Estambul, con el mapa secreto de Orhan Pamuk
De la mano del premio Nobel turco, por el laber¨ªntico Cukurcuma o el luminoso ?sk¨¹dar, barrios coloridos en la ciudad de los tres nombres
En pocos lugares uno se lamenta tanto del progreso en los medios de transporte como en Estambul. Muy distinto de llegar por carretera desde el aeropuerto era hacerlo en barco. Aunque la avenida de Kennedy, por la que se alcanza el centro, discurre por su largu¨ªsimo tramo final paralela a las antiguas murallas y resulta dif¨ªcil no deslizar la mirada por ellas pregunt¨¢ndonos por los asedios que sufrieron desde su construcci¨®n en el siglo IV despu¨¦s de Cristo hasta que en 1453 el otomano Mehmet II las traspas¨® poniendo fin al Imperio Romano de Oriente, ¨¦stas no proporcionan la misma riqueza de est¨ªmulos que debieron de recibir los viajeros que en el pasado ingresaban en la ciudad en barco.
Hasta la aparici¨®n de Estambul, ciudad y recuerdos, del premio Nobel Orhan Pamuk, todo viajero refinado que visitaba Estambul lo hac¨ªa con Constantinopla, del italiano Edmundo De Amicis. M¨¢s que el de Nerval, m¨¢s que el de Gautier, el libro de De Amicis, como reconoce el propio Pamuk, es el mejor cuaderno de viaje sobre la ciudad de los tres nombres (Bizancio, Constantinopla, Estambul) de todos los que se escribieron en el siglo XIX. Falto, igual que sus antecesores, de palabras para describir la magnificencia de la primera visi¨®n de la ciudad abri¨¦ndose ante sus ojos, de las "c¨²pulas enormes", de los "alminares compactos y espesos como bosque gigantesco de palmeras sin palmas", de las mezquitas y las torres, de las "casas y m¨¢s casas", y las "manchas de concentrado verde", De Amicis necesita sugestionarnos, recurrir al suspense alargando y graduando los preliminares, para darnos una idea de su impresi¨®n.
El viejo mundo otomano
La visi¨®n de Estambul desde el mar de M¨¢rmara, tanto de su parte europea, partida por el Cuerno de Oro, como de su parte asi¨¢tica al otro lado del B¨®sforo, sigue siendo igual de apabullante que en los tiempos de De Amicis, pero eso es algo que el viajero de hoy descubre por lo general m¨¢s tarde, si toma uno de los barcos que van a las islas del Pr¨ªncipe. A pesar del siglo y medio transcurrido, a pesar de que el decadente esplendor cortesano que ¨¦l conoci¨® ya no exista, a pesar de que Turqu¨ªa ya no sea un sultanato, sino una rep¨²blica laica, y Estambul haya dejado de ser su capital; a pesar de que el per¨ªmetro urbano se haya desbordado de edificios modernos, de rascacielos y de decr¨¦pitos bloques de viviendas para acoger el aluvi¨®n de inmigrantes que han dado forma a una metr¨®poli de catorce millones de habitantes, el libro de De Amicis sigue siendo una estupenda gu¨ªa para conocer los barrios de El Serrallo, El Bazar y Sultahnamet, donde se hallan los principales reclamos tur¨ªsticos. No s¨®lo eso. La descripci¨®n del car¨¢cter de sus habitantes, por mucho que ¨¦stos pertenecieran, por su variada procedencia y vestimenta, sus diversos credos y oficios, al viejo mundo otomano, contin¨²a siendo en gran parte v¨¢lida. Aqu¨ª y all¨¢, entre la aparente uniformidad actual, nos sorprenden ecos, retazos conocidos. Puede ser un comerciante del zoco que se declara jud¨ªo sefard¨ª, puede ser otro que se dice armenio o griego o descendiente de los mercenarios genoveses que en el siglo VI construyeron la torre G¨¢lata. Parecida sensaci¨®n de intemporalidad nos sobrecoge al descubrir en los pegajosos gu¨ªas que se nos ofrecen id¨¦nticas estratagemas a las que sus antepasados usaban con De Amicis: "A la primera mirada os han reconocido como forastero, han comprendido que vais al bazar por vez primera y adivinado poco m¨¢s o menos de qu¨¦ pa¨ªs sois; tanto, que rara vez se equivocan de lengua al dirigiros la palabra".
