Gitanos, un ¨¦xodo de mil a?os
Adzovic ten¨ªa 30 a?os y tres heridas de bala en las piernas. Hablaba en una especie de italiano machacado con castellano, pero lleg¨® de Bosnia. Viv¨ªa en Valencia, acampado junto a sus familiares en el cauce seco del r¨ªo Turia, hasta que alguien enviado por la autoridad les oblig¨® a irse. No guardaba grandes recuerdos de Italia, pero eran m¨¢s tolerables que los que le persegu¨ªan en sue?os sobre su tierra natal. "Les veo morir cuando duermo", contaba. La escena, durante la guerra de los Balcanes, inclu¨ªa a una pariente y al hijo peque?o de ¨¦sta. "Yo me escond¨ª, pero el soldado serbio les cogi¨® a ellos, tir¨® el beb¨¦ al r¨ªo y luego quiso violarla. Ella logr¨® escapar y se tir¨® al agua helada". Nadie sali¨® del r¨ªo. "Los gitanos no ¨ªbamos a favor ni en contra de nadie en esa guerra. Pero todos quer¨ªan matarnos. Acab¨¦ con mi familia en Italia, donde la gente hac¨ªa como que no exist¨ªamos. Algo saqu¨¦: aprend¨ª italiano. Ahora estoy aqu¨ª, y puedo hacerme entender". D¨ªas despu¨¦s dej¨® de estar en el campamento valenciano.
Aquello sucedi¨® hace tiempo. Ahora, otros refugiados -no de la guerra, pero s¨ª del hambre- buscan qu¨¦ hacer en muchas ciudades de Espa?a. Vienen del Este, la mayor parte desde Rumania. Bastantes de ellos han pasado previamente por Alemania e Italia. Dani, rumano veintea?ero, pertenece a los kalderash o antiguos caldereros, un subgrupo del Este muy tradicional, considerado como antiinserci¨®n. Pero Dani ha trabajado de lo que le sale y sabe espa?ol -no s¨®lo roman¨®, el idioma original gitano-. Y eso le da ventaja. "En Italia viv¨ª m¨¢s o menos bien". No muchos de su etnia pueden hacerlo en un pa¨ªs porcentualmente cargado de inmigrantes gitanos del Este (incluidas Albania y la antigua Yugoslavia). Se ha llegado a estimar que en Italia hasta el 70% de las familias gitanas ha perdido alg¨²n hijo por diferentes problemas. "Debido a los escasos resultados de las pol¨ªticas orientadas a las minor¨ªas", recog¨ªa un documento reciente de la organizaci¨®n European Roma Information Office, "el caso italiano se sit¨²a entre los ejemplos [de discriminaci¨®n] m¨¢s preocupantes de toda la Uni¨®n Europea".
A?N NO SE HAB?AN DESENCADENADO en Italia los acontecimientos de las ¨²ltimas semanas. "En Rumania hay m¨¢s racismo que en Italia", argumenta Dani. "Yo no hubiera imaginado que todo acabara estallando as¨ª". Se refiere a la ofensiva gubernamental -tambi¨¦n populachera y mafiosa- desatada contra los gitanos. Hay quienes entienden ciertos actos de violencia, como se vio en los ataques a sus casas en N¨¢poles con c¨®cteles molotov, y su desaparici¨®n del pa¨ªs transalpino, como elementos asumibles.
"Invocan un asesinato, una chica que intent¨® robar un beb¨¦, para atacar a todos", explica por tel¨¦fono desde Italia el m¨²sico Alexian Santino Spinelli. Veterano activista sinti, un subgrupo gitano presente en Alemania e Italia, ha reclutado v¨ªa Internet y YouTube a todo al que ha podido contra las medidas discriminatorias del Gobierno de Berlusconi. "Que se arreste a quien no se comporte", reclama Santino. "Que no se repita el fascismo". ?l mismo impuls¨® la convocatoria para el 8 de junio de una manifestaci¨®n que reuni¨® en Roma a miles de personas. "Los pol¨ªticos pueden decir que pocos gitanos de los que estamos en el pa¨ªs nacimos aqu¨ª, pero el porcentaje llega a un 80%. Llevamos siglos en este territorio, somos m¨¢s italianos que los italianos".
Spinelli cree que el origen de las desavenencias con los gitanos rumanos en Italia -"20.000 o 30.000 personas", calcula- tiene su origen en los campi nomadi que ahora se pretenden desmantelar. "Son campos de refugiados que las autoridades han dispuesto en plan apartheid. Cada uno se busca la vida en ellos. Es como la ley de la selva, una siembra de odio".
