Mi hermano el agricultor y la radio
"No hay mayor lujuria que el pensar", argumenta, a saco y de entrada, el poema Opini¨®n sobre la pornograf¨ªa, de 1986, de la insobornable Nobel polaca Wislawa Szymborska... Estoy segura de que mi hermano, agricultor, estar¨¢ de acuerdo: puede incluso que deje de darse con un canto en los dientes por un rato y apague la radio que le atormenta. Aunque servidora sea periodista, poco puede decirle, menos a¨²n compensarlo, de las barbaridades que d¨ªa a d¨ªa, bajo el calor asfixiante que ya domina sus frutales, ¨¦l oye a trav¨¦s de emisoras a prop¨®sito de la culpabilidad agr¨ªcola sobre esto y aquello, ahora respecto del agua. Estigmatizado est¨¢ por tantos comentaristas, que, aunque no sepan de qu¨¦ va el asunto que la tertulia dice querer debatir, dan opiniones sin pensarlo dos veces, ni siquiera una. Me habla, estoico, de lo mal que lo va a pasar el sector primario en los pr¨®ximos tiempos, que de tan pr¨®ximos ya est¨¢n aqu¨ª. Repite lo de primario una y otra vez, sabe bien a qu¨¦ se refieren expertos y tertulianos. Hasta que le digo que valdr¨¢ m¨¢s, puestos a utilizar palabros, que hable del sector primero, no sea que acaben por llamarles sector primate.
Y entonces la conversaci¨®n se transforma en hecatombe. Mi cu?ada, mujer bien dotada para la lujuria de pensar, se exalta y argumenta: "Pero chica, si ya sucede... La radio nos trata peor que a animales... No paras ya de o¨ªr que cuidado con el sol, que si esta crema o la otra, que si esta temperatura elevada s¨®lo la pueden aguantar los animales... Y t¨² est¨¢s bajo los ¨¢rboles a 40 grados o m¨¢s, mientras que a nadie en la radio parece ocurr¨ªrsele que ¨¦ste es nuestro trabajo, que no estamos precisamente tomando el sol por gusto ni menos por ponerse morena una...". Por no hablar, claro, de los medios exaltando el verano como tiempo urbano en exclusiva de vacaciones y dem¨¢s.
Volvamos al agua, propongo antes de que yo misma no resista las ganas de ahorcar a alguien en un frutal veraniego y nos caiga el pelo a toda la familia. Mi hermano, hombre razonador y pedag¨®gico, para quien sensatez es palabra preferida, nada de seny o senderi, sino sensatez, insiste. "?Puedes decirme por qu¨¦ gentes sensatas, a quienes a menudo es un gusto o¨ªr, pierden el norte cuando hablan de agricultura?". Callo, no tengo respuesta. S¨®lo se me ocurre una: "Apaga la radio", pero con ¨¦l no sirve. Quiere o¨ªr la radio, la necesita, no puede prescindir de ella mientras trabaja, lleva haci¨¦ndolo 40 a?os, desde que entr¨® en casa el primer transistor que, por supuesto, fue para los hombres en el campo. Tambi¨¦n necesita los peri¨®dicos, pero estamos en verano y no tiene tiempo en absoluto para leerlos, aunque sigue compr¨¢ndolo en lunes y alg¨²n domingo. O sea que le presto gustosa mis orejas.
Cuatro millones de hect¨¢reas de regad¨ªo tiene la agricultura espa?ola, de las cuales tres cuartas partes son regadas mediante una masiva subvenci¨®n p¨²blica, seg¨²n viene lamentando el profesor Pedro Arrojo, sabio reconfortante y sensato. De acuerdo, habr¨¢ que ser lujuriosos en este asunto, habr¨¢ que pensar a la manera szymborskiana. Al fin y al cabo son bastantes las gentes polacas que residen en Said¨ª, en donde transcurre esta conversaci¨®n (la palma, dicho sea de paso, se la llevan gentes b¨²lgaras). El agricultor, mi hermano, el tipo decente de agricultor que es, s¨®lo pide que no les confundan con los propietarios que no son agricultores, en particular a partir de los a?os ochenta del pelotazo a diestro y siniestro. Pienso de nuevo en la novela de Bel¨¦n Gopegui Lo real, que lo explica muy bien. Las subvenciones agr¨ªcolas no son para los agricultores, remacha, son para que los consumidores no tengamos que pagar a¨²n m¨¢s caros los alimentos. Pero si ya son muy caros, y cada vez m¨¢s... "Tambi¨¦n para los agricultores", sigue razonando, "que comemos de todo en cualquier tiempo del a?o, ya pas¨® lo de comer s¨®lo lo que produces a cada temporada. Pero alguien debe decir a los de la radio que las subvenciones agr¨ªcolas no son para nosotros". Queda dicho.
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