Las dos d¨¦cadas antag¨®nicas del PNV
Ibarretxe culmina su recorrido soberanista cuando se cumplen diez a?os de la ruptura de la coalici¨®n entre socialistas y nacionalistas en el Gobierno
El pleno que el Parlamento vasco celebr¨® anteayer y que, gracias a un voto de EHAK, dio luz verde a la consulta soberanista que promueve el lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, ha venido a coincidir con el d¨¦cimo aniversario, que se cumple ma?ana, de la ruptura de la coalici¨®n que uni¨® desde 1988 y durante diez a?os y tres legislaturas en sucesivos gobiernos de coalici¨®n al PNV y el PSE. La fecha del 30 de junio de 1998 supone la marca de separaci¨®n entre dos d¨¦cadas de signo totalmente opuesto: la de la cooperaci¨®n entre nacionalistas y socialistas que la precedi¨® y la de la acumulaci¨®n de fuerzas nacionalistas que el PNV abri¨® entonces y lleg¨® a su climax el viernes pasado. Tambi¨¦n las diferencian la inicial unidad de los partidos contra ETA frente a la divisi¨®n que se ha vivido despu¨¦s.
El cambio de estrategia del PNV puso fin a los gobiernos s¨®lidos
El PSE, dirigido entonces por Nicol¨¢s Redondo Terreros, abandon¨® ese d¨ªa el Ejecutivo, donde ten¨ªa tres carteras, tras constatar que las conversaciones que el PNV ven¨ªa manteniendo con Batasuna desde el oto?o anterior, despu¨¦s del encarcelamiento de la Mesa Nacional de la formaci¨®n independentista, cristalizaban en colaboraci¨®n parlamentaria. Sus propios socios de gobierno les derrotaban en los plenos parlamentarios apoy¨¢ndose en los radicales. La Ley del Deporte se convirti¨® en la prueba del nueve y la votaci¨®n sobre la introducci¨®n en el Reglamento de la C¨¢mara del acatamiento a la Constituci¨®n para tomar posesi¨®n del esca?o supuso el detonante.
Las conversaciones entre el PNV y Batasuna estaban tan maduras que en menos de tres meses cristalizaron en el Pacto de Lizarra, acompa?ado de una tregua de ETA, que dio unos magn¨ªficos resultados a la izquierda abertzale en las elecciones auton¨®micas de un mes despu¨¦s y en las municipales de 1999. El PNV sali¨® perdiendo en ambas. Fue el primer aviso de que el camino emprendido ofrec¨ªa recodos oscuros, pero, a diferencia de la ruptura del PSE, el cambio en los nacionalistas no ten¨ªa nada de t¨¢ctico. Ibarretxe form¨® un Gobierno en minor¨ªa apoyado en un pacto de colaboraci¨®n parlamentaria con EH, la marca de Batasuna esos d¨ªas.
Se cerraba as¨ª una larga etapa de cooperaci¨®n, iniciada en realidad en 1985 con el pacto de legislatura que sostuvo a Jos¨¦ Antonio Ardanza tras la dimisi¨®n-cese de Carlos Garaikoetxea.
Contempladas ahora a vista de p¨¢jaro, aparecen como dos etapas n¨ªtidamente diferenciadas y de signo radicalmente opuesto. El contraste resulta m¨¢s llamativo en algunos terrenos, particularmente el de la convivencia y la tensi¨®n entre los partidos, a los que Ibarretxe no ha reunido en una mesa en estos diez a?os.
Con el cambio de estrategia del PNV se acabaron los gobiernos estables y s¨®lidamente asentados en los dos mayores grupos de la C¨¢mara. Todos los de Ibarretxe, hasta el nacido de su gesta de 2001 frente al intento mancomunado por batirle del PP de Jaime Mayor Oreja y el PSE de Nicol¨¢s Redondo Terreros, han vivido en minor¨ªa y en precario, pese a reunir en su seno a tres partidos.
