totalitaria". Bruckner se?ala como un gesto particularmente relevante de esa mala conciencia de Occidente algunas de las reacciones a un atentado tan brutal como el de las Torres Gemelas. "La primera reacci¨®n es proclamarse culpable: algo tenemos que haber hecho. Luego ya vienen las explicaciones. Que si la miseria de aquellos pa¨ªses, que si los conflictos que se generaron all¨ª, que si la humillaci¨®n, que si el petr¨®leo. ?Y si la pelota estuviera en su lado y fueran ellos los que no soportan nuestro modo de vida?". Se trata, pues, de una cuesti¨®n de maneras de ver la vida. "El aut¨¦ntico combate no es militar", subraya Bruckner, "es ideol¨®gico. No se trata de mandar soldados a morir, es una guerra de ideas".
"La extrema izquierda", explica despu¨¦s, con los ademanes distantes del fil¨®sofo que aplica el bistur¨ª a una sociedad enferma, "se ha convertido en el superyo de la izquierda e impide que se modernice, que defina su mensaje a prop¨®sito de dos grandes cuestiones: la econom¨ªa de mercado y la justicia social". Explica, en ese sentido, la emergencia de los populismos nacionalistas como un s¨ªntoma del debilitamiento del poder tradicional. "La masa ha perdido la confianza en los partidos y se vuelca con los l¨ªderes carism¨¢ticos".
Una de las cuestiones centrales que recorren su ensayo es el conflicto que se deriva de la avalancha de inmigrantes que llegan a Europa. As¨ª que critica, en primer lugar, la cuesti¨®n colonial. "Francia ha pasado por alto muchos desmanes del FLN argelino con tal de no ser tachada de colonialista. Pero lo que est¨¢ haciendo justamente es ejercer una suerte de segundo colonialismo, al seguir sin tratar de iguales a los pa¨ªses que estuvieron alguna vez bajo su dominio. No se puede mirar hacia otra parte, por esa vieja mala conciencia, cuando en muchos pa¨ªses africanos se cometen barbaridades".
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