Apocalipsis ahora

A prop¨®sito de El bosque, un cr¨ªtico, probablemente brit¨¢nico, se?al¨® que la caligraf¨ªa visual de M. Night Shyamalan parec¨ªa estar reescribiendo el cine de Dreyer en clave de comic-book. Como la mayor¨ªa de sus personajes, el director ocupa una tierra de nadie: un limbo donde los ecos del cine-espect¨¢culo de la generaci¨®n de Spielberg se ponen al servicio de ese estilo trascendental sobre el que escribi¨® Paul Schrader. En los planos finales de El incidente, extra?a y desconcertante pel¨ªcula, Shyamalan parece querer explorar la intersecci¨®n entre El a?o pasado en Marienbad (1961) y La invasi¨®n de los ladrones de cuerpos (1956): en suma, casi una provocaci¨®n o un juego cuyas reglas resultan demasiado esquivas y ensimismadas.

Quiz¨¢s, dentro de algunos a?os, alguien redescubra el cine de Shyamalan y sienta el deslumbramiento de quien se top¨®, en su d¨ªa, con las pel¨ªculas perdidas de Charley Bowers o con la convicci¨®n de que en Val Lewton hab¨ªa un autor. De momento, su insularidad parece jugar en su contra: poeta n¨¢ufrago en el contexto del moderno cine comercial, Shyamalan -que represent¨® la muerte de la cr¨ªtica en su radical La joven del agua (2006)- sigue en sus trece en esta miniatura apocal¨ªptica, tan susceptible de ser mal interpretada como llena de golpes de genio en su puesta en escena: las cadenas de suicidios en plano secuencia; el primer plano de Mark Wahlberg mientras suenan los disparos en off; el di¨¢logo entre la casa y el cobertizo... Frente a una cat¨¢strofe que supone toda una invitaci¨®n al autismo emocional, el cineasta propone el riesgo fatalista de vivir, a trav¨¦s de una pel¨ªcula que est¨¢ tan viva -y resulta tan pol¨¦mica- precisamente porque se arriesga en cada uno de sus planos.