La gran noche del luchador por la libertad
El 90? aniversario de Mandela se convierte en un homenaje pol¨ªtico
Ex boxeador, fan¨¢tico de la gimnasia antes, durante y despu¨¦s de sus 27 a?os en la c¨¢rcel, Nelson Mandela sigue gozando a sus casi 90 a?os de un metabolismo privilegiado. Su presi¨®n arterial, dicen sus ayudantes, es la de un hombre sano de 50. Pero le cuesta caminar. Avanza pasito a pasito con un bast¨®n tribal africano en la mano derecha y con una persona, habitualmente su esposa, Gra?a Machel, que le coge firmemente del brazo izquierdo. Pierde la concentraci¨®n, se olvida de lo que ha dicho u o¨ªdo media hora antes. Est¨¢ y no est¨¢.
Mandela es la ¨²nica persona que llama Elizabeth a la reina de Inglaterra
Los famosos del mundo pagaron grandes sumas por asistir al homenaje
Mandela apareci¨® en el escenario rodeado de estrellas del pop
"Queda mucho trabajo por hacer", dijo el dirigente surafricano
"Nuestro trabajo es lograr la libertad para todos", afirm¨® el l¨ªder 'antiapartheid'
Pero durante una semana en la que Londres ha vivido una invasi¨®n de superestrellas globales para celebrar su cumplea?os, culminando con un conmovedor concierto musical en Hyde Park el viernes, todos se han quedado en la sombra del que Gordon Brown, el primer ministro brit¨¢nico, describi¨® como "el hombre m¨¢s grande de nuestro tiempo".
Esas palabras las dijo en una cena en honor de Mandela el mi¨¦rcoles, en la que Bill Clinton tambi¨¦n pronunci¨® un discurso en el que alab¨® "la capacidad de inspirar a millones de personas" del l¨ªder surafricano, "la gran figura pol¨ªtica contempor¨¢nea".
Un gran pol¨ªtico debe ser, ante todo, un seductor. Una persona capaz de ganarse las mentes y los corazones de la gente. Mandela lo ha hecho mejor que nadie. No s¨®lo conquist¨® a la casi totalidad de la poblaci¨®n negra de su pa¨ªs -dividida en nueve tribus con nueve lenguas-, sino que acab¨® conquistando a la poblaci¨®n blanca, que durante d¨¦cadas lo hab¨ªa considerado como un temible terrorista. Lo que no es tan bien sabido es que su eficacia seductora es tan grande en privado como cuando su objetivo son las grandes masas. Fe de ello la da la habitualmente g¨¦lida reina de Inglaterra.
Se reunieron los dos en el palacio de Buckingham el mi¨¦rcoles, antes de la gran cena, y, como demuestran las fotos que salpicaron todas las portadas la ma?ana siguiente, Isabel II, al recibirle, fue incapaz de contener la sonrisa m¨¢s franca y feliz que se le ha visto en p¨²blico nunca. Lo cual tiene especial m¨¦rito dado que Mandela es la ¨²nica persona, que se sepa, con la posible excepci¨®n de su marido, el pr¨ªncipe Felipe, que la llama por su primer nombre. Llamar a la reina Elizabeth es una violaci¨®n del protocolo casi mortal (en otros tiempos hubiera significado la ejecuci¨®n instant¨¢nea) en la instituci¨®n m¨¢s protocolaria de la Tierra. Pero Mandela, una especie de rey secular, lo hace y ella se lo permite, aparentemente, encantada.
Como, por ejemplo, una vez hace seis a?os, cuando Mandela estaba cenando con unos amigos en su casa de Johanesburgo. Entr¨® un ayudante en el comedor, le pas¨® el tel¨¦fono port¨¢til y le dijo que la reina Isabel quer¨ªa hablar con ¨¦l. Mandela cogi¨® el tel¨¦fono y, ante la mirada at¨®nita de sus amigos, sonri¨® ampliamente y dijo: "Hola, Elizabeth, ?c¨®mo estas?, ?qu¨¦ tal vuestros hijos?"
Bill Clinton cont¨® una historia parecida en su discurso durante la cena que se celebr¨® unas horas despu¨¦s del encuentro en el palacio de Buckingham. "Cuando los dos ¨¦ramos presidentes de nuestros respectivos pa¨ªses", dijo Clinton, "nos habl¨¢bamos mucho por tel¨¦fono, muchas veces para hablar de temas muy serios. Pero siempre, sin excepci¨®n, al comenzar la conversaci¨®n, me preguntaba: 'Y, Bill, ?qu¨¦ tal tu hija, Chelsea? ?Y c¨®mo est¨¢ Hillary?".
Clinton, que tiene casi tanto carisma como Mandela, aunque quiz¨¢ menos principios, se refiri¨® a la relaci¨®n padre-hijo que, insinu¨®, lleg¨® a entablar con Mandela, al decir que el ex presidente surafricano le hab¨ªa dado muchos consejos a lo largo de los a?os. "Le hice caso muchas veces; si lo hubiera hecho siempre, seguramente la vida me habr¨ªa ido mejor", confes¨®, medio sonriendo, medio lament¨¢ndose de errores no mencionados.
