Me lo dijo Chao
Aqu¨ª, en esta terraza donde los gatos mataron a los p¨¢jaros que mi madre le regal¨® a la ni?a, alguien me advierte de que en Madrid va a salir un peri¨®dico nuevo, y cuando regresa esa imagen yo tengo m¨¢s de treinta a?os m¨¢s que entonces, pero entonces, en aquel instante, la tarde cayendo, el oleaje lejano, miro al horizonte, escucho lo que me dicen, miro hacia los ¨¢rboles, hacia la casa del arquitecto, hacia el colegio de la ni?a, miro hacia el horizonte de Santa Cruz poblado de barcos, se adivina en el ambiente revenido el olor de la refiner¨ªa, e incluso, el l¨²pulo de la cervecer¨ªa, la algarab¨ªa de los ni?os en la vecindad, ese rumor que hace el aire de Santa Cruz cuando sube y baja de las monta?as que circundan la ciudad, en la casa tambi¨¦n hay ruido de ni?os, t¨² cuidas a la ni?a, ella est¨¢ arriba, lucha contra su soledad gritando, arremete con su cuna de madera contra las paredes, ha abierto un enorme boquete, una raya que describe la longitud de su cabreo, llora y cuando llora moquea tambi¨¦n, y su cara se parece a aquella cara que tuvo cuando tu madre la pel¨® al cero, para que no se contaminara de piojos, y estaba sentada sobre la colcha beis de la cama, all¨ª estaba ella, con sus mocos, su pelo al rape, mirando y riendo despu¨¦s de haber llorado en su cuna, pero esta vez estamos en otra casa, en lo alto de la ciudad, mirando hacia el horizonte, estamos con los brazos sobre el soporte del balc¨®n y yo a¨²n soy un chiquillo, somos dos chiquillos, del mundo no se sabe nada hasta que pasa el tiempo, pues entonces est¨¢bamos al principio del mundo y al principio del tiempo, la vida es un viaje y nosotros lo est¨¢bamos empezando, ahora que recuerdo aquellos instantes en que est¨¢bamos juntos como si hubi¨¦ramos iniciado un viaje eterno llegan a mi propia memoria las evidencias del desastre, uno siempre piensa que todo ha de durar eternamente cuando a¨²n no ha cumplido los treinta, pero luego, la edad, la vida, la suerte de los otros empieza a emitir mensajes, y nos dejamos sepultar por el tiempo, por el olvido, por la destrucci¨®n o por el amor desle¨ªdo, el amor que se rompe, las cosas que nadie rompe pero se rompieron.
Ram¨®n Chao me dijo que quiz¨¢ mi vida estaba en otro sitio, que deb¨ªa acelerar el paso, cambiar
Por aqu¨ª vive Caballero Bonald, cuyo libro de poemas 'Laberinto de fortuna' le¨ªa en el pasillo largo de tu casa vieja
Pues en ese instante, cuando estamos con los codos sobre la barandilla y escuchamos, tan lejanos, las sirenas de los barcos y los ruidos de las motos y de los coches y los gritos de los ni?os y los rumores de los ¨¢rboles, estamos a punto de ser sorprendidos por el futuro, el futuro es unas cuantas palabras que dice Ram¨®n Chao como al pasar, Ram¨®n Chao nos dice que va a salir un nuevo peri¨®dico en Madrid, se llama EL PA?S, lo est¨¢n preparando, se est¨¢ muriendo Franco, o acaba de morirse, yo estaba en la cocina de la casa, son las siete de la ma?ana, escucho a Le¨®n Herrera Esteban, aquel hombre de nariz apagada: "Ha muerto Franco", y yo te lo digo desde abajo, t¨² duermes, o dormitas, y yo grito: "??Ya!!", es la se?al, ya est¨¢, ese hombre ya est¨¢ muerto, se desenrolla la madeja, se empieza a desenrollar la madeja, estamos en el invierno de 1975, por tanto, y ¨¦l, Ram¨®n Chao, est¨¢ en esta casa con su mujer, con sus hijos, y uno de sus hijos luego ser¨ªa Manu, entonces ya era Manu, pero jugaba en el patio con Eva, con su hermano, conmigo, jugaba consigo mismo, era un ni?o ya cejijunto y cabreado, Manu quer¨ªa para ¨¦l el juguete, todos los juguetes; su madre, Felisa, le dec¨ªa: "Comparte, comparte", su guitarra era suya y pon¨ªa los dedos donde le daba la gana, peque?o y moren¨ªsimo, miraba, se alzaba sobre sus piececitos, a veces se cog¨ªa de mis bolsillos, era todo huesos, lo sigui¨® siendo, lo es, yo lo llevaba por la casa, le ense?¨¦ el taller donde alguna vez cre¨ª que iba a pasar toda mi vida, madera, una m¨¢quina de escribir amarilla, fotos antiguas, fotos modernas, una pipa a¨²n con la cazoleta caliente, tabaco de pipa, yo ya era un escritor profesional, en un lado ten¨ªa los folios escritos, en otro lado estaban los folios por escribir, bajaba las escaleras de la casa y ¨¦se era mi refugio, cuando uno se siente feliz, o medianamente feliz, o tranquilo, todo parece que va a durar siempre, y el sue?o es tan s¨®lo una interrupci¨®n de esa quietud, al d¨ªa siguiente todo vuelve a estar en orden, y este lugar era mi orden, en ese momento en que Ram¨®n Chao me dijo que quiz¨¢ mi vida estaba en otro sitio, que deb¨ªa acelerar el paso, cambiar; yo era ese hombre que a los 24 a?os pensaba que la vida hab¨ªa echado un ancla, ahora que miro al mar, esta ma?ana del oto?o de tantos a?os despu¨¦s EL PA?S est¨¢ a punto de nacer de nuevo y yo estoy entre los que lo ven hacerse, as¨ª que desde entonces hasta este momento mismo de la vida ha pasado la mitad de toda una historia, la parte de la historia en la que he vivido atolondrado, creyendo siempre que la edad no me golpear¨ªa nunca, haciendo lo que deb¨ªa y lo que no me correspond¨ªa, creyendo que la edad nunca me iba a decir "Hombre, al fin nos juntamos", pues ha llegado el momento, al fin nos juntamos mi edad y yo, y es en este instante en que una rendija de sol entra por la ventana lateral de mi cuarto en El M¨¦dano, t¨² preparas caf¨¦, acabo de tomar ciruelas y galletas y mangos y he subido aqu¨ª a escribir este libro que, en definitiva, nace para ir sabiendo qu¨¦ pas¨® cuando t¨² no estabas, pero t¨² est¨¢s aqu¨ª, te estoy oyendo, vas a comprar la prensa o recoges de los tendederos la ropa que tendiste ayer, yo compruebo en el ordenador si he recibido alguna comunicaci¨®n, mis manos se deslizan por el teclado buscando en ¨¦l alguna respuesta del futuro, pero el futuro es esto que ya viven los otros.
Pero ese momento que he querido describir es el pasado, ahora yo soy el futuro, siempre lo fuimos alguna vez, y ¨¦se era el futuro que dibujaba Ram¨®n Chao como en una rayuela, y de inmediato yo soy ese que viaja en avi¨®n a Madrid, t¨² vienes conmigo, est¨¢s en el asiento de al lado, llevas una pelliza de cuero, yo llevo una casaca marr¨®n, atr¨¢s queda ese garaje donde yo cre¨ª que iba a hacerme un escritor, cuando Ram¨®n me dijo que iba a salir un nuevo diario ya mi cabeza estaba en Madrid, siempre he sido el que viaj¨® y ya ha vuelto, y ahora que han pasado tantos a?os me he visto de nuevo en esa barandilla, ensimismado, mirando c¨®mo el viento agota las fechas del calendario, y de pronto ya estoy en Madrid buscando trabajo.
