Mar¨ªa Antonieta, Grace, Carla
Mientras Carla Bruni va ganando puntos en la opini¨®n p¨²blica francesa, coinciden en Par¨ªs dos exposiciones de gran ¨¦xito de p¨²blico sobre dos figuras del universo de las realezas: Mar¨ªa Antonieta y Grace Kelly. Cualquiera que conozca el proceso de producci¨®n de este tipo exposiciones sabe perfectamente que ambas ten¨ªan que estar programadas mucho antes de que la cantante italiana se enrollara con el presidente de la Rep¨²blica. No se puede establecer, por tanto, una relaci¨®n directa entre ellas y este nuevo episodio de un tema tan cl¨¢sico como la irrupci¨®n de una extra?a en palacio. Pero nos hemos acostumbrado a dar sentido a las casualidades, convencidos de que hay hilos m¨¢s o menos escondidos que mueven los azares.
Podr¨ªa pensarse que en Par¨ªs se est¨¢n dando signos de ablandamiento de la cultura republicana
Carla Bruni aparte, no deja de ser curioso que dos reinas sean protagonistas de una primavera parisiense con mucha agitaci¨®n social y con el despido de Patrick Poivre d'Arvor, el presentador estrella de la televisi¨®n francesa, primera v¨ªctima medi¨¢tica de la mala imagen de Nicolas Sarkozy. ?Por qu¨¦ el alcalde Delanoe, figura ascendente de un partido socialista en crisis, ha cedido el H?tel de Ville para una exposici¨®n de exaltaci¨®n de la glamurosa figura de la princesa de M¨®naco? ?Qu¨¦ significa esta recuperaci¨®n de Mar¨ªa Antonieta poco menos que convertida en protom¨¢rtir de la revoluci¨®n de las costumbres? Podr¨ªa pensarse que en Par¨ªs se est¨¢n dando signos de ablandamiento de la cultura republicana. Y que la presencia de estos dos iconos de la cultura coronada sintoniza perfectamente con los intentos de Sarkozy de desmitificar algunos pilares del republicanismo o de reconstruir una cultura cortesana de nuevo cu?o, en que los propietarios de los grandes medios de comunicaci¨®n hacen las veces de los antiguos arist¨®cratas. Pero creo que lo que m¨¢s se corresponde con los signos de los tiempos es el punto de vista desde el que est¨¢n planteadas las dos exposiciones.
Tanto en Mar¨ªa Antonieta. Una joven en la arena (Grand Palais) como en Los a?os Grace Kelly, princesa de M¨®naco (H?tel de Ville) la perspectiva es la imagen. La imagen de Mar¨ªa Antonieta que, llegada de Austria siendo una ni?a, acaba estrell¨¢ndose contra el espejo. La imagen de Grace Kelly, triunfadora en Hollywood, capaz de mutarse de estrella irresistible en princesa serena y respetable.
Mar¨ªa Antonieta aparece como una de las primeras figuras de la historia sometidas al veredicto de la opini¨®n p¨²blica, del que sale, como es sabido, perdedora. La exposici¨®n relata la historia de una mujer llegada del extranjero para ser reina, que se siente encandenada por las rigideces de Versalles y convierte el Petit Trianon en un espacio de creatividad y de libertad. Esta dimensi¨®n de mujer libre es el argumento que legitima su recuperaci¨®n parisiense. Pero la exposici¨®n sobre todo es una sucesi¨®n de retratos con los que la reina se muestra a los ciudadanos, en un ejercicio de imagen que no sabe modelar adecuadamente y que acaba volvi¨¦ndose contra ella cuando se convierte en el motivo central de la prensa sat¨ªrica de la ¨¦poca, que la convertir¨¢ en sospechosa de deslealtad, "la austriaca", despilfarradora, "la se?ora d¨¦ficit", libertina y autoritaria, "la se?ora veto". Tanto ¨¦nfasis en la imagen, convierte en secundaria la cuesti¨®n esencial: el proceso revolucionario que culminar¨¢ en 1789 y que llevar¨¢ a Maria Antonieta a la guillotina.