La mera aprobaci¨®n de los presupuestos se convirti¨® en una trifulca anual, que, entre otras cosas, se llev¨® por delante al presidente del Parlamento, Juan Mar¨ªa Atutxa, vetado por el PSE y el PP tras romper los usos de la C¨¢mara para evitar derrotas al Gobierno y oponerse luego a la disoluci¨®n de Batasuna. S¨®lo el regreso del PSOE a La Moncloa y el camino abierto por su partido en Madrid le han dado a Ibarretxe el respiro de los acuerdos presupuestarios con el PSE.
Se puso tambi¨¦n fin a la aceptable relaci¨®n con el Gobierno central, no exenta de diferencias, que hab¨ªa facilitado m¨²ltiples transferencias desde 1985, tanto con la Administraci¨®n socialista como luego con la del PP de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. En materia de autogobierno, entre marzo de 1985 y abril de 1998 se contabilizan 45 decretos de transferencias. De entonces a hoy, s¨®lo uno: el de autopistas, acordado en la etapa de Ardanza.
Tampoco en t¨¦rminos electorales parecen haber salido ganando los nacionalistas con el cambio iniciado con el pacto de Lizarra. Del 40,1% de los votos y 30 esca?os en el Parlamento que sumaron PNV y EA en las auton¨®micas anteriores a ese acuerdo bajaron al 36,7% y 27 esca?os tras su alianza con los abertzales, que subieron exactamente esos tres puestos. Con la salvedad de las auton¨®micas de 2001, la coalici¨®n entre PNV y EA no ha hecho sino perder. En la lectura err¨®nea de aquel ¨¦xito como un respaldo propio y una reclamaci¨®n de m¨¢s nacionalismo antes que como una censura al radicalismo que exhibieron sus oponentes encuentra ahora el presidente del PNV, I?igo Urkullu, la explicaci¨®n a las p¨¦rdidas posteriores.
En el terreno dom¨¦stico, la d¨¦cada soberanista le ha costado al PNV adem¨¢s una crisis interna que se llev¨® por delante a Josu Jon Imaz y no parece cerrada.
Ambos partidos realizan interpretaciones antag¨®nicas de lo sucedido y le echan la culpa al rival. El portavoz peneuvista en el Parlamento, Joseba Egibar, considera que "los socialistas, al calor del esp¨ªritu de Ermua, decidieron que el tiempo de colaboraci¨®n con el nacionalismo hab¨ªa tocado a su fin. Abandonaron la Mesa de Ajuria Enea tras rechazar el plan Ardanza y salieron del Gobierno para iniciar una etapa de colaboraci¨®n con el PP de Mayor". Ello coincide, a?ade, con el emplazamiento del PNV a la izquierda abertzale para sentar las bases de la normalizaci¨®n. "Consecuencia de ese cruce fue Lizarra, un esquema de paz y normalizaci¨®n al que se invit¨® a todos los partidos, tambi¨¦n el socialista".
Ram¨®n Jauregui, vicelehendakari con Ardanza y actual secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, cree que fue el PNV quien hizo un "gran giro pol¨ªtico" en 1998 "pasando de la autonom¨ªa a la autodeterminaci¨®n, de la unidad contra ETA a la negociaci¨®n pol¨ªtica con ETA y de los gobiernos plurales a los de acumulaci¨®n de fuerzas nacionalistas". J¨¢uregui recuerda que, tras los comicios de 1998, su partido pudo comprobar r¨¢pidamente que el PNV ya estaba "comprometido para hacer un Gobierno en minor¨ªa que sostendr¨ªa desde fuera EH".
Ni el ex lehendakari Ardanza, ni la portavoz de su ¨²ltimo Gabinete, Mari Carmen Garmendia, ni el te¨®rico de la acumulaci¨®n de fuerzas nacionalistas, Juan Mar¨ªa Ollora, han querido hacer declaraciones a EL PA?S.
