Bolonia en el laberinto universitario
En m¨¢s de treinta a?os de profesor universitario, pocos han sido los periodos en los que no haya estado inmerso en alg¨²n tipo de reforma. Pero lo cierto es que ahora, con el llamado "proceso Bolonia", la confusi¨®n ha alcanzado cotas muy notables y sin demasiado precedentes. Ello es atribuible en parte al hecho que detr¨¢s de la expresi¨®n Bolonia se esconde el ambicioso prop¨®sito de alcanzar un espacio europeo de educaci¨®n superior, en el que personas y titulaciones circulen sin los problemas de homologaci¨®n actuales. Y ello no es f¨¢cil saliendo de la heterogeneidad de tradiciones de la que se parte. Pero el revuelo actual, que se manifiesta en violentos e injustificables sucesos en algunas facultades protagonizados por estudiantes airados, o en el constante goteo de art¨ªculos de conocidos profesores cr¨ªticos con el proceso, nos demuestra que Bolonia encierra significados muy distintos, o m¨¢s bien concentra muchos dilemas y conflictos no resueltos.
La pinza entre profesores reticentes y alumnos airados ha creado un bloqueo
Las presiones a que est¨¢ sometida la instituci¨®n universitaria son muy parecidas a las que acontecen fuera de sus muros: notable precarizaci¨®n de sus recursos humanos, creciente ¨¦nfasis en resultados medidos de manera restrictiva y con mucho ¨¦nfasis en recursos y en eficacia terminal de cursos y programas, exigencias de internacionalizaci¨®n de actividades y de las carreras profesionales, tensiones entre la rigidez actual de disciplinas y titulaciones y las demandas que precisan marcos de interdisciplinariedad y de flexibilidad curricular, o la creciente b¨²squeda de competencias y habilidades profesionales m¨¢s all¨¢ de la adquisici¨®n est¨¢tica de conocimientos. El proceso Bolonia es un elemento m¨¢s en ese escenario. No ha originado en exclusiva nada de ello, pero tambi¨¦n es cierto que en algunos casos exacerba tensiones y obliga a cambiar en plazos perentorios.
Las reacciones de algunos profesores con larga trayectoria a sus espaldas han sido claramente adversas. En algunos casos se ha aludido a la nefasta influencia de los pedagogos (sic) en este proceso, al insistir en la importancia de los m¨¦todos inductivos en la solidez de los procesos de aprendizaje. Es tradicional la visi¨®n de algunos de mis colegas y, a pesar de todo, amigos que no entienden qu¨¦ tiene que ver dar clases en la Universidad con preocuparse de los m¨¦todos de aprendizaje. Bolonia propugna el incorporar m¨¦todos m¨¢s activos e inductivos en los procesos de aprendizaje, y no todo el mundo comparte esos criterios o quiere ponerlos en pr¨¢ctica tras largos a?os de hacer las cosas de otra manera.
Se alude tambi¨¦n a la tan tra¨ªda y manoseada "privatizaci¨®n" de la Universidad. Imaginar que la Universidad pueda haber quedado al margen de los actuales procesos de cambio econ¨®mico y social ser¨ªa ilusorio. En la Universidad tenemos empresas que prestan servicios de todo tipo bajo el r¨¦gimen de concesiones o de contratos espec¨ªficos. Las ha habido siempre y las hay ahora quiz¨¢ con m¨¢s profusi¨®n, como de hecho ha ocurrido en tantos otros campos de intervenci¨®n p¨²blica que han ido externalizando o concertando prestaciones y servicios hacia empresas mercantiles. Bolonia no es el nexo causal que explique esa situaci¨®n. Simplemente es un escal¨®n m¨¢s de un proceso que puede (y, desde mi punto de vista, debe) ser discutido, ya que depende de c¨®mo se produzcan esas din¨¢micas, difuminan responsabilidades, dejan al sector p¨²blico las componentes o prestaciones menos apetitosas econ¨®micamente (en este caso, titulaciones con poca demanda, con poca conexi¨®n con el mercado...), o tienden a la erosi¨®n de la calidad global del sistema p¨²blico (como ocurre con la desigualdad de condiciones en que compiten masters oficiales de universidades p¨²blicas y privadas, por ejemplo). No podemos seguir confundiendo impacto de la investigaci¨®n con impacto en el mundo empresarial, y tenemos la obligaci¨®n de incorporar indicadores que reflejen e impulsen el retorno social de nuestra labor. En buena parte, el debate sobre Bolonia refleja el debate sobre Europa. Y en este sentido, estoy totalmente a favor de la defensa de los servicios p¨²blicos, de la mejora de su calidad, y creo que son la garant¨ªa b¨¢sica e irrenunciable de una sociedad que quiera mantener altas cotas de igualdad y justicia social. Es importante que los que compartimos estos valores tratemos (como dec¨ªa el rector Carlos Berzosa en estas mismas p¨¢ginas) de que la puesta en pr¨¢ctica de Bolonia responda a estas perspectivas y no a las din¨¢micas de estricta competitividad mercantil y de r¨ªgido eficientismo que est¨¢n tambi¨¦n presentes en el proyecto.
La confusi¨®n sobre Bolonia sigue prevaleciendo. Las percepciones son muy dispares, y los niveles de informaci¨®n, muy desiguales. No han ayudado en absoluto las vacilaciones de las autoridades al respecto, ni la incapacidad de explicar adecuadamente de qu¨¦ iba la cosa o de generar aliados por parte de los que impulsaban el proceso. La pinza entre profesores reticentes y estudiantes airados, que tiene en su base muy pocos puntos en com¨²n, ha ido generando coaliciones de bloqueo que, sin alternativa clara, expresan su descontento ante la pasividad de aquellos que no saben muy bien de qu¨¦ va todo esto. Convendr¨ªa que se realizara un foro abierto (o un congreso, como propugnaba Miquel Caminal) sobre el futuro de la Universidad catalana, con presencia plural y diversa, que pudiera recoger esa complejidad y buscara v¨ªas de salida m¨¢s compartidas.
La presentaci¨®n, hoy mismo, del Libro Blanco sobre las universidades p¨²blicas de Catalu?a refleja que existen proyectos de futuro que no se agotan en una implementaci¨®n m¨¢s o menos burocr¨¢tica de Bolonia. Pero ese conjunto de buenas intenciones y de estrategias bien planteadas puede naufragar si no incorporan din¨¢micas que vayan m¨¢s all¨¢ de las ¨¦lites universitarias. La Universidad p¨²blica catalana necesita m¨¢s presi¨®n social, m¨¢s exigencias de servicio p¨²blico de una sociedad que tiene el derecho a recibir tanto como contribuye.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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