Pero, mereciendo como merecen su sola visita el viaje, Estambul no es s¨®lo la bas¨ªlica de Santa Sof¨ªa, la mezquita Azul, el palacio de Topkapi, los bazares, la Cisterna de las 1.001 columnas o el hip¨®dromo bizantino. No es suficiente tampoco, para comprender la ciudad, contemplar desde el agua en uno de los cruceros que remontan el B¨®sforo hasta el mar Negro las mansiones que los cortesanos otomanos se constru¨ªan en sus orillas, ni lo es la obligada visita al Museo Arqueol¨®gico. Hace falta, guiados ahora por Pamuk, cruzar a los barrios de Nisantasi y Beyonglu, bajar por la comercial Istiklal Caddesi, desde la plaza de Taksim hasta el antiguo barrio de Pera, donde en tiempos de la belle ¨¦poque negociaba y se divert¨ªa la colonia extranjera. Es necesario pasear por el laberinto de Cukurcuma y tambi¨¦n buscar los barrios donde vive la gente com¨²n, que no se mencionan en las gu¨ªas: Kurtulus, Ferik?y, Cihangir, Tarlabasi, "las calles de atr¨¢s de ?sk¨¹dar, extremadamente musulmanas y luminosas"... Libres de prejuicios, acudir incluso a los inmensos centros comerciales que se han levantado en la parte asi¨¢tica, o meternos en un cine.
?pocas a la vista
Para quien visita por primera vez Estambul es imposible no compararla con Roma. Antes de llegar, uno piensa que, como capital que fue de Bizancio, le embargar¨¢ la misma sensaci¨®n que le asalta en la Ciudad Eterna: la de que todas las ¨¦pocas pasadas de la ciudad est¨¢n a la vista. Y, en efecto, as¨ª es en parte. Sin embargo, lo que en Roma es una certeza f¨ªsica tan incontestable como un palacio renacentista que se apoya por un lado en una torre medieval y por otro en los restos de un teatro de tiempos de C¨¦sar, en Estambul, a excepci¨®n de por las bas¨ªlicas convertidas en mezquitas, resulta menos visible. Pero que sea menos visible no quiere decir que no est¨¦. A diferencia de Roma, que sufri¨® tras su ca¨ªda un abandono de siglos, la vieja Constantinopla pas¨® enseguida a ser el centro de un nuevo poder que la rebautiz¨® y transform¨® o destruy¨® lo anterior. Los vestigios, pues, del antiguo orden quedaron ocultos. No sucedi¨® as¨ª con la memoria. Quienes viv¨ªan en ella siguieron en sus calles, incorporando lo nuevo de cada generaci¨®n y cada oleada migratoria en una superposici¨®n de capas que constituyen la esencia de la ciudad. De su personalidad partida, que dir¨ªa Pamuk: "La ciudad me gusta no por su pureza, sino porque es un lugar complejo, un mont¨®n de estructuras ruinosas y a medias".
? Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) es autor de la novela Los seres felices (Anagrama).
Gu¨ªa
C¨®mo ir- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500). Vuelo de ida y vuelta entre Madrid y Estambul a partir 390,34 euros, tasas y suplementos incluidos. Desde Barcelona, a partir de 411,08 euros.- Alitalia (902 10 03 23; www.alitalia.com). Vuelo de ida y vuelta con una escala desde Madrid, 319,85 euros, todo incluido, y desde Barcelona, 254,85 euros.
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