Mirada de futuro
Nadie lo dir¨ªa, pero una parte muy dilatada de nuestra autonom¨ªa ha estado gobernada por coaliciones entre nacionalistas y socialistas. La estrategia pol¨ªtica seguida por el nacionalismo institucional a partir de su ruptura indica que la experiencia sirvi¨® de poco. Sin duda, se hicieron cosas muy importantes: el pacto de Ajuria Enea, dif¨ªcil de imaginar fuera de aquella coyuntura; la importante contribuci¨®n socialista a la gesti¨®n; el periodo de estabilidad pol¨ªtica y los l¨ªmites que pusieron los socialistas a la apropiaci¨®n del pa¨ªs por los nacionalistas. Las debilidades de nuestro sistema pol¨ªtico exig¨ªan, sin embargo, una trascendencia casi fundacional, que estableciese, con garant¨ªas de futuro, los fundamentos de un sistema pol¨ªtico estable e integrado.
La experiencia vali¨® como negativo de lo que debe hacerse en el futuro
El nacionalismo coquetea con la inestabilidad. Juega con el rechazo a la integraci¨®n pol¨ªtica. Sigue manteniendo la ficci¨®n de una integraci¨®n forzada, necesitada de ser compensada sin descanso. Simult¨¢neamente, ejerce el poder de forma excluyente y embarca al pa¨ªs en proyectos que dejan fuera a una parte muy sustancial de la sociedad, desestabiliz¨¢ndola. En este doble terreno se jugaba la validez o la inutilidad sustancial de la coalici¨®n de gobierno PNV-PSE. Y, visto en perspectiva hist¨®rica, fracas¨®.
La satisfacci¨®n de las exigencias nacionalistas como garant¨ªa de su integraci¨®n pol¨ªtica llev¨® a ensayar una especie de nuevo pacto foral, pero de una sola direcci¨®n. Los logros nacionalistas tienen naturaleza estructural, pero no sus contrapartidas. Los nacionalistas reh¨²san cualquier compromiso leal para garantizar la estabilidad, desapareciendo la esencia del viejo pacto foral.
Para una parte importante del nacionalismo aqu¨¦lla fue una experiencia forzada por las circunstancias, aceptada con una contrariedad s¨®lo aliviada por la conservaci¨®n del poder en una coyuntura de ruptura del partido. Para los socialistas fue la oportunidad de acceder a un gobierno que ten¨ªan vedado, del que salieron con una doble sensaci¨®n: de Arcadia idealizada, a la que necesariamente habr¨ªa que tratar de retornar, y de maltrato, de deslealtad, de enga?o por parte de sus socios.
Pero, como nos recuerda un personaje de Isaac Bashevis Singer en Sombras sobre el Hudson, "el enga?o s¨®lo es posible cuando la v¨ªctima colabora". Los socialistas, condicionados por una pol¨ªtica de Estado entendida de forma asfixiante, fueron, a pesar de su fuerza electoral y de ser el salvavidas del PNV, un socio subalterno, que acept¨® la existencia de ¨¢mbitos de poder reservados al nacionalismo y que, con una ingenuidad s¨®lo comprensible por el desconocimiento, trat¨® de ganarse una credencial irreprochable de vasquismo que le dejaba en manos de los nacionalistas.
El nacionalismo se empe?a en transmitir la idea de que s¨®lo la p¨¦rdida del poder le permitir¨¢ aprender el profundo significado de la pluralidad vasca y de sus exigencias, pero a¨²n tendremos pendiente el reto de la integraci¨®n, de la estabilidad. Y, seguramente, necesitaremos un punto de partida construido sobre acuerdos sustanciales entre defensores de proyectos antag¨®nicos.
La experiencia de los gobiernos de coalici¨®n es valiosa como negativo de lo que debe hacerse en el futuro. El nacionalismo necesita una cura de humildad; necesita aceptar con honestidad que la sociedad vasca no son s¨®lo ellos; aprender que no pueden construir el futuro sin los otros y, a¨²n menos, contra ellos. Que los acuerdos no son un mero par¨¦ntesis, un momento de reposo en el camino hacia sus objetivos. La aceptaci¨®n leal del engarce en el sistema pol¨ªtico espa?ol debe ser, necesariamente, una condici¨®n ineludible; la indeterminaci¨®n debe limitar su oportunidad de juego, de rendimiento pol¨ªtico en la escena espa?ola. Pero su interlocutor tendr¨¢ que superar los complejos frente al nacionalismo, lo que s¨®lo es posible con un profundo conocimiento de nuestra sociedad en toda su extensi¨®n, con una profunda implantaci¨®n en sus diferentes realidades. S¨®lo as¨ª podr¨¢ ser aut¨®nomo, no depender del nacionalismo, no requerir credencial alguna, no tener que ser llevado de la mano, no estar a su merced. Sin quedar recluido, aislado en una parte de la sociedad.
Alberto L¨®pez Basaguren es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UPV.
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