Como coment¨® Clinton, la base de todo, del encanto y del ¨¦xito pol¨ªtico del hombre que liber¨® a su pueblo de la tiran¨ªa racista m¨¢s implacable de la Tierra, es muy sencilla. "He is a good person" ("Es una buena persona"). Con el prop¨®sito de contagiarse un poco de esa bondad, muchas de las personas m¨¢s famosas del mundo pagaron grandes cantidades de dinero, todas destinadas a la fundaci¨®n de Mandela contra el sida, para poder compartir una cena con ¨¦l, a la que asistieron 500 personas. Adem¨¢s de Bill Clinton y Gordon Brown, estaban Elton John, Robert de Niro, Will Smith, Uma Thurman, Forrest Whitaker, Pierce James Bond Brosnan, Denzel Washington, Oprah Winfrey, Emma Thompson, Boris Becker, Lewis Hamilton, Kim Cattrall, la que hace el papel de la devoradora de hombres en la serie televisiva Sexo en Nueva York, Kate Middleton -la novia del pr¨ªncipe Guillermo- y Richard Branson, el magnate millonario m¨¢s conocido de la noche, pero no el m¨¢s rico.
Era un evento en el que uno paseaba entre las mesas y o¨ªa a un marido decirle a su mujer cosas como: "Oye, ?y qu¨¦ tal si nos compramos un equipo de f¨²tbol de la Premier League?". Y la mujer contestar: "Vale, pero que sea un equipo de aqu¨ª de Londres, que Birmingham o Manchester no me apetecen mucho".
Elton John le cant¨® Happy Birthday a Mandela y, al acabar, declar¨® que hab¨ªa participado en muchos eventos de este tipo, pero nunca en ninguno que le hubiera proporcionado tanto orgullo y felicidad.
Despu¨¦s hubo una subasta de siete obras de arte, entre ellas, un molde de bronce de la mano de Mandela. Will Smith, el actor estadounidense, hizo de subastador, derrochando energ¨ªa y sentido del humor, y la mano se acab¨® vendiendo por 2,2 millones de euros. El comprador fue Sol Kerzner, un surafricano megamillonario que bas¨® su fortuna en una cadena de hoteles y casinos que cre¨® en tiempos del apartheid. Kerzner, un hombre diminuto de unos 70 a?os, con una esposa despampanante de unos 30, que le hubiera sacado dos cabezas incluso sin los tacones alt¨ªsimos que llevaba, no hubiera podido levantar semejante negocio, ahora extendido por todo el mundo, sin la ayuda del sistema del apartheid, de cuyas leyes racistas se aprovech¨® de manera astuta y, seg¨²n dec¨ªan los seguidores de Mandela en aquellos tiempos, vil. La exorbitante suma que pag¨® por la mano de Mandela, sumada a otras donaciones que ha hecho a las causas del ex presidente surafricano, le servir¨¢n -o al menos eso comentaba alguna gente en la cena- como v¨ªa de expiaci¨®n.
El caso de la cantante inglesa Amy Winehouse, se trat¨® m¨¢s bien, quiz¨¢, de un caso de redenci¨®n. Hab¨ªa grandes dudas sobre su comparecencia, como estaba previsto desde hac¨ªa meses, en el concierto del viernes en Hyde Park. Drogadicta empedernida, se ha pasado los ¨²ltimos meses entre comisar¨ªas y cl¨ªnicas m¨¦dicas. La prensa inglesa ha estado especulando con que, a este ritmo, la Winehouse, que tiene 24 a?os, no llegar¨¢ a los 25. Pero, aunque s¨®lo le dieron de baja del ¨²ltimo hospital en el que ha estado ingresada el mi¨¦rcoles, dos d¨ªas despu¨¦s salt¨® al escenario. Sus ojos indicaban que estaba m¨¢s ida que el propio Mandela en sus momentos de menor lucidez, pero la voz no le fall¨®. Como si se tratara de un milagro del Jesucristo contempor¨¢neo (el Times de Londres dijo ayer que ¨¦sta hab¨ªa sido la semana en la que Gran Breta?a "deific¨®" a Mandela), la cinco veces ganadora de los Grammy cant¨® con m¨¢s fuerza y vitalidad y pasi¨®n que Annie Lennox, las Corrs, Simple Minds, Zucchero, Queen, Joan Baez o cualquiera de los otros cantantes o grupos por los cuales 47.000 personas compraron entradas.
En parte porque nadie cant¨® m¨¢s de dos canciones, con lo cual eligieron las m¨¢s populares de sus repertorios, y en parte por la predisposici¨®n de la muchedumbre a celebrar la fiesta de Mandela (aunque no cumple a?os hasta el 18 de julio) con alegr¨ªa y buen humor, el concierto fue todo un ¨¦xito.
El actor ingl¨¦s Stephen Fry, uno de los varios famosos que subieron al escenario a dar testimonio del impacto inspirador que Mandela hab¨ªa tenido sobre sus vidas, recomend¨® a todos los presentes preservar siempre en un rinc¨®n de sus corazones el esp¨ªritu generoso que defin¨ªa a Mandela.
El que se llev¨® los aplausos m¨¢s entusiastas de la noche fue el festejado, el propio Mandela, que apareci¨® en el escenario rodeado de estrellas del pop para decir unas palabras. "Mientras celebramos, no nos olvidemos de que queda mucho trabajo por hacer", declar¨®, con voz sorprendentemente firme. "Donde haya pobreza o enfermedad, incluyendo el sida; donde los seres humanos est¨¦n siendo oprimidos, todav¨ªa nos queda mucho por hacer. Nuestro trabajo consiste en lograr la libertad para todos".
Y acab¨® declarando, como despidi¨¦ndose para siempre, como reconociendo que nunca m¨¢s hablar¨ªa ante una multitud tan grande, como aceptando que no le quedan muchos a?os m¨¢s y que ahora le corresponde a las generaciones que le siguen perpetuar el trabajo al que ha dedicado su vida: "?Est¨¢ en vuestras manos ahora!".
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