"Yo me como mi pa¨ªs todos los d¨ªas"
Eliseo Alberto (Cuba, 1951), novelista, periodista, hijo del poeta Eliseo Diego, ya sabe por qu¨¦ Dios cre¨® el mundo. Aqu¨ª lo cuenta, en una conversaci¨®n en la que tambi¨¦n explica que cada d¨ªa se come su pa¨ªs, del que vive lejos, en el exilio mexicano.
En M¨¦xico escribi¨® su ¨²ltima novela, El retablo del conde Eros (El Aleph), en la que sobresale la atm¨®sfera de "la humana Habana" de 1957. El retablo... se suma a La eternidad por fin comienza un lunes (Anagrama) y Caracol Beach (Premio Alfaguara), entre otros libros que desprenden la atm¨®sfera de este melanc¨®lico que ha aprendido a cocinar.
Pregunta. ?Qu¨¦ tal su ¨¢nimo?
Respuesta. Bien, ?o tienes tiempo? No, bien; estoy contento con la novela.
"Dios cre¨® el mundo para poder escuchar un d¨ªa a Mozart"
"Cada ma?ana me asomo a la ventana e insulto a los dictadores"
P. ?Y con la vida?
R. No me puedo quejar; acabo de terminar una telenovela, con sus dramas, sus mujeres malas, con sus secretos de familia. Pod¨ªa estar mejor, claro, pero tengo la mejor hija del mundo, y he aprendido a cocinar.
P. ?Qu¨¦ cocina?
R. Cocina cubana. La patria es un plato de comida. Yo me como mi pa¨ªs todos los d¨ªas. Sus frijolitos negros, su yuca con mojo, y una cosa que se come san Pedro en el cielo todos los domingos. Est¨¢ comprobado: tamal en cazuela.
P. ?Por qu¨¦ come eso san Pedro?
R. Porque sabe... Porque tiene buen gusto, y porque ¨¦se es un plato que une a la familia.
P. ?Y Dios, qu¨¦ come?
R. ?Dios qu¨¦ comer¨¢? Yo creo que come vegetales, comida sana. Si no, dudo que hubiera durado tanto. ?Sabes que ya averig¨¹¨¦ por qu¨¦ Dios hizo este mundo?
P. ?Por qu¨¦?
R. Porque era la ¨²nica manera de realizar los sue?os de su vida. Y para lograrlo se tuvo que dotar de mucha paciencia; dej¨® que se congelara y se descongelara la Tierra, que nacieran y murieran los dinosaurios, esper¨® a que el hombre dominara el fuego... Toda esa paciencia para esperar que llegara un d¨ªa de 1788.
P. ?Y qu¨¦ pas¨® entonces?
R. ?Y t¨² lo preguntas? En esa fecha Dios iba a escuchar a Mozart. Para eso hizo este mundo, para escuchar el Concierto n¨²mero 40 de Mozart. Y cuando lo escuch¨®, se olvid¨® de nosotros. ?l sab¨ªa muy bien que Mozart era mejor m¨²sico que ¨¦l y tuvo que hacer este mundo para poderlo escuchar.
P. ?Se olvid¨® tambi¨¦n de Cuba?
R. Cuba es muy chiquita para las preocupaciones de Dios.
P. Pero es fascinante Cuba. En su libro aparece como un pa¨ªs con un alma fascinante.
R. Cuba es un plato de comida... Qui¨¦n sabe. Las islas son un sitio donde alguien llega y de donde alguien se va, y para ambos acontecimientos hacemos una fiesta. El horizonte es el l¨ªmite de nuestra casa. El Caribe, en todo caso, como dec¨ªa Aim¨¦ C¨¦saire, es una gran cagada, y nosotros formamos parte de sus chiflidos.
P. Cuba es grande.
R. Es el moj¨®n mayor... Con la isla pas¨® una feliz coincidencia: llegaron unos espa?oles locos y unos negros que s¨®lo quer¨ªan bailar; y se dedicaron a follar y a vivir; somos gandules, siempre de fiesta.
P. Hasta que lleg¨® el comandante y mand¨® parar.
R. "Se acab¨® la diversi¨®n". La gente cre¨ªa que ah¨ª hab¨ªa un s¨ªmbolo. Pero era literal. Con Fidel se acab¨® la diversi¨®n. Y se acab¨® la diversi¨®n, fue verdad.
P. ?Y qu¨¦ come Fidel Castro, por cierto?
R. Te averiguo pronto. Voy a hacer un libro de cocina con uno que fue cocinero de Fidel... Yo creo que come exquisiteces. F¨ªjate, cuando estuvo preso en isla de Pinos escribi¨® una carta donde explicaba que se hab¨ªa cocinado una langosta al aceite de coco... Si hoy los presos cubanos comieran langosta con aceite de coco... ?l come bien.
P. ?Y Ra¨²l qu¨¦ come?
R. Come en familia. Lo cual no es poca diferencia.
P. ?Y abre el horizonte?
R. No. Mientras no se liberen los presos, mientras no se abran las puertas burocr¨¢ticas a los cubanos, mientras no entre preso nadie por opinar distinto... no habr¨¢ horizontes de cambios...
P. Sobre su novela nueva sobrevuela el clima de Tres tristes tigres, de Cabrera Infante...
R. Son los mismos a?os, es la misma m¨²sica, es la ciudad y la noche, y las mismas putas. La manera de contarlo es distinta; Guillermo era protagonista y testigo de su relato; yo no viv¨ª esa noche, ni disfrut¨¦ de esas putas. Me acerco desde el punto de vista del propio Guillermo: le¨ª los olores, los sabores, los colores... Y la pista me la dio Rafael Azcona, que en el bar est¨¦ (?porque si Dios existe en el cielo tiene que tener un bar!). Azcona dec¨ªa que a los sentimientos hab¨ªa que llegar por los sentidos. Palpar, oler, o¨ªr, paladear..., eso quise hacer en El retablo del conde Eros.
P. Usted es un tremendo melanc¨®lico, y aqu¨ª dice que la melancol¨ªa es una trampa.
R. No entiendo la melancol¨ªa como un sentimiento d¨¦bil. Puede mover a grandes acciones. Cada ma?ana me asomo a la ventana, me desahogo insultando a los dictadores y luego bajo a la calle a preguntar qu¨¦ se puede hacer. El conde de mi libro es mi h¨¦roe: dice que entre la espada y la pared hay que escoger la espada. Y con la espada combato, desde mi melancol¨ªa, frente a la soledad espantosa del mundo, acompa?ado de una tropa de amigos. Es decir, cuatro o cinco. Suficientes.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.