Los presupuestos como paradigma
Si los presupuestos son la ley por antonomasia de cualquier gobierno cada a?o, los del Pa¨ªs Vasco a lo largo de esta d¨¦cada suponen el paradigma de la situaci¨®n que han vivido los ejecutivos de Ibarretxe desde su toma de posesi¨®n el 2 de enero de 1999. Su Gobierno, siempre minoritario haya sumado a dos o a tres partidos, salv¨® los primeros con el voto de Euskal Herritarrok, la marca que entonces usaba Batasuna, con la que negoci¨® acuerdos por 3.300 millones de pesetas (19,8 millones de euros) cuando ETA ya hab¨ªa roto la tregua que sigui¨® al acuerdo de Lizarra. Con ellos gobern¨® el a?o 2000.
Un a?o despu¨¦s, cuando su gabinete perd¨ªa tres de cada cuatro votaciones en la C¨¢mara, Ibarretxe opt¨® por no presentar al Parlamento el proyecto de cuentas de 2001 para evitar su derrota y forzar la pr¨®rroga autom¨¢tica de los pactados con EH. Ello supuso la primera trifulca con la oposici¨®n y entre esta y el entonces presidente de la C¨¢mara, Juan Mar¨ªa Atutxa, por facilitar al Ejecutivo su actuaci¨®n. Los propios letrados de la C¨¢mara dictaminaron que el Gobierno hab¨ªa incurrido en un "incumplimiento legal" con su decisi¨®n "pol¨ªtica" de no presentar las cuentas al Legislativo.
A finales de 2001, el Gobierno s¨ª present¨® un proyecto de ley, pero, al seguir sin mayor¨ªa, Atutxa decidi¨® cambiar el modo de votaci¨®n de forma que no se votase la devoluci¨®n o aceptaci¨®n del proyecto, sino cada enmienda a la totalidad por separado. El esc¨¢ndalo deriv¨® en un bloqueo, que rompi¨® Batasuna. Dej¨® pasar con sus votos unas partidas mientras rechazaba otras, de modo que no existi¨® una ley de presupuestos completa. El Tribunal Constitucional la invalid¨® despu¨¦s por ello.
El presupuesto aprobado a finales de 2002 sali¨® adelante gracias a la triqui?uela de los grupos del Gobierno, que renunciaron a sus turnos de palabra para adelantar la votaci¨®n al observar la ausencia de Jaime Mayor Oreja. En 2003, el Gobierno result¨® derrotado y hubo pr¨®rroga. Y en 2004 volvi¨® a sacar las cuentas adelante al no admitir Atutxa el voto de la socialista Irene Novales, en una decisi¨®n tambi¨¦n declarada luego inconstitucional. La paz s¨®lo lleg¨® en 2005 con los pactos presupuestarios con los socialistas.
Balance electoral
- Tras cerrar la coalici¨®n con los socialistas, el PNV subi¨® en cuatro a?os de los 17 esca?os que obtuvo en las auton¨®micas de 1986 tras la escisi¨®n de EA (un 23,7% de los votos) a 22 parlamentarios cuatro a?os despu¨¦s (un 28,4%). En las municipales de 1991, gan¨® casi ocho puntos con respecto a las precedentes y pas¨® de 816 a 984 concejales.
- Igualmente reveladora resulta la misma comparaci¨®n entre el antes y el despu¨¦s del pacto de Lizarra, pero el resultado es el contrario: el PNV y EA bajaron del 40,1 % de los votos al 36,7% y de 30 a 27 parlamentarios entre las auton¨®micas de 1994 y las de 1998. En las municipales del a?o siguiente, ya alarmados, ambos partidos concurren en coalici¨®n en los principales consistorios y a¨²n as¨ª bajan tambi¨¦n: del 39,2% de las papeletas y una suma de 1.310 concejales que hab¨ªan logrado en 1995 al 34,6% y 1.135 ediles de ese 1999.
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