La siembra, o lo que sea, parece haber fructificado. Isabel es treinta?era, rumana y tiene un familiar gitano. "Pero ¨¦l es civilizado, es persona, no como ¨¦sos [los de los campamentos]", expone con desd¨¦n. Ahora vive y trabaja en Espa?a, pero vivi¨® largo tiempo en Italia. "Les daban casas, les daban terreno en campi nomadi, y s¨®lo robaban". Un conocido suyo llevaba ilegalmente a gitanos desde Rumania hasta Italia en una furgoneta, previo pago de entre 400 y 1.000 euros por persona. "?Para eso s¨ª ten¨ªan dinero! Y para llevar oro encima, tambi¨¦n", se escandaliza. Isabel no sabe que algunos invierten en oro porque constituye una garant¨ªa de obtener liquidez en caso de urgencia. "Se pelean, venden ni?os, son ladrones: yo les he visto vivir en chalets lujosos". Puede que hable de gitanos lovara, a quienes se considera comerciantes con buena posici¨®n. Pero da igual. "Lo que pasa en Italia, lo de quemar las casas, es normal". ?Ni siquiera guarda l¨¢stima por los menores? "Son ni?os que roban, que mendigan".
Isabel alude a los individuos m¨¢s problem¨¢ticos para generalizar hacia todo el grupo. El equivalente a decir que todos los musulmanes son terroristas o que los colombianos tienen una tendencia natural a vender droga y secuestrar a la gente. Algo tan delirante aflora, sin embargo, en el caso gitano, y m¨¢s si est¨¢ referido al este europeo, casi cada vez que uno de sus miembros marginales comete un delito. Sobre todo en ¨¦pocas de crisis. ?Por qu¨¦ llega a plantear una petici¨®n de expulsi¨®n de gitanos rumanos en un pueblo andaluz? ?C¨®mo es posible que lo gitano forme parte esencial de Europa -viven entre 8 y 10 millones, es la principal minor¨ªa ¨¦tnica continental, y su m¨²sica y cultura han impregnado a pa¨ªses enteros- y todav¨ªa inspire repulsa y temor?
Se buscaron respuestas en Calcuta (India) en la mitad de la d¨¦cada pasada. Una reuni¨®n en la ciudad inabarcable sirvi¨® para cotejar conclusiones de la llamada Conferencia Internacional sobre Minor¨ªas de Origen Indio. En ella, entre otros, estuvieron presentes el investigador aut¨®ctono S. S. Shashi y el gitano europeo Vania de Gila Kochanovski, bien conocido entonces por sus adelantos en ling¨¹¨ªstica y conocimientos ¨¦tnicos. Los medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs hablaban de un congreso sobre "hermanos del pueblo perdido", pero Shashi recordaba que la India era para los gitanos "la tierra madre", no "la tierra prometida". O sea, que el subcontinente hiperpoblado no tendr¨ªa que soportar la llegada de unos 12 millones m¨¢s de individuos venidos desde todas las partes del globo. Kochanowski certificar¨ªa como definitivo el origen indio del pueblo rom -su nombre, en su idioma propio-, que tantas veces se hab¨ªa confundido con egipcio. Los roma habr¨ªan pertenecido a la segunda casta india -la de los guerreros- y proven¨ªan del noroeste. Emigraron entre los siglos IX y XIII para huir de respectivas derrotas frente al islam y los mongoles. Se diseminaron, a trav¨¦s de diversas rutas, sobre lo que hoy es Europa. Shashi, no obstante, consider¨® en su intervenci¨®n "algo reduccionistas" estas tesis, y defendi¨® "una migraci¨®n desde toda la India no s¨®lo de miembros de casta noble, sino de tribus como los banjara, que han practicado oficios como los de herreros o comerciantes de animales". De hecho, los roma iban a extender trabajos de esta ¨ªndole en su progresivo asiento global.
Su presencia documentada en Europa comienza en los siglos XIV y XV, siendo en este ¨²ltimo cuando llegan a Espa?a. "Al principio", comparti¨® Kochanowski en Calcuta, "despertaban sorpresa con sus ropas orientales y sus artes adivinatorias". Sin embargo, a medida que crec¨ªan las monarqu¨ªas absolutas se busc¨® una poblaci¨®n homogeneizada. "Los gitanos no encajaron y no se dejaban encajar", explicaba Vania. "Empezaron las persecuciones, sobre todo con la hegemon¨ªa de la Iglesia cat¨®lica: los gitanos representaban la exaltaci¨®n de lo profano".
