Teolog¨ªa
Debi¨® ser casualidad. Pura coincidencia. Pero un tr¨¢nsito tan suave, r¨¢pido y preciso, en unos a?os tan concretos, llama la atenci¨®n. El siglo XVI produjo la ¨²ltima gran llamarada teol¨®gica: Lutero, Calvino, la Reforma protestante y la Contrarreforma, las guerras de religi¨®n. Despu¨¦s, Dios, hasta entonces indiscutible, fue materia de discusi¨®n. Y en ese mismo siglo, cuando un concepto supremo alcanz¨® el c¨¦nit e inici¨® el declive, naci¨® una nueva divinidad incontestable: el dinero. Naci¨®, es curioso, en los antiguos centros teol¨®gicos, como la Escuela de Salamanca (Francisco de Vitoria, Mart¨ªn de Azpilicueta) y el Colegio de Francia (Jean Boudin, o Bodino).
La teolog¨ªa es una construcci¨®n te¨®rica muy refinada cuyo fundamento se considera al margen de cualquier debate. No tiene mucho sentido calentarse la cabeza pensando en los atributos divinos, si uno piensa que Dios es un invento. Durante mucho tiempo, el ate¨ªsmo fue algo impensable, una enfermedad aberrante que aflig¨ªa a muy pocos individuos. Algo casi tan aberrante como cuestionar hoy el dinero. Fueron esos te¨®logos, dec¨ªa, quienes formularon las primeras teor¨ªas generales sobre el dinero, los precios y la inflaci¨®n.
La econom¨ªa es ahora como el Dios que imper¨® hasta la edad moderna: una raz¨®n suprema. Si no la comprendemos, ser¨¢ culpa nuestra. Cuando nos maltrata, la ¨²nica opci¨®n consiste en esperar con paciencia que le cambie el humor. El conflicto de los transportes es, en ¨²ltimo extremo, un asunto teol¨®gico. El petr¨®leo sube porque aumenta la demanda asi¨¢tica y porque las reservas no son ilimitadas; pero sube porque el dinero ya no est¨¢ c¨®modo en la bolsa e invierte masivamente en materias primas. Petr¨®leo, cobre, trigo o canales de cerdo, da igual: cosas concretas. Hay mucho dinero por ah¨ª y se dedica a fabricar burbujas: la burs¨¢til, la inmobiliaria, y, en este momento, la de materias primas. Paciencia, se?ores: el dinero aprieta pero no ahoga, el dinero lo sabe todo, el dinero es eterno y todopoderoso.
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