El n¨²mero 38 de la calle Londres
Hablo de una calle ubicada en el coraz¨®n urbano de la capital de Chile. De una calle trenzada a otra que lleva el europeo nombre de Par¨ªs. Dos calles como serpientes dan nombre y vida al peque?o barrio Par¨ªs-Londres. Por las ondas de su trazado se alzan comercios, hoteles, instituciones culturales, puestos de flores, zumos y almendras, una plaza hermosa, viviendas corrientes y mansiones orilladas por ¨¢rboles. Londres surge en la Alameda, a la altura de la antigua iglesia de San Francisco. Cada edificio tiene su identidad numerada, uno de ellos se llamaba -debe de llamarse a¨²n- 38. A ese inmueble le quitaron el nombre. S¨®lo a ese en todo el vecindario.
Lo confisc¨® la DINA, y de lo acontecido all¨ª entre los septiembres de 1973 y 1975, la Comisi¨®n Nacional sobre Prisi¨®n Pol¨ªtica y Tortura precis¨® lo siguiente en su informe de 2005: "Londres 38 era el primer recinto al que eran conducidas las personas reci¨¦n detenidas. (...) sufrieron brutales torturas en este recinto, permanec¨ªan vendados, generalmente amarrados a una silla, eran desnudados y no recib¨ªan alimentaci¨®n y s¨®lo excepcionalmente se les daba de beber (...) Durante los interrogatorios los prisioneros fueron torturados con golpes, en ocasiones hasta causarles fracturas; (...) el submarino seco y el mojado, con aplicaci¨®n de electricidad en la parrilla, colgamiento, quemaduras con cigarrillos, el tel¨¦fono, fueron sometidos a la ruleta rusa, se les administraban drogas (...) eran obligados a escuchar y presenciar torturas a otros detenidos; fueron objeto de vejaciones y violaciones sexuales, simulacros de fusilamiento, amenazas y manipulaci¨®n psicol¨®gica" (p¨¢gina 442). Un n¨²mero a¨²n no determinado de personas permanecieron detenidas all¨ª, 96 de las cuales fueron ejecutadas, hechas desaparecer o murieron posteriormente a causa de las torturas sufridas.
La memoria democr¨¢tica es plural y polic¨¦ntrica. No existe como territorio porque no es acotable
Las autoridades de la dictadura, y m¨¢s tarde el pinochetismo cultural -ese que en tiempos de democracia ha levantado un Memorial a Jaime Guzm¨¢n, brillante constitucionalista y te¨®rico del golpismo, asesinado en 1991- negaron los hechos primero, m¨¢s tarde los omitieron, y a ese fin le robaron su nombre de siempre al portal, lo designaron con el n¨²mero 40. El n¨²mero 38 dej¨® de hallarse en el callejero y con ¨¦l desaparec¨ªa por ocultaci¨®n una pieza m¨¢s del patrimonio democr¨¢tico chileno. No hay nada extra?o en ese modo de actuar, en realidad es universal.
Al fin y al cabo, lo que resulta decisivo para comprender las culturas pol¨ªticas represivas, la aptitud de permanencia que poseen m¨¢s all¨¢ de su desaparici¨®n institucional a manos del Estado de Derecho, no es el volumen de muertos, desaparecidos o encarcelados, ni los procedimientos de liquidaci¨®n humana que usaron. Lo relevante para comprender la transmisi¨®n de la ¨¦tica de la violencia pol¨ªtica es la negaci¨®n del crimen humano, bien sea borr¨¢ndolo por distintos procedimientos, o diluy¨¦ndolo por medio de lenguajes que contribuyen a banalizar la vulneraci¨®n de los derechos de las personas, impidiendo con ello que las ¨¦ticas democr¨¢ticas y sus representaciones simb¨®licas, tan distintas, tan poli¨¦dricas siempre, formen parte del patrimonio de la naci¨®n.
Londres 38 estuvo al borde de la desaparici¨®n f¨ªsica. La evit¨® con su reclamo la terquedad ¨¦tica del colectivo social constituido por familiares y amigos de quienes all¨ª fueron encerrados. El Gobierno atendi¨® por fin a sus razones en un proceso no exento de conflictos. Aquel colectivo, tras elaborar un espl¨¦ndido proyecto de marcaje urbano y de usos del lugar, consigui¨® que las puertas del inmueble se abrieran a la ciudad en el reciente D¨ªa Internacional del Patrimonio Cultural. Londres, restituido, anduvo as¨ª m¨¢s all¨¢ del c¨ªrculo estricto de afectados.
Chile posee hoy proyectos que pueden variar la pol¨ªtica de memoriales est¨¢ticos, petrificados, de los primeros y meritorios a?os de la Concertaci¨®n. Depender¨¢, quiz¨¢, de la voluntad de resignificaci¨®n del patrimonio que hoy existe; y sin duda el futuro Museo de la Memoria tiene en ello un papel referencial obvio, pero que no debiera confundirse, creo yo, con el de exclusividad, ni centralidad. Usar como centro de interpretaci¨®n de la detenci¨®n y desaparici¨®n forzosa el espacio de Londres 38, por poner un ejemplo, no limita al Museo de la Memoria cualquiera que sea la funci¨®n que finalmente se le otorgue, m¨¢s bien lo enriquece. Al fin y al cabo, la memoria democr¨¢tica no s¨®lo es plural, es tambi¨¦n polic¨¦ntrica. No existe como territorio porque no es acotable ni estable. Existe como valor, por supuesto hist¨®rico. Mutable pues, fecundo en usos y en direcciones, con referentes, pero sin centro.
Ricard Vinyes es historiador.
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