"Italia nos odi¨®, hoy nos ama. Pero es dif¨ªcil entenderse"
"?Buongiorno, se?ora Cervantes!". El saludo de Luigi, el ma?tre de la Hostaria Sarda, el restaurante que ha elegido Fanny Rubio (Linares, 1949), prueba tres o cuatro cosas: que Rubio dirige el Instituto Cervantes de Roma con pasi¨®n, y que los camareros en Italia siguen siendo italianos, y por tanto muy listos. De manera que nos ponemos en sus manos y nos dan verduras sardas, embutidos sardos con cuchillo ("para practicar las artes matadoras", bromea Rubio) y pescadito frito sardo con cerveza abundante y fumando (algunos), como si estuvi¨¦ramos en Madrid.
Pero estamos en Roma. Rubio lleva aqu¨ª menos de dos a?os, pero regresa a Espa?a e1 1 de septiembre. Parece poco. ?Ha sido un gatillazo? "Dos a?os de bur¨®crata y sin escribir son muchos. Me veo siempre en taxi de madrugada buscando alumnos nuevos. Quedarse es un error. Dej¨¦ todo en Espa?a, mi perro est¨¢ all¨ª esper¨¢ndome".
La jefa del Cervantes de Roma lo confirma: "Toda espa?ola se enamora en Italia"
"Ha sido una lucha bonita y me ha curtido para todo", dice luego. "Cuando llegas, Roma te dice: 'Han pasado todos, t¨² tambi¨¦n pasar¨¢s, yo seguir¨¦ aqu¨ª'. T¨² la miras al principio con inferioridad admirativa, pero poco a poco la ves llena de peregrinos y turistas, sin romanos, y empiezas a entender que lo que te dice es 'qu¨¦date'. Eso tarda meses y mucho esfuerzo", contin¨²a, "porque aqu¨ª trabajas con m¨¢rmol, no con tierra. Y el fruto de ese pulso es que de repente te ves como un romano. El m¨¢rmol te ve forcejear y se hace poro. Se entrega, se ablanda y te lo llevas".
El esfuerzo, reflexiona, ha servido. Para "tres mil matr¨ªculas, el doble que hab¨ªa antes", "algunos c¨®mplices que te abrazan por ser espa?ola" y alguna frustraci¨®n. "Las empresas privadas no se implican con la cultura, no se ponen al tel¨¦fono, este capitalismo analfabeto no tiene sensibilidad ni para defender sus propios intereses".
Fil¨®loga, poeta, ensayista, cr¨ªtica y novelista, Rubio es sobre todo agitaci¨®n y alegr¨ªa, una tipa capaz de poner a leer El Quijote a espa?oles e italianos en la piazza Navona durante 48 horas durmiendo en una silla para no perd¨¦rselo. O de abrir, el domingo, los salones del Cervantes en el palacio del Conde Ciano, donde ha vivido estos a?os, para ver todos juntos el partido Italia-Espa?a, y la victoria roja en los penaltis, un s¨ªmbolo, dice, no de rivalidad sino de amistad: "La vocaci¨®n mediterr¨¢nea ha regresado a nuestra alma, hemos salido al mar otra vez y hemos juntado los olivos de Ja¨¦n con los de la Puglia".
Rubio piensa a su aire, toma lo bueno y odia el qualunquismo, maravillosa palabra italiana que resume el conformismo, lo antipol¨ªtica, el topicazo f¨¢cil. "Italia nos odi¨®, hoy nos ama. Pero entenderse es dif¨ªcil, nosotros vamos al grano, no entendemos que aqu¨ª lo indirecto es sagrado. A ellos les faltan mujeres maduras con poder. Pero puedo confirmar el t¨®pico n¨²mero uno: toda espa?ola en edad hormonal cae v¨ªctima de amor con un italiano. El amor no lo interpreta nadie como los italianos. Y a veces es mejor enamorarse de un actor que de un sujeto".
As¨ª que vuelve a Espa?a, ese lugar donde s¨®lo hay miembros. "Eso no lo deber¨ªa decir un ministro, sino un lexic¨®grafo. A¨ªdo tuvo mala suerte, porque toc¨® un tab¨² que en Espa?a es intocable, porque alude a esa parte invisible pero decisiva para el desarrollo...".
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