Rascacielos
Durante las ¨²ltimas semanas, hemos visto como se extend¨ªa por Alicante la fiebre de los rascacielos. Despu¨¦s de muchos a?os sin o¨ªr hablar de estas exageradas construcciones, ahora se pretende levantar ocho o nueve de ellas en la ciudad. ?No ser¨¢n excesivos, tantos rascacielos? Como otras poblaciones espa?olas, Alicante conoci¨® esta moda all¨¢ por el final de los sesenta. En aquel momento, si una ciudad pretend¨ªa considerarse moderna, si ten¨ªa aspiraciones de destacar, deb¨ªa contar con varias torres de una cierta altura que le dieran tono. De esta moda, se aprovecharon unos cuantos promotores avispados que hicieron un excelente negocio para sus bolsillos. En Alicante, se alzaron cuatro o cinco enormes edificaciones que rompieron la simetr¨ªa de la ciudad, y no le supusieron al alicantino beneficio alguno. Cuando finalmente descubrimos el error, era demasiado tarde para remediarlo.
Cuarenta a?os m¨¢s tarde, los tiempos han cambiado y ahora es la Administraci¨®n la primera interesada en edificar rascacielos. Ocho de los nueve edificios que se pretenden construir en la ciudad se proyectan para financiar obras p¨²blicas como el palacio de congresos o el soterramiento del ferrocarril. Ver a la Administraci¨®n pretendiendo especular con los bienes de los ciudadanos es un espect¨¢culo de gran inter¨¦s, y un indicio de por d¨®nde soplan los vientos en los asuntos p¨²blicos. A su lado, la intenci¨®n del empresario Enrique Ortiz de levantar una torre de 140 metros de altura, junto al estadio del H¨¦rcules, es una operaci¨®n modesta. Claro que a Enrique Ortiz, el Ayuntamiento ya le regal¨® pr¨¢cticamente el estadio en una acci¨®n anterior, por lo que podemos decir que parte con ventaja.
Ante esta situaci¨®n, la pregunta que hemos de formularnos es qui¨¦n defiende los intereses de Alicante. Que la Administraci¨®n act¨²e como cualquier empresa privada, y aplique las reglas del mercado, a unos les parecer¨¢ bien y a otros mal. Ante ello, la ¨²nica soluci¨®n efectiva es negociar con firmeza. Aunque para negociar, necesitamos saber qu¨¦ queremos, y no creo que Alicante lo sepa. Se ha dicho muchas veces que esta ciudad carece de un modelo, y lo cierto es que ni siquiera tiene un plan general que le sirva de gu¨ªa. En este momento, ignoramos qu¨¦ clase de ciudad pretende ser Alicante; no lo sabe el alcalde, D¨ªaz Alperi -al que el tema, presumo, le trae sin cuidado-, ni su mano derecha, la concejala de Urbanismo. El problema es que tampoco parece saberlo la oposici¨®n. En esas condiciones, ?c¨®mo decidir si precisamos nueve rascacielos o ninguno?
Desde la marcha de Etelvina Andreu, el grupo socialista aparenta realizar una oposici¨®n seria al Partido Popular; de tanto en tanto, denuncia alg¨²n asunto y, si tiene ocasi¨®n, procura aparecer en la prensa. Hace unos d¨ªas, su portavoz municipal ped¨ªa la dimisi¨®n de Luis D¨ªaz, por considerarlo un obst¨¢culo para el progreso de Alicante. Eso est¨¢ bien pero, m¨¢s all¨¢ de esta pol¨ªtica de gestos, ?qu¨¦ hay en realidad? Porque en cuanto los temas afectan al porvenir de la ciudad, es decir, son importantes, nos encontramos a los socialistas votando junto al Partido Popular.
De ese modo, han aceptado que se construyan seis rascacielos junto al palacio de congresos, que habr¨¢n de quitarle toda su dignidad. Eso demuestra que los socialistas improvisan sus decisiones y no aciertan a desmarcarse del Partido Popular. Si estos hombres fueran llamados ma?ana a gobernar Alicante, es imposible imaginarnos qu¨¦ ocurrir¨ªa.
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