Lo gracioso se convirti¨® en bufonesco. Su exotismo, en algo macabro. Y sus intentos de sobrevivir, en algo criminal. Su lengua, neoindia, derivada del s¨¢nscrito, fue perseguida en Espa?a. En opini¨®n del ling¨¹ista franc¨¦s de referencia Marcel Courthiade, "el idioma se entendi¨® como propio de diablos, de enga?o para el cristiano". As¨ª, en Espa?a qued¨® reducido hasta hoy a una serie de palabras casi marginales. Pragm¨¢ticas y redadas intentaron reducirlos y apartarlos, y, hasta la democracia, sufrieron la ley de vagos y maleantes. Pero todo palideci¨® frente a Europa, donde lleg¨® el porraimos -la devoraci¨®n, en lengua roman¨ª-, que es como los rom refieren su holocausto nazi. El hecho de que no se sepa realmente cu¨¢ntos gitanos fueron asesinados -se estima que 500.000, aunque otras fuentes hablan de 250.000 y hasta de 600.000- demuestra cu¨¢n enormemente perdido de s¨ª mismo puede llegar a mantenerse a¨²n el pueblo rom.
LOS JUD?OS RESULTARON mucho m¨¢s asimilados que los gitanos en todas las sociedades europeas tras el Holocausto, y participaron de la educaci¨®n, en casa y fuera de ella. Los gitanos rechazaron la primera y, en consecuencia, se quedaron sin la segunda. Erigieron lo que la escritora Isabel Fonseca, que conoci¨® bien a los gitanos del Este, denomina con acierto "un seto". Una especie de muro de protecci¨®n endog¨¢mica con el que, al mantenerles supuestamente puros, pod¨ªan permanecer vivos, aunque apartados; aferrados a una nostalgia de un alma colectiva gitana que pocos sabr¨ªan definir hoy, y que tantas veces se ha entrelazado con tradiciones antiguas de cada pa¨ªs (caso de la virginidad femenina).
En Rusia, Finlandia, Polonia, Hungr¨ªa, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Inglaterra, Alemania o Francia, los roma se han dedicado a vivir con desigual fortuna, pero quiz¨¢ en ning¨²n territorio se les ha marcado como en Rumania. All¨ª, pese a que el Gobierno dice otra cosa, se calcula que el 10% de la poblaci¨®n es gitana (m¨¢s de dos millones de personas). Los libros y pel¨ªculas en donde aparecen como esclavos del Dr¨¢cula transilvano no enga?an: lo fueron hasta la segunda parte del siglo XIX, convirtiendo su seto en impenetrable. En la ¨¦poca comunista se forz¨® la asimilaci¨®n. "Al menos dio trabajo en f¨¢bricas, dio la costumbre de un horario, situ¨® a los rom en el sistema". El gitano rumano Dani evoca as¨ª la historia de su familia.
De este modo lleg¨® la sedentarizaci¨®n, como suceder¨ªa en toda Europa, pese a que a¨²n hoy se les considere n¨®madas. Isabel Fonseca insiste, en su libro Enterradme de pie, en que durante el comunismo pod¨ªan llegar a timar y a robar "los gitanos y los no gitanos". "Pero la polic¨ªa s¨®lo aceptaba sobornos de los primeros". La raz¨®n: en caso de inspecci¨®n, ?qui¨¦n iba a creer a un gitano?
Muchos roma se prepararon mejor que los no gitanos para la propiedad privada, supieron comerciar y se situaron para regentar establecimientos. Pero 1989 trajo la revoluci¨®n y su fracaso. Recoge Fonseca que el poder de la mayor¨ªa decidi¨® que no se quer¨ªa a los roma. Y lo expres¨® a las bravas. Se les consider¨® tutelados por los comunistas. "Los gitanos no son personas", le dijo una se?ora rumana a Fonseca durante la d¨¦cada de los noventa, en medio de los restos de un poblado humeante de gitanos reci¨¦n incendiado. La escritora recoge que, seg¨²n el Ministerio del Interior, no m¨¢s del 11% de los delitos en Rumania -casi siempre menores- estaba relacionado con los roma. Pero el problema fue otro: "Los gitanos no son personas".
"No es racismo, es un hecho. Dan mala imagen de Rumania, y su idioma puede llegar a ser confundido con el rumano", afirma una periodista del Este. Parad¨®jicamente, la m¨²sica gitana, como sucede en Espa?a, se identifica para bien con ese pa¨ªs, y hasta el mal estado actual de la poblaci¨®n que la genera -el 41% de ella es jornalera, el 33% no posee oficio, casi el 40% es analfabeta- puede servir para conseguir fondos europeos. Con su ingreso en la Uni¨®n Europea desde 2007, y con un supuesto cumplimiento de los derechos humanos, existen programas de trabajo para que regresen al pa¨ªs. "Cada franja de poblaci¨®n tiene su programa", explica Arkos Derszi, secretario de Estado del Ministerio de Trabajo del Gobierno rumano. "En el caso rom se contempla su vuelta a sus oficios tradicionales". Pero los gitanos no saben ya a qu¨¦ faenas se refiere el secretario de Estado.
