El acoso telef¨®nico
Seguramente usted tambi¨¦n es v¨ªctima de los vendedores que acosan todo el tiempo llam¨¢ndole para ofrecer la ¨²ltima oferta de telefon¨ªa o el grandioso cr¨¦dito bancario al que ha sido merecedor. Les encanta llamar especialmente en los momentos m¨¢s inoportunos, como la sagrada hora de la comida o cuando est¨¢ durmiendo al beb¨¦. In¨²til resulta cualquier estrategia de fuga, pues siempre tendr¨¢n bajo la manga elementos persuasivos para retenerle. Tampoco funciona colgar el tel¨¦fono, porque tarde o temprano volver¨¢n con m¨¢s furia. As¨ª que la mejor soluci¨®n es hacerse pasar por la limpiadora:
-No la se?ora no est¨¢. F¨ªjese que ando con el Jes¨²s en la boca porque los patrones se pelearon y ella se fue de la casa. Nom¨¢s escuch¨¦ que estaba harta de que no le pasara dinero y no pagara las cuentas de tel¨¦fono y gas. S¨®lo Dios sabe d¨®nde andar¨¢, nom¨¢s le pido al Sant¨ªsimo que no le pase nada porque se fue sin pagarme.
El telefonista, un argentino que llama de Jazztel desde la rec¨®ndita central de Buenos Aires, le urge finalizar la llamada y marcar a su pr¨®xima v¨ªctima.
-?Oiga, no cuelgue! ?Qu¨¦ me recomienda hacer? No me deje as¨ª de acongojada...
Otro d¨ªa llama una operadora de Tele2 preguntando por el se?or de la casa. Tambi¨¦n marca en la hora de la comida y uno contesta con el pedazo de merluza atorado en la garganta, para escuchar la letan¨ªa de servicios, o perjuicios que ofrece su compa?¨ªa.
-Yo soy la que limpia y el patr¨®n no est¨¢. ?De d¨®nde dice que llama?
-De Tele2
-Oiga, siempre he querido salir en la tele para que me vean mis paisanos all¨¢ en mi tierra. ?No me podr¨ªa conseguir un trabajito?, aunque sea de presentadora. En mi pueblo, Zacazonapan de los Atotonilcos, fui la reina del carnaval. Tambi¨¦n canto. ?No me cree? Mire, ah¨ª le va una. Cuando empiezo a entonarle con un decibel y afinaci¨®n tan infame como el que ellas utilizan para dirigirse a uno, la operadora se tapa la boca para que no la descubra que pega una carcajada y cuchichea con su compa?era.
-?No se r¨ªa, le hablo en serio!
-No somos de la televisi¨®n, se?ora, somos de Internet y telefon¨ªa.
-?Ah! Pues f¨ªjese que me traje de mi pueblo una pomada milagrosa que estoy vendiendo. Usted ha de pasar hartas horas sentada llamando a mucha gente, ?verd¨¢? Ha de tener la oreja y las posaderas bien escoriadas, ?verd¨¢? Esta cremita le va a caer de maravilla. D¨¦me su tel¨¦fono y direcci¨®n pa mand¨¢rsela, s¨®lo cuesta 20 euros.
La operadora muestra signos de querer despedirse y, lo que es peor, escabullirse sin darme su tel¨¦fono. Encima de que la muy ingrata tiene todos mis datos personales, ella no suelta los suyos.
En la misma semana recibo una llamada de Orange y cuando la joven pregunta por el se?or de la casa, empieza la diversi¨®n.
-Es usted la amante del patr¨®n, ?verd¨¢? No sea mustia y no finja que es telefonista, eso del Orange ha de ser el tugurio donde se citan, ?verd¨¢? Ah¨ª es donde hacen sus cochinadotas, ?verd¨¢? A m¨ª no me enga?a. Qu¨¦ poca verg¨¹enza de llamarle al patr¨®n a su meritita casa.
La telefonista cuelga sin que termine el mon¨®logo y por la noche recibo una llamada de Banco Santander para ofrecer un cr¨¦dito. La vendedora lo anuncia como si me hubiera sacado la loter¨ªa.
-Uuuuuuuuy se?orita, apenas y puedo con un cr¨¦dito que me ech¨¦ sobre la espalda para poder pagar unos borreguitos que le compr¨¦ a mi familia all¨¢ en mi pueblo, Alto Lucero del Huauzontle. No duermo de tanta deuda. ?Usted est¨¢ endeudada?
Despu¨¦s de un rato, la telefonista -en un acto in¨¦dito- me confiesa lo mucho que sufre para pagar su hipoteca, entonces le propongo que ella adquiera el cr¨¦dito que me ofrece.
-?No! Ya no puedo con m¨¢s deudas.
-Ah, ?pues ahora me entiende? No engatuse a la gente.
Ya que le estaba encontrando el lado divertido al acoso telef¨®nico, ninguna de estas compa?¨ªas han vuelto a llamar.
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