Europa: los que quieren avanzar deben hacerlo
Antes de cualquier consideraci¨®n, ?c¨®mo no indignarse con este no irland¨¦s? Se dir¨¢ que no hace m¨¢s que seguir el camino abierto por Francia y Holanda. Es cierto. Aunque Francia, una vez elegido Nicolas Sarkozy, se dedic¨® a reparar los desperfectos sacando adelante un tratado "simplificado", que se convirti¨® en Tratado de Lisboa. Hay tambi¨¦n quien dice que lo de Irlanda es la demostraci¨®n de que Europa, tal como se construye, es incomprensible, por tanto, incomprendida por los pueblos. ?stos, se afirma, no quieren saber nada de esta Europa "burocr¨¢tica" ideada por "las ¨¦lites".
Veamos. Lo primero que hay que tener en cuenta es que dentro de los componentes de un no entran tantos ingredientes discordantes que cualquier juicio definitivo ser¨ªa aventurado. Recordemos en el caso del refer¨¦ndum franc¨¦s la parte del no a Chirac dentro del no global. En Irlanda los peque?os propietarios tem¨ªan la armonizaci¨®n fiscal, el clero la secularizaci¨®n, los neutralistas la creaci¨®n de una defensa europea, etc¨¦tera. Y s¨ª, Europa, tal como es, parece una creaci¨®n opaca, lejana e incompleta, urdida a lo largo de las cumbres europeas, lejos de los pueblos. Y sin embargo...
Lleg¨® la hora de que los partidarios de seguir construyendo Europa dejen a los del 'no' en la cuneta
Es absurdo que el 'no' en una consulta europea tenga premio
Sin embargo, deber¨ªamos empezar por poner freno a este negacionismo. ?Irlanda? En Europa era el m¨¢s pobre de entre los pobres y se ha convertido en uno de los m¨¢s ricos gracias a esta "cosa" bruselense, hasta el punto de que su renta media supera a la de los ingleses. ?No es esto la prueba irrefutable de que Europa equivale a progreso? Un poco de perspectiva hist¨®rica no es da?ina. Por ejemplo, ?qui¨¦nes se alegran de este no? La Liga Norte en Italia y Vaclav Klaus en Chequia, las dos corrientes m¨¢s nacionalistas. La Liga de Bossi representa la revuelta de los peque?os y medianos empresarios ricos del norte de Italia que no quieren que sus impuestos (cuando los pagan) sirvan para corregir los desequilibrios con el sur. La Irlanda rica ya no quiere repartir. Se asemeja a la Chequia ultraliberal, para quien Europa s¨®lo debiera existir como zona de libre intercambio bajo protecci¨®n militar norteamericana. He aqu¨ª el debate europeo que habr¨¢ que abrir un d¨ªa. Ya que si ¨¦ste es el destino de la Uni¨®n, ?disolv¨¢mosla dentro de la OTAN!
En fin, ?qui¨¦n no se da cuenta de que se puede decir no impune y gratuitamente? Pase lo que pase, no hay precio o sanci¨®n. Entonces, por qu¨¦ abstenerse de decir no si las subvenciones siguen siendo las mismas y si para tranquilizar a los irlandeses hasta se les promete que podr¨¢n seguir practicando el dumping o competencia desleal en materia fiscal, con el que pueden atraer a empresas de toda Europa. A¨²n peor: para hacer volver a Irlanda al reba?o pensamos inmediatamente en concederle privilegios suplementarios. As¨ª, fomentamos aqu¨ª y all¨ª el no.
El Tratado de Lisboa no es un remedio milagroso. Permite simplemente que sea (un poco) gobernable un conjunto que en la situaci¨®n actual no lo es, sustituyendo la actual regla de la unanimidad por la de la mayor¨ªa (la de los Estados en combinaci¨®n con la de las poblaciones). Con ¨¦l, puede retomarse el camino de pol¨ªticas concretas, pero sin ocultar la actual ausencia de visi¨®n y de direcci¨®n pol¨ªtica (que es otra cosa que la mera ampliaci¨®n). La cuesti¨®n que se plantea de ahora en adelante es saber si los que quieren seguir avanzando no deben dejar a los partidarios del no con su no, es decir, en la cuneta.
