El desabastecimiento
El pr¨®ximo lunes ser¨¢ Bloomsday en Dubl¨ªn, el d¨ªa en que Leopold Bloom, acompa?ado por el joven Stephen Dedalus, vivi¨® una ilustre jornada, en el a?o 1904, que tuvo su origen en ese portento literario de nombre Ulises. James Joyce escribi¨® esta obra inmortal lejos de Dubl¨ªn, una ciudad que en 1922, cuando Ulises lleg¨® a las librer¨ªas, era el para¨ªso del desabastecimiento, no hab¨ªa mucho de nada, y cuando Joyce subi¨® al barco que lo llevar¨ªa al continente, pronunci¨® una frase que sigue provocando escozor entre sus paisanos: "Qu¨¦ enfermo, enfermo, enfermo estoy de Dubl¨ªn, es la ciudad del fracaso, del rencor y de la infelicidad".
Estar tres veces enfermo de algo es una cosa seria, Joyce estaba cansado de las carencias de su ciudad, y en general de Irlanda, esa isla que, por citar un episodio dram¨¢tico de desabastecimiento, se qued¨® en 1845 sin toda su producci¨®n de patata y, sin ese alimento del que depend¨ªan, murieron de hambre cerca de un mill¨®n de irlandeses. El 16 de junio de 1904, el d¨ªa en que tiene lugar la novela Ulises, Dubl¨ªn era una ciudad pobre que ten¨ªa poco que ver con el boyante Dubl¨ªn de hoy, donde, gracias al apoyo de la Uni¨®n Europea y a la exuberante prosperidad de sus f¨¢bricas de instrumentos electr¨®nicos, se tiene la impresi¨®n de que el dinero sobra.
En ¨¦pocas de gran consumo, los supermercados de Dubl¨ªn quedan desabastecidos
Sin embargo, Irlanda sigue siendo una isla; es m¨¢s, es una isla que est¨¢ detr¨¢s de otra isla y esta peculiaridad hace que en ¨¦pocas de gran consumo, como Navidad, los supermercados de Dubl¨ªn queden desabastecidos. Yo a principios de este milenio, no hace mucho, viv¨ªa en esa isla fant¨¢stica y, como todos los dublineses, me fui acostumbrando a convivir con el desabastecimiento. Este mismo diario en el que escribo ahora llegaba entonces con dos o tres d¨ªas de retraso, una situaci¨®n que al principio me pareci¨® intolerable, pero unos meses despu¨¦s ya hab¨ªa logrado acostumbrarme a ir leyendo las noticias de Espa?a con dos o tres d¨ªas de retraso, tanto que cuando me cans¨¦ de la isla y recal¨¦ en Barcelona, me pareci¨® una excentricidad leer Babelia el s¨¢bado y no el lunes.
Como en Irlanda lo que no se produce tiene que importarse por avi¨®n o barco, y como los barcos para llegar al puerto de Dubl¨ªn tienen que navegar por uno de los mares m¨¢s tempestuosos del mundo, no es nada raro que no llegue, por ejemplo, el barco de las coliflores y que durante esos d¨ªas los supermercados no puedan vender ese producto. En la ¨¦poca navide?a, cuando se combinan las compras excesivas con las tempestades desmesuradas, los supermercados exhiben estampas dram¨¢ticas de desabastecimiento como las que hemos visto estos d¨ªas en los supermercados de Barcelona.
Pero el mayor eco de las im¨¢genes de exhibidores desabastecidos, en las que ¨²ltimamente se centran las noticias, puede encontrarse, en plan exacerbado, en la potente novela, que circula en Catalu?a a la par que el desabastecimiento, del escritor estadounidense Cormac Mc Carthy: La carretera. Se trata, igual que en el caso de la isla, de un eco, no de una comparaci¨®n, ni de un s¨ªmil, ni de un vaticinio. El escenario de esta historia es la Tierra devastada por un cataclismo cuyo origen se desconoce. El d¨ªa en que ese l¨ªder mundial oligofr¨¦nico oprima el bot¨®n rojo de los misiles nucleares, no quedar¨¢ tele, ni peri¨®dicos, ni Internet, ni vecinos informados que nos digan qu¨¦ pas¨®. Por este escenario devastado que propone Mc Carthy, trashuman un padre y un hijo harapientos, arrastrando por una carretera cubierta de ceniza un carrito de supermercado que van llenando de cosas que se encuentran. Cada vez que ven una casa que qued¨® en pie, se meten y hurgan en la alacena, en los armarios y en los cajones, buscan algo que comer o alguna prenda para echarse encima; encarnan los dos, en esas p¨¢ginas perturbadoras y sublimes, la lucha encarnizada contra el desabastecimiento.
Jordi Soler es escritor
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