La santa ambig¨¹edad
Se abre la puerta y salen personajes decimon¨®nicos en blanco y negro, hombres con delantales, mujeres con largos faldones y sombreros, bicicletas y un perro. Luego vuelve a cerrarse la puerta. ?Qu¨¦ es? Trabajadores saliendo de la f¨¢brica, el primer film documental con el que revolucionaron el mundo los hermanos Lumi¨¦re en 1895. Han pasado muchos a?os, pero a veces el tiempo nos enga?a, y no avanza en l¨ªnea recta, y sufre curvas tan grandes que se convierte en una historia c¨ªclica. Se aprieta un bot¨®n, vuelve a pasar la pel¨ªcula, vuelven a abrirse y a cerrarse las puertas, volvemos a estar en el siglo XIX. La directiva europea sobre la jornada laboral de 65 horas deja tan d¨¦bil el derecho laboral y las conquistas de los trabajadores que convierte la historia contempor¨¢nea en una pesadilla que se muerde la cola. Es que viene de Europa... ?Y qu¨¦ es Europa? Cuando yo era ni?o, Europa era un deslumbramiento corporal, un lugar de trabajo y una ilusi¨®n. Por las costas andaluzas aparec¨ªan cuerpos de suecas o de francesas que nos dejaban con la boca abierta y nos recordaban el estado de luto en el que viv¨ªamos, con nuestras represiones, nuestras bandas de cornetas y nuestra Virgen del Carmen. Europa tambi¨¦n era un lugar de trabajo. Muchos andaluces hu¨ªan de la pobreza y llenaban los trenes camino del Norte. Cuando llegaban a Alemania, soportaban el desprecio del dinero y del lujo, pero sal¨ªan adelante, porque estaban amparados por las leyes de una constituci¨®n socialdem¨®crata. Europa, finalmente, era una ilusi¨®n, desde donde empezaron a llegar nuevas teor¨ªas filos¨®ficas, nombres de autores y de escuelas relacionados con las sospechas sobre el poder y las s¨ªlabas del futuro. ?Qu¨¦ es hoy Europa? Una ambig¨¹edad. El presidente Clinton no mantuvo relaciones sexuales con su becaria preferida. Bueno, hubo una felaci¨®n, pero en una felaci¨®n no hay relaciones sexuales. Tampoco ha habido visita de Zapatero al n¨²mero dos del Vaticano, porque Moncloa la niega y el Vaticano dice que fue un encuentro sin importancia. Los ciudadanos estamos medio embarazados, casi v¨ªrgenes, en una ambig¨¹edad que sustituye a las mentiras podridas. Y Europa es una ambig¨¹edad.
Europa se ha convertido en un ente ambiguo y deslocalizado que lo justifica todo. El mercantilismo m¨¢s devorador aprovecha esta ambig¨¹edad para vivir sin Estado, sin leyes, sin una verdadera constituci¨®n. Una empresa Noruega cambia de planes, abandona Puerto Real, se va a Singapur, y deja en la calle a m¨¢s de 400 trabajadores. Ese es el mundo que tenemos, la globalizaci¨®n que est¨¢ convirtiendo la pol¨ªtica en una muchacha del siglo pasado, seg¨²n el atinad¨ªsimo t¨ªtulo de las memorias de Rossana Rossanda. Y no es que la vida laboral corra hacia el futuro, es que vuelve al XIX. Ahora la salida de la f¨¢brica se ve en color, como parte de mundo electr¨®nico de redes abstractas, y nadie le ve la cara al patr¨®n. ?Qu¨¦ es Europa? ?D¨®nde est¨¢ el patr¨®n? Le vemos la cara al camionero que quema a otro camionero o al que aprieta el acelerador y se lleva por delante la vida de un huelguista granadino que formaba parte de un piquete. Todo eso es violencia. ?Pero qui¨¦nes son los que compran barriles de petr¨®leo a precio de hoy, lo guardan, provocan con avaricia extrema los desequilibrios del mercado y lo vende a precio de pasado ma?ana? ?C¨®mo nombrar su violencia? ?C¨®mo volver a nombrar la violencia que nos ahoga en las hipotecas, en la planificaci¨®n laboral, en la especulaci¨®n con los alimentos que supone la condena a muerde de tantos hambrientos en el mundo? Los responsables salen a veces en los peri¨®dicos orgullosos de sus cuentas millonarias de beneficios, y todos aplaudimos su ¨¦xito como una consigna. Ellos han cambiado el lugar de sus plusval¨ªas. Nosotros no hemos encontrado un nuevo vocabulario y una nueva conciencia para denunciarlos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.