El deterioro de Sants sobrevive al AVE
Las obras del caj¨®n para recubrir las v¨ªas prolongan el embrollo iniciado en 2005
La polvareda, el zumbido de las m¨¢quinas, el regusto a cemento y hormig¨®n en la boca. Elsa Rodr¨ªguez, residente en la zona de Sants que acoge la entrada del AVE a Barcelona, vive habituada a las bronquitis que le ocasiona la construcci¨®n de la infraestructura ferroviaria. Le parece natural que su calle sea un arenal sin aceras cerrado al tr¨¢fico, los trabajos que se desarrollan d¨ªa y noche bajo su ventana, la fractura del barrio debido a que los principales pasos para superar los ra¨ªles est¨¢n cortados desde finales de 2005. Elsa, que ten¨ªa dos meses cuando empezaron los trabajos del AVE, acaba de cumplir tres a?os. "Sacas el polvo y vuelve", dice desde su balc¨®n al tiempo que juguetea con una escoba min¨²scula.
Fomento prev¨¦ que las obras del caj¨®n duren tres a?os desde su arranque
Los comerciantes del mercado facturan el 40% menos por las obras
La degradaci¨®n que padeci¨® Sants para que el AVE llegara a la ciudad amenaza con sobreextenderse. El tren de alta velocidad ya cruza bajo la casa de Elsa, al igual que el metro, los cercan¨ªas de Renfe y los martillos neum¨¢ticos de las empresas constructoras, atareadas ahora en levantar un muro que recubra la decena de v¨ªas del complejo ferroviario. El llamado caj¨®n del AVE, por ahora una simple tapia con un anexo de hormig¨®n al que los vecinos apodan muro de las lamentaciones, taladrar¨¢ la rutina del barrio durante tres a?os m¨¢s, seg¨²n estiman las administraciones implicadas en el proyecto. La duda, se?alan los vecinos, es qu¨¦ clase de barrio quedar¨¢ en pie cuando los trabajos terminen.
El Ayuntamiento de Barcelona lo tiene claro: una de las zonas m¨¢s vistosas de la ciudad. No en vano, fue el Consistorio el que impuso el caj¨®n de hormig¨®n como soluci¨®n a la estructura f¨¦rrea que desde 1854 parte el barrio en dos. El proyecto prev¨¦ cubrir a golpe de cemento unos 800 metros de v¨ªas al aire libre, comprendidos entre la salida sur de la estaci¨®n de Sants y la calle de Riera Blanca de L'Hospitalet. Es una obra en la que est¨¢ involucrada la Generalitat mediante la constructora Gisa; el Ministerio de Fomento, a trav¨¦s de Adif, y el propio Ayuntamiento, representado por la empresa municipal Bimsa.
Los plazos, dada la mara?a de empresas involucradas, son "complejos". Gisa est¨¢ levantando la nueva estaci¨®n de metro del Mercat Nou, que no concluir¨¢ antes de 2009. Adif trabaja en adaptar el paso de Riera Blanca, mientras Fomento a¨²n no ha adjudicado el proyecto de levantar la mayor parte del caj¨®n, por donde discurren los trenes de Renfe. El Ministerio estima un plazo de tres a?os desde que se empiece a construir, pero no se atreve a fijar la fecha exacta de arranque y finalizaci¨®n de las obras. Bimsa asegura que su parte casi ha concluido; se refiere a la plataforma que cubre el paso del metro, la primera parte de la estructura a la que s¨®lo le faltan unos 70 metros de la viga que remata el muro. La empresa espera terminarlo a finales de verano para dedicarse luego a la rehabilitaci¨®n de los dos pasos con la otra parte del barrio. El de Badal tardar¨¢ unos seis meses en abrirse. Las obras del pasaje de Riera de Tena a¨²n est¨¢n en fase de planificaci¨®n.
Al final de esa calle, a unos 15 metros del muro que la a¨ªsla con la zona del otro extremo de las v¨ªas, Josefa, de 60 a?os, se aburre apostada tras la barra de un bar vac¨ªo. "Cuando la estaci¨®n de metro estaba abierta todo el barrio ven¨ªa por aqu¨ª. Esto del caj¨®n ser¨¢ un escaparate muy bonito pero ha acabado con nosotros", lamenta. Desde su taburete se adivina, tirando de imaginaci¨®n, la silueta de la nueva estaci¨®n. "A estas obras les cuesta avanzar. ?Plazos? Llevan a?os posponi¨¦ndolos y nos da igual. Esta zona ya no se recuperar¨¢ nunca del efecto AVE", lamenta. Josefa recalca que quienes viven en la zona han perdido la tranquilidad; los comerciantes, el plato sobre la mesa.
Manuel Lanas, 62 a?os, sufre ambos inconvenientes. Se muerde los labios al recordar los tiempos en que la calle era tomada a diario por cientos de personas. Entonces, su tienda de confecci¨®n facturaba casi 400 euros al d¨ªa. Ahora cuadra la caja sin ning¨²n c¨¦ntimo que contar. "Un d¨ªa me estreno, otro no. Si recaudo 10 euros ya es mucho", a?ade.
El ejemplo puede extrapolarse al resto de comercios. La calle de Riera de Tena ha quedado en una sucesi¨®n de persianas bajadas y carteles polvorientos que lucen la leyenda: "Local disponible". Es un escenario que se va contagiando al resto de calles y viviendas. "Nadie nos pregunt¨® si quer¨ªamos el caj¨®n", se?ala Maria Rosa Tarr¨¦s, antigua vecina que se mud¨® de Sants hace a?o y medio. "La gente quiere irse de aqu¨ª: s¨®lo hay ruidos y molestias y el Ayuntamiento no nos escucha".
Cunde el des¨¢nimo porque los vecinos dudan de que su incomunicaci¨®n se resuelva cuando terminen las obras. El caj¨®n, de m¨¢s de 10 metros de altura, alcanza hasta el tercer piso de los edificios anejos a la plataforma. Muchos temen que la barrera, vestida con zonas ajardinadas y vegetaci¨®n en la parte superior, no deje de ser una barrera pintada de verde. Lo asegura amargada Quilim, una joven china que saluda con la mano a los vagones de metro que cruzan a menos de tres metros de su balc¨®n. "Ahora el caj¨®n verdadero es esta casa. El piso de arriba lleva dos a?os en venta. ?Qui¨¦n lo va a comprar con esta mole encima?", pregunta.
El mercado de Sants evidencia que tambi¨¦n echa de menos la otra mitad del barrio. A medio oxidar, los puestos cerrados van en aumento desde que empezaron los trabajos del AVE. "Hemos perdido el 20% de clientes y el 40% de facturaci¨®n. La gente tiene que dar un rodeo demasiado grande para llegar aqu¨ª, y muchos desisten", se?ala el presidente del centro, Eleuterio Galinsoga. "El AVE nos martirizar¨¢ muchos a?os", sostiene Juli¨¢n Yepes, de 52 a?os. Viene de inspeccionar los trabajos junto a t¨¦cnicos del Ayuntamiento y de reivindicar por en¨¦sima vez que se cumplan las promesas de enmendar los desperfectos causados por la obra. "Como el AVE ya llega a Sants nos ignoran, pero el barrio sigue roto", comenta Rosa Garc¨ªa, otra vecina.
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