Los barceloneses ocupan Montju?c
Miles de ciudadanos desbordan todas las previsiones y toman el castillo en una fiesta para celebrar que vuelve a estar en manos de la ciudad
Globos blancos, gigantes, m¨²sica, trabucaires, castellers, humo de colores y una fideu¨¤ gratis en principio para 3.000 comensales aunque al final hubo para quien quiso repetir. Unas 40.000 personas, seg¨²n fuentes municipales, ocuparon ayer el castillo de Montju?c, m¨¢s ciudadano y menos militar que nunca. Ni siquiera el cielo plomizo y la lluvia, por momentos intensa, frenaron la avalancha de gente para festejar la devoluci¨®n del castillo a la ciudad. La respuesta desbord¨® todas las previsiones. Las colas fueron largu¨ªsimas y la Guardia Urbana y los Mossos ayudaron a desbloquear los accesos, colapsados de ciudadanos. Tanta gente quer¨ªa visitar el castillo que se doblaron los autobuses lanzadera. La jornada la coron¨® Raimon con un concierto en el foso de Santa Eul¨¤lia, el lugar donde fueron fusilados el presidente de la Generalitat Llu¨ªs Companys y el pedagogo Francesc Ferrer i Guardia.
Una multitud oblig¨® a reforzar las lanzaderas desde la plaza de Espanya
"Este castillo es vuestro", dijo el alcalde Jordi Hereu en su discurso
Un panel recuerda en tres idiomas la figura de Llu¨ªs Companys
El Ayuntamiento hab¨ªa invitado a los ciudadanos a subir al castillo ("Puja al castell", rezaba la publicidad) y la respuesta fue abrumadora. Con un pasado siniestro, que la memoria popular no olvida y asocia al fusilamiento de anarquistas y especialmente de Companys, Barcelona tal vez empez¨® ayer a querer a su castillo. O al menos a aprender a hacerlo. "?Claro que nos ilusiona estar aqu¨ª! Hac¨ªa a?os que no ven¨ªamos. Antes era militar y no nuestro", dec¨ªan Llu?sa Bonet, de 69 a?os y Montserrat Puchol, de 60, intentando hacer fotos en una almena y tap¨¢ndose los o¨ªdos junto a una trabucaire. El Ayuntamiento eligi¨® a este grupo de animadores para simbolizar que el castillo era recuperado por el pueblo. Maria Luisa, interiorista holandesa de 39 a?os, que vive en Barcelona, explicaba junto a un quiosco que suele mostrar a los amigos que la visitan las magn¨ªficas vistas que hay desde la fortaleza. "Pero hoy ?hay mucho ruido!", dijo se?alando a los trabucaires, que dejaron de disparar al grito "Ja hem guanyat!".
Visitado al a?o por 600.000 turistas, seg¨²n Ignasi Cardel¨²s, delegado de Presidencia del Consistorio, el castillo es m¨¢s frecuentado por los for¨¢neos que por los barceloneses. Quiz¨¢ por eso el Ayuntamiento titul¨® la exposici¨®n que inaugur¨® ayer con un elocuente Barcelona t¨¦ un castell!. Acompa?ado de la comitiva oficial, en la que estaba Pasqual Maragall, el alcalde, Jordi Hereu, entreg¨® una llave a 10 ni?os, uno por distrito, mientras se soltaban 73 palomas (una por barrio). 24 gigantes, encarados hacia el patio de armas, se dieron la vuelta para mirar a Barcelona mientras se elevaba al cielo humo de color pastel. Por megafon¨ªa son¨® Cal que neixin flors a cada instant, de Llu¨ªs Llach.
Poco despu¨¦s, los gigantes desfilaron hacia la plaza de armas y Carles Alonso, de la Colla del Pi, dec¨ªa que era la primera vez que el Gegant del Pi pisaba el castillo. Marc, periodista, con su hijo Biel, de dos a?os, y los abuelos de ¨¦ste, recordaba este escenario: "Vi esta plaza con la estatua de Franco y los ca?ones y ahora traigo a mi hijo a ver gigantes".
No lejos de all¨ª, Isidre Rull, de 70 a?os, observaba de cerca el ca?¨®n n¨²mero 2. Explicaba que 50 a?os atr¨¢s hizo la mili en Montju?c y que hizo pr¨¢cticas dispar¨¢ndolo tres kil¨®metros mar adentro. Tambi¨¦n recordaba alg¨²n castigo, como dar vueltas en calzoncillos, lloviera, nevara o hiciera sol. "Si se piensa mucho, aqu¨ª no vendr¨ªa nadie porque tiene historias horripilantes. Hay que visitarlo como algo hist¨®rico y por eso me sabe mal que el castillo no se pueda ver del todo", lamentaba mientras arreciaba la lluvia.
Ten¨ªa raz¨®n: hab¨ªa muchas partes cerradas. El Ayuntamiento quiere restaurar el castillo paso a paso. Ayer abri¨® tres nuevos espacios: el cuerpo de guardia, donde est¨¢ la exposici¨®n; el dep¨®sito de agua Santa Am¨¤lia, que abastec¨ªa al recinto y la larga escalera de caracol de acceso al foso de Santa Eul¨¤lia por donde Companys pas¨® para ser fusilado y por la que ayer se descend¨ªa en medio de un denso silencio. Un panel, en catal¨¢n, castellano e ingl¨¦s, recordaba por primera vez la figura del presidente m¨¢rtir.
"Era inconcebible que ese hecho no fuera recordado", explic¨® Cardel¨²s mirando hacia al foso de santa Eul¨¤lia, convertido en un improvisado merendero donde miles de personas aguardaban pacientemente su plato de fideu¨¤ de una paella gigante y su botella de agua para sentarse a las mesas de madera. Hereu fue un comensal m¨¢s. Animadores regalaban narices de payaso y ni?os saltaban sobre colchonetas. Una orquesta interpretaba compases de Amarcord mientras se regalaban televisiones peque?itas de juguete con im¨¢genes de Montju?c.
La fiesta segu¨ªa y el futuro est¨¢ dise?ado: el Museo Militar, en el que trabajan tres personas, se desmantelar¨¢ y se crear¨¢ un Centro Internacional de la Paz, adem¨¢s de una exposici¨®n sobre la historia del castillo. Dentro de dos a?os desaparecer¨¢ el destacamento militar en el que una veintena de soldados vigilan dos antenas. Por la tarde, cientos de personas segu¨ªan haciendo largas colas para subir y bajar en el funicular y el telef¨¦rico, que eran gratuitos. Pero la confusi¨®n se adue?¨® de las lanzaderas: iban a ser gratis desde las 18.30, pero el horario se avanz¨® ante una cola que llegaba a la calle de Mexic. M¨¢s tarde, se tuvo que volver a pagar. El l¨ªo provoc¨® alg¨²n reproche a los conductores. Pese a todo, la fiesta fue tan grande que eclisp¨® el desbarajuste. El alcalde afirm¨® en su discurso a los ciudadanos que el castillo de Montju?c era su casa. "Es vuestro", dijo. Y la gente lo hizo suyo.
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