Me recibe este hombre silencioso, me deja hablar, va y viene por el despacho, no hay nada para m¨ª, por qu¨¦ me quiero ir de la isla, pobre de m¨ª, cuando he decidido marcharme no me estoy yendo, una parte de m¨ª ya se ha ido, una parte de m¨ª se queda, siempre estoy deseando que ocurran la mitad de las cosas que me propongo, y si las palabras van por delante, ya la mitad del trabajo est¨¢ hecho, basta que lo digas, me quiero ir, me quiero quedar, el tiempo pasa y lo quiero parar, pero entonces no exist¨ªa el tiempo, la juventud es que no exista el tiempo, que camine el reloj, pero que no exista el tiempo, y ahora veo los relojes y ya s¨¦ que falta menos, la distancia es m¨¢s corta, es m¨¢s corto el tiempo que queda de aqu¨ª al d¨ªa, me veo entre papeles y en las reuniones y en medio de viajes y de reyertas, donde se hace la soledad y donde habita el olvido, y todo lo que sucede parece lo ¨²ltimo que sucede, han sobrevenido las enfermedades y las muertes, los hombres han encanecido y otros han muerto, ha muerto mi padre, ha muerto mi madre, han muerto amigos m¨ªos muy queridos, ya se adelgaza la agenda de tel¨¦fonos, todo lo que fue la ilusi¨®n de vivir y de resistir y de sobrevivir y de combatir el embate del viento es un recuerdo del pasado, ya mis manos y mis pies y mi frente y mi entusiasmo y mi vida y todo no es m¨¢s que el recuerdo, la fuerza, el entusiasmo, la esperanza, la espera, el rumor, el griter¨ªo de un pasado en el que los d¨ªas tambi¨¦n eran as¨ª, pero no acababan nunca, se han ido muchos y algunos de los que quedan est¨¢n enfermos, quisiera ayudarles, hacerlos revivir, tambi¨¦n es una manera de revivir yo mismo, este hombre que me visita muestra en sus ojos ya casi ausentes el olvido al que lo somete su propia derrota, me mira, est¨¢ d¨¦bil, ha de sentarse para seguir, y yo soy su mano, me quiere llevar hasta el muelle, sabe que estoy escribiendo, pero ¨¦l quiere asirme, quiere llevarme consigo, a cantar junto al mar, ¨¦l no va a cantar, yo no voy a cantar, pero el cielo est¨¢ tan limpio, ¨¦l habla del cuento de los p¨¢jaros ingleses, me lo quiere contar, ya est¨¢ a punto, le mira el horizonte, es tan hermosa la tierra mojada despu¨¦s de la lluvia, incluso los contornos de las monta?as se han suavizado, el mar nos mira, parece que la naturaleza nos va a devolver a la ansiedad de seguir y de correr, pero ¨¦l est¨¢ triste, alrededor se ve c¨®mo han crecido las derrotas del tiempo.
Siempre ha sido as¨ª, mientras me voy quiero quedarme, pero una vez que lo digo ya se est¨¢ haciendo lo que quiero hacer, basta decirlo, as¨ª que estoy en Madrid, busco trabajo, quiero ser redactor de EL PA?S, me ha puesto Ram¨®n Chao en ese camino, no parar¨¦ hasta que lo consiga, as¨ª que es carnaval y vacaciones, voy y vengo a Madrid, hace fr¨ªo en las canillas y en las calles, llevo un pantal¨®n de lana, como aquel que llev¨¦ a Barcelona y se destroz¨® por los pespuntes, camino por las calles y es como si de pronto fuera otro y volara, qui¨¦n eres al final del d¨ªa, el que hizo la maleta y se fue, el que no es capaz de irse no ser¨¢ capaz de nada; Madrid estrecha el cerco sobre el que viene, tiene melancol¨ªa y ruido, hay adoquines en las calles, la gente es pobre, veo a mucha gente pobre en los barrios, hay pobres que piden en las aceras, yo no esperaba que una ciudad tan grande fuera tambi¨¦n tan pobre; entro en los portales, a¨²n hay serenos, los llaman por las noches con palmas, los taxis de la Gran V¨ªa son negros, creo que llevan una franja roja, en Pasapoga estoy viendo c¨®mo sale la gente del cabaret y se