UN INFORME EUROPEO de la Fundaci¨®n Ceimigra indica que algunos grandes traslados de roma hacia Europa Occidental han tenido lugar entre los a?os 2001 y 2006. Sobre todo, hacia la ribera mediterr¨¢nea, donde saben que existen bolsas end¨¦micas de econom¨ªa sumergida.
Inundaciones en regiones rumanas como Constanza empujaron a m¨¢s gente hacia Espa?a. Y quiz¨¢ el desastre italiano vuelva a tentar hacia el desv¨ªo ib¨¦rico. Su presencia en Espa?a se estima en unas 50.000 personas, a las que se les ha relacionado con las m¨¢s variadas iniquidades. Los primeros flujos, m¨¢s dedicados a la mendicidad, o incluso al delito, se han reducido mucho. Los gitanos rumanos mejor establecidos llaman ploskan¨¦ a los grupos m¨¢s ligados a la miseria. En los m¨¢s fundamentalistas se acostumbra a concebir la compra de la novia a la familia o el arreglo de matrimonios entre menores.
Por suerte abundan m¨¢s ejemplos como el de Florenza, una madre de 27 a?os que cre¨ªa que en Espa?a hab¨ªa dinero y todos viv¨ªan bien. Lo ve¨ªa por televisi¨®n, se lo hab¨ªan dicho. "Cre¨ªa que iba a encontrar sanidad, escuela para mi hijo, trabajo, una n¨®mina y una casa para alquilar". Unas pretensiones que suenan hoy incre¨ªblemente raras o inocentes.
Sin embargo, desde el Este, los gitanos de aqu¨ª constituyen para muchos una referencia. En Albania, hasta se habla de Espa?a como "para¨ªso de gitanos". Con una poblaci¨®n cifrada en 650.000 individuos; con una clase media mayoritaria que se gana la vida con la venta, artistas musicales de renombre, l¨ªderes p¨²blicos reconocidos, escolarizaci¨®n, activistas que hasta defienden la homosexualidad y con una asunci¨®n institucional de los gitanos como espa?oles de pleno derecho, nuestro pa¨ªs se muestra como un avance m¨¢ximo. Pero hay un trasfondo sombr¨ªo en esa luz. Una encuesta de 2006 del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas admit¨ªa que el 40% de ciudadanos no querr¨ªa tener a un gitano como vecino. Tampoco faltan voces que intentan desvincular el flamenco de la esencia musical gitana. Los barrios-gueto poblados de miembros de esta etnia permanecen presentes en nuestra geograf¨ªa, y el asociacionismo subvencionado ha devenido no pocas veces en cosa de familias que heredan cargos. La mafia que ofrece protecci¨®n en las obras, los traficantes y los t¨®picos se imponen como una muralla construida con ladrillos de falsas leyes at¨¢vicas y pintorescos patriarcas.
Esa percepci¨®n refuerza el seto endog¨¢mico de defensa creado ancestralmente por la propia comunidad. S¨®lo el 1% de gitanos espa?oles accede a la universidad, y el abandono durante la ESO es brutal. El victimismo, el paternalismo y la falta de rigor suelen ser discursos usuales empleados en torno al pueblo gitano que a veces hasta emanan del mismo. Como el propio racismo, han generado angustias y alienaci¨®n en el colectivo. Aunque tambi¨¦n sucede lo contrario: que lo malo, a veces, sirve como reto para dar ¨ªmpetu a un colectivo que en Espa?a ha avanzado a saltos en los ¨²ltimos veinte a?os. Es f¨¢cil comprobar a¨²n c¨®mo, en la televisi¨®n, la imagen dolida, serena y pausada del padre de la ni?a asesinada Mari Luz no se asume como un reflejo gitano, y que en cambio se sigue vendiendo como tal cualquier oscura pelea, com¨²n a cualquier subcultura callejera. Pero esa constataci¨®n, y la de que muchos gitanos se quejen, es una nueva parte esperanzadora en un viejo camino de mil a?os que, con la nueva llegada mediterr¨¢nea de los roma m¨¢s doloridos de Europa, est¨¢ lejos de concluir.
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