Sensaci¨®n de p¨¢nico
Decir que si algo puede ir a peor, lo har¨¢, no es ninguna tonter¨ªa, como tampoco lo es presumir que si alguien puede acaparar lo que sea, lo har¨¢, y que si alguien quiere refugiarse en el limbo de las palabras, tambi¨¦n lo har¨¢. Por lo mismo, si un par de centenares de camioneros aut¨®nomos pueden paralizar el transporte por carretera, desabastecer los mercados y crear un caos de enormes proporciones, lo har¨¢n cuando crean que esa atrocidad conviene a sus intereses. Lo que nunca puede hacer un Gobierno, el de Rodr¨ªguez Zapatero o el que sea, es consentir que eso ocurra sin tomar de inmediato medidas dr¨¢sticas. De todo el oneroso traj¨ªn de las ¨²ltimas semanas, resulta una engorrosa sensaci¨®n de fragilidad que apunta a una crisis de confianza quiz¨¢s de mayor calado a largo plazo que la crisis econ¨®mica que parece motivar un desastre semejante.
Es posible que este feliz Gobierno no sea responsable de la crisis econ¨®mica (ya que, entre otros detalles, no se le puede culpar de que el barril de Brent haya m¨¢s que duplicado su precio en poco m¨¢s de un a?o), pero lo es, sin duda, de falta de previsi¨®n cuando todo apuntaba hacia lo peor y de escaso poder resolutivo cuando lo peor parece consumarse. ?O es que no tuvo medios para impedir el bloqueo del transporte en cuanto empez¨® a producirse, a sabiendas de que el corolario m¨¢s inmediato era el desabastecimiento de los mercados y una angustiosa alarma social? De momento, los precios al consumo en el sector de la alimentaci¨®n se han triplicado para muchos productos en cosa de una semana, y dada la proverbial honestidad de muchas firmas del sector, no parece probable que rectifiquen a la baja en las pr¨®ximas semanas, por m¨¢s que pagar en el s¨²per nueve euros (mil quinientas de las antiguas pesetas) por un kilo de inocentes sardinas suene a broma pesada, o que la siempre humilde acelga te venga a salir por quinientas pelas.
Que si algo puede ir a peor, lo har¨¢, quiere decir que ante una situaci¨®n dada, del orden que sea, hay indicios suficientes para detectar que su origen es incierto, su desarrollo, imprevisible, y sus consecuencias, fatales. ?Era realmente imposible anticipar, con tantos comit¨¦s de sabios que pululan por los laber¨ªnticos entresijos burocr¨¢ticos de la Uni¨®n Europea, que el aumento de la productividad y del consumo en China y en otros pa¨ªses hasta ahora remotos era susceptible de generar un desequilibrio notable en la distribuci¨®n de las fuentes energ¨¦ticas y en los h¨¢bitos mundiales de consumo? Y, por otra parte, cuando se decidi¨® estrangular la producci¨®n lechera en Galicia, ?se sab¨ªa que muy pronto habr¨ªa que importar de no se sabe d¨®nde los productos l¨¢cteos? Nadie sabe c¨®mo gobernar un mundo que, en efecto, resulta ser global, como si nunca antes lo hubiera sido. Un mundo global que pronto no tendr¨¢ otra cosa que globalizar que la miseria de los telediarios globalizados que hablan siempre de miseria, en cualquiera de sus variantes. Se trata de cosas distintas, es cierto, porque una cosa es descubrir de pronto el Mediterr¨¢neo de que el mundo es global y otra no reparar en que siempre lo fue a su manera. Ahora, las maneras han cambiado. Las maneras de intervenci¨®n, quiero decir. El resultado es incierto hasta ahora para todos. Y tiene todos los n¨²meros para ir a peor. Como todo. Porque nunca los pol¨ªticos sonrientes en la foto tuvieron tanto poder sobre sus v¨ªctimas. Mientras tanto, el personal vibra con la Eurocopa y con ese torero que quiere matarse ante su p¨²blico a cuatrocientos mil euros por sesi¨®n.
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