confunde con la gente Atahualpa Yupanqui, es tan grande, lo recuerdo al llegar a Tenerife, siempre lo recuerdo, y c¨®mo le recibieron los estudiantes, "?Yuyanki, Yuyanki!", porque hab¨ªa ido a Nueva York cuando Nueva York era como la Coca-Cola, aqu¨ª est¨¢, hemos visto juntos, yo no lo sab¨ªa, una pel¨ªcula, su mano guitarrera se rozaba con la m¨ªa, y en la pantalla hab¨ªa un filme de Francis Ford Coppola, La conversaci¨®n, nosotros la hab¨ªamos visto en silencio, en silencio se desarrollaba el drama, ahora, cuando veo cine recuerdo pel¨ªculas as¨ª, historias en las que va creciendo mi propia historia, y yo soy el malo, el bueno, el desasistido, el que ha perdido, el triste, estoy hecho de literatura y de sue?os y de pel¨ªculas, de poemas, me gustar¨ªa vivir m¨¢s tiempo, tener un momento infinito en el que pudiera recoger mi historia y contarla para que ocurriera de otro modo si alguna vez se repite, pero no se va a repetir, yo me ir¨¦ y qui¨¦n sabe qu¨¦ har¨¢n los p¨¢jaros, y yo me ir¨¦ y qui¨¦n sabe qu¨¦ ser¨¢ de la m¨¢quina de escribir, de los papeles, de los libros, lo que parece esencial desaparece con el dolor, el dolor es el olvido, lo que tocas adquiere otra textura si padeces dolor, el dolor es el final, qu¨¦ dir¨¢ mi hija, qu¨¦ dir¨¢n los p¨¢jaros de las huertas, qu¨¦ ser¨¢ de la palmera del colegio, qu¨¦ ser¨¢ de los amigos nuevos y de los viejos y de los dolientes, y qu¨¦ ser¨¢ de este hombre que ahora me viene a ver, desvalido, silencioso, y yo lo llevo conmigo hasta el muelle, triste, est¨¢ triste, yo trato de mirar por ¨¦l y le cuento c¨®mo es hoy el mar, el horizonte, c¨®mo es la vida mucho m¨¢s all¨¢ de su desolaci¨®n y de su incertidumbre, ¨¦l no sabe que yo siento como ¨¦l, pero eso es ahora, donde habita mi memoria ahora es en Madrid, acabo de llegar a Madrid, a¨²n estamos al principio de la historia, voy en busca de un peri¨®dico en el que quisiera trabajar, y ¨¦sta es la ciudad de Madrid en el mes de febrero de 1976, en torno a los carnavales.
Siento el olor de madera vieja, los portales son pobres, el olor que desprenden las casas es de cocido, de papas y berenjenas y col, un horrible olor a caldo de coles, compro en alg¨²n sitio una botella de vino Cumbre de Gredos, y con ella me acerco a una reuni¨®n a la que me invitan, tengo amigos en Madrid, me ofrecen su casa, ah¨ª dormimos, las paredes son blancas, hay algunos cuadros, Madrid me suena a una ciudad en la que hay una ambulancia que va siempre de un lado a otro, siempre por las mismas calles, me sobrecogen los sonidos de las ambulancias, siempre me imagino que en una de ellas va mi madre, yo le tomo el pulso, la casa est¨¢ sola, ella se ha ido, va en esa ambulancia, pero estamos en Madrid, huele a gas en todas partes, recuerdo muy n¨ªtidamente al conductor de la ambulancia, ha parado en la Dehesa de la Villa, por aqu¨ª vive Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, cuyo libro de poemas Laberinto de fortuna le¨ªa en el pasillo largo de tu casa vieja, no lleva a nadie a bordo, el conductor se ha parado a mear quiz¨¢, a tomarse un bocadillo, la ambulancia amarilla est¨¢ aparcada all¨ª, al lado de un merendero, y yo camino despacio por la ciudad en el invierno, llevo en la mano la botella de Cumbre de Gredos y toco con los nudillos, me abren, oigo risas, muy estruendosas, y me hacen un sitio en medio de la fiesta. Bienvenido al nuevo mundo, parece que me digo, mirando alrededor, d¨®nde estoy, qui¨¦n soy. Alrededor s¨®lo hay tierra y tierra, esto no es una isla. Es Madrid. -
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