Desde el mismo prisma se lee la vida de Grace Kelly: una secuencia de im¨¢genes desde la ni?a de una familia pr¨®spera americana hasta la estrella de Hollywood que atrae a Hitchcok y acaba en princesa. Si Mar¨ªa Antonieta es una mujer poco habituada a la escena p¨²blica que, con su huida al Trianon, intenta escapar a las miradas curiosas, Grace Kelly hab¨ªa aprendido en el cine a vivir siempre de cara a la opini¨®n. La exposici¨®n necesitaba coartada cultural: la conversi¨®n de una artista fr¨ªvola de Hollywood en protagonista de las pel¨ªculas de un director de culto como Alfred Hitchcok es el acto que la legitima. Moraleja: cuando llega a palacio, esta mujer madura est¨¢ en condiciones de adaptarse perfectamente a su nueva funci¨®n. La inesperada muerte en accidente -una tragedia familiar- completa el proceso de construcci¨®n del mito.
Todo es imagen podr¨ªa ser el lema conductor de las dos exposiciones. Y es as¨ª que su coincidencia con la llegada de Carla Bruni a palacio y las convulsiones medi¨¢ticas de Sarkozy dejan de ser pura casualidad. Que Mar¨ªa Antonieta y Grace Kelly sean protagonistas en Par¨ªs, al a?o de la elecci¨®n de Sarkozy, confirma el triunfo de una gran mentira posmoderna: no hay ideolog¨ªa, todo es comunicaci¨®n. Sobre esta falsa idea, alentada por cierto miedo colectivo a mirar de cara a la realidad, construy¨® Sarkozy su victoria y su posterior descalabro ante la opini¨®n.
Mar¨ªa Antonieta y Grace Kelly son un buen contrapunto en un momento en que Francia intenta entender los efectos devastadores de la bulimia medi¨¢tica de Nicol¨¢s Sarkozy. Sarkozy se hizo omnipresente en los medios, se convirti¨® en omnipotente realizador de su propio espect¨¢culo y lo pag¨® con la ca¨ªda de popularidad m¨¢s grande jam¨¢s conocida por un presidente de la Rep¨²blica francesa.
Y en estas lleg¨® Carla Bruni. Como Mar¨ªa Antonieta -que lleg¨® de ni?a y desde el extranjero-, como Grace Kelly -que ven¨ªa de Hollywood-, es una extra?a en la Corte. Su curr¨ªculo est¨¢ mas cerca del de la actriz que llega de Am¨¦rica que del de la ni?a educada en una corte lejana. Su presencia es presentida como un riesgo permanente para el presidente, sobre todo si decide seguir con su guitarra y sus canciones. Podr¨ªa parecer que las dos exposiciones muestran a Carla Bruni la disyuntiva de su destino. Como si tuviera que escoger entre la ni?a rebelde que nunca se adapta y acaba derrotada por la opini¨®n, y la mujer de pasado intenso que llega para convertirse en una princesa ejemplar. En la sociedad de la comunicaci¨®n, Carla est¨¢ m¨¢s expuesta que sus antecesoras, pero la capacidad de comprensi¨®n de la opini¨®n p¨²blica es tambi¨¦n mucho m¨¢s grande. Y lo que m¨¢s caro se paga es la doblez.
De momento, Carla Bruni gana terreno en la opini¨®n. Quiz¨¢ porque ha sabido leer las catastr¨®ficas consecuencias de la voracidad comunicativa de su marido. El problema de la imagen es que tiembla en el momento en que el desdoblamiento de la persona en la m¨¢scara con la que quiere presentarse a la opini¨®n es tal que se pierde capacidad de gobernarla. Entonces, la imagen se adue?a del personaje. Y ¨¦ste acaba crey¨¦ndose sus propias mentiras, sus medias verdades. Y por lo general, la ciudadan¨ªa no tarda en darse cuenta y a girarle la cara. Es la v¨ªa por la que mueren los pol¨ªticos que creen que todo es comunicaci¨®n.
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