?Crisis?

La palabra crisis ha ido col¨¢ndose tozudamente en las columnas de los periodistas m¨¢s reacios a usarla. Hace tan s¨®lo unos meses hab¨ªa que andar con cuidado porque, si se te escapaba la palabreja en una comida, tus amigos, tu familia pod¨ªan mirarte como si de pronto te hubieras quitado la careta y apareciera una de aquellas lagartas de UVE. ?Maldici¨®n, eras del PP! Yo no ve¨ªa la conexi¨®n entre la palabra y el partido de Rajoy porque, por menos que se leyera la prensa internacional, la palabrilla brincaba de uno a otro peri¨®dico, pronunciada con preocupaci¨®n y sin complejos por gobernantes de diferente sesgo. Pero, al parecer, en Espa?a las palabras son propiedad de los partidos y la propiedad intelectual de ¨¦sta la ten¨ªa el PP. De esto, ya digo, hace medio a?o. Brujuleabas por la calle y percib¨ªas la angustia de esos ciudadanos que acusan cada subida, por m¨ªnima que a otros les parezca, de los alimentos b¨¢sicos; brujuleabas por la prensa y, por un lado, estaban los que responsabilizaban absolutamente al Gobierno, como si la crisis fuera un acontecimiento exclusivo de Espa?a; por otro, los que negaban su existencia. De fondo, la realidad.

Por fortuna, gracias a que, tras la victoria del PSOE, se percibe cierta estabilidad en el ambiente, la palabra que define con m¨¢s exactitud esta situaci¨®n que ya nos ha pegado el primer mordisco, se encuentra hoy hasta en los art¨ªculos de los que la negaron con m¨¢s ferocidad: ?Es el espantajo con el que nos asusta el PP!, nos dec¨ªan.

Era curioso leer c¨®mo gente de izquierdas negaba las dificultades de la clase trabajadora; recordaba el seguimiento ciego de ciertas consignas estalinistas. El optimismo obligatorio. En mi opini¨®n, el reconocimiento de una crisis no tiene por qu¨¦ perjudicar al Gobierno, al contrario, es una manera de hacerse solidario con quien la sufre.