El viejo
Y yo, se?or juez, ?qu¨¦ culpa tengo? El viejo era la v¨ªctima perfecta. No hab¨ªa m¨¢s que verle deambulando por ah¨ª con el ch¨¢ndal chill¨®n, mal afeitado, con la pi?ata bail¨¢ndole y esas gafas antiguas, que ni ve¨ªa de lejos ni ve¨ªa de cerca. Era la v¨ªctima perfecta. Si es que parec¨ªa pedirlo, se?or juez, parec¨ªa pedir que le llovieran palos. Y no me negar¨¢ usted que el tipo ca¨ªa mal. Eso no lo digo yo, se acordar¨¢ usted mismo: todo el mundo, o casi todo el mundo, se la ten¨ªa jurada.
Se hablaba mal del viejo, es verdad, y se echaba mano de cualquier excusa. Como lo del racismo. Dec¨ªan que el viejo insultaba a los negros, y hasta le pusieron una multa. Qu¨¦ le voy a contar: el caso era liarla, y complicarle la vida. No, claro, el viejo no era racista. Tampoco era lud¨®pata, aunque en una ¨¦poca se dejara sus perrillas en el juego. Depresivo quiz¨¢ s¨ª, qui¨¦n sabe. Qu¨¦ m¨¢s da.
Si pudiera, se lo dir¨ªa a la cara: se?or Luis Aragon¨¦s, se ha portado usted como un hombre
A lo que ¨ªbamos: la v¨ªctima perfecta. Cada uno vive de lo que puede. ?l viv¨ªa de llevarse palos, y yo, nosotros, de peg¨¢rselos. Y la gente encantada. Porque el viejo, encima, se defend¨ªa, se encaraba, intentaba explicarse, se negaba a irse. En este negocio nada funciona mejor que una v¨ªctima que se resiste. A la gente le encanta. La gente, se?or juez, tiene muy mala leche. Y no lo digo para justificarme, que tambi¨¦n: es que es la pura verdad.
Honestamente, yo no esperaba que las cosas fueran a acabar as¨ª. Cuanto m¨¢s lo pienso, m¨¢s extra?o me parece. El asunto pintaba clar¨ªsimo: s¨®lo era cuesti¨®n de darle palos hasta que se cansara y se largara sin conseguir nada. M¨ªrelo fr¨ªamente, se?or juez: ?qui¨¦n pod¨ªa prever que el viejo consiguiera algo? Estaba condenado de antemano, lo que se dice un pringao. As¨ª han sido siempre las cosas, ?no?
C¨®mo nos equivocamos. Fue s¨®lo eso, una equivocaci¨®n sin maldad. Le peg¨¢bamos sin ensa?amiento. Casi en defensa propia, mire lo que le digo. Porque alguien ten¨ªa que defender los intereses de todos, y el viejo parec¨ªa un peligro p¨²blico. Que si Ra¨²l, que si los bajitos, que si otra vez la maldici¨®n de cuartos, que si el esp¨ªritu perdedor, que si ya tiene sustituto, que si a ver cu¨¢ndo se va... A ver, sea sincero: ?pensaba usted que el viejo iba a resultar, a su edad y con su historial, la admiraci¨®n de toda Europa?
Y, sin embargo, aqu¨ª estamos. En la final, con un equipo de lujo y con el viejo hecho un sabio. Porque ha resultado que s¨ª, que ¨¦l era un sabio y nosotros, los periodistas, unos capullos. Yo, al menos, estoy confesando, se?or juez, a ver si me vale como atenuante. Otros que le pon¨ªan a parir parece que hayan estado siempre con el viejo, apoy¨¢ndole a muerte. ?Sabe usted? Me alegro de todo esto. Tiene como una justicia po¨¦tica. Me alegro sobre todo por el viejo, que ha aguantado lo que ha aguantado. Si pudiera, se lo dir¨ªa a la cara: se?or Luis Aragon¨¦s, se ha portado usted como un hombre.
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