En el momento en que comienza la presidencia francesa de la Uni¨®n, las consecuencias del no irland¨¦s pueden verse de dos modos. O bien constatamos que todos los esfuerzos franceses y alemanes por poner en pie el Tratado de Lisboa se han desvanecido, y la presidencia francesa se ha visto afectada por ello. O bien recordamos que Europa ha avanzado siempre superando crisis sucesivas: la soluci¨®n podr¨ªa llegar de Francia, y ¨¦sta recuperar¨ªa entonces parte del liderazgo perdido. De momento, Nicolas Sarkozy ha manifestado su deseo de que ni se dramatice ni se subestime el no irland¨¦s.
En el rechazo al dramatismo hay sin duda el deseo de que prosiga en otros pa¨ªses el proceso de ratificaci¨®n. Irlanda y sus menos de un mill¨®n de electores estar¨ªan as¨ª frente a los casi 500 millones de habitantes del resto de Europa, y sin duda no podr¨ªan aguantar demasiado tiempo sin hallar el modo de ratificar. Al servicio de este proceso, el presidente franc¨¦s ha dicho, dirigi¨¦ndose en particular a los checos, tentados de precipitarse por la brecha irlandesa: ?No hay ampliaci¨®n (hacia los pa¨ªses de los Balcanes) sin Tratado de Lisboa!
En el cap¨ªtulo de la "subestimaci¨®n" del acontecimiento nos encontramos con el credo del jefe del Estado franc¨¦s: Europa tiene que ser vista como capaz de proteger a sus ciudadanos. De ah¨ª el acento puesto en el proyecto del "pacto para la inmigraci¨®n" (decisi¨®n que electoralmente le ha servido mucho en Francia). De ah¨ª tambi¨¦n la idea de encontrar una respuesta europea al problema de la independencia energ¨¦tica en general, y del precio del petr¨®leo en particular. Aunque por ahora sin ¨¦xito, ya que Alemania se niega a fijar un tope al IVA sobre el petr¨®leo. En este punto sin duda lleva raz¨®n: Europa debe dejar de preocupar. Pero para tranquilizar, antes tiene que ser fuerte.
En realidad, la cuesti¨®n central es la siguiente: el no franc¨¦s de ayer, el no irland¨¦s de hoy y, sobre todo, las encuestas de opini¨®n (un tercio de los franceses est¨¢n satisfechos con el voto irland¨¦s, y otro tercio m¨¢s peque?o se declara "insatisfecho"), ?significan que los pueblos no quieren avanzar m¨¢s?
Pues entonces hay que tener la valent¨ªa de enfrentarse u oponerse al escepticismo de los pueblos, ya que hay circunstancias en que no se puede esperar, y ¨¦ste es el caso de la que vivimos ahora. La historia, por su parte, no espera. Y Europa tiene la necesidad de ir otra vez hacia adelante sobre cuestiones concretas (la energ¨ªa, la inmigraci¨®n, el clima y el medio ambiente, la relaci¨®n con Rusia y con EE UU, la defensa...), pero tambi¨¦n sobre una visi¨®n com¨²n del futuro.
Mientras esperamos, los europeos han elegido... esperar. Esta pol¨ªtica de esperar es de mal augurio. Llegar¨¢, pues, el momento, para aquellos pa¨ªses que quieran avanzar, de tomar decisiones entre ellos. Schengen y el euro no conciernen a toda la Uni¨®n. La Zona Euro, en s¨ª misma, constituye un espacio suficiente para quien quiera avanzar por el camino de la integraci¨®n. Los que quieran esperar, que esperen. Pero que esto no impida que los dem¨¢s se organicen. A menos que nos resignemos a la decadencia. Estaremos seguros de nuestra decadencia com¨²n el d¨ªa en que tengamos claro que renunciamos a un destino com¨²n.
Jean-Marie Colombani, periodista franc¨¦s, fue director de Le Monde. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
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