Cient¨ªficos tramposos
Un informe de EE UU admite centenares de casos de enga?o
La investigaci¨®n cient¨ªfica tiene prestigio por su exactitud y certeza, y su credibilidad reside en que los descubrimientos se demuestran con experimentos y las afirmaciones se comprueban. ?Siempre? ?Puede hacer trampas la ciencia? Tal vez, teniendo en cuenta que en el mundo hay muchos miles de cient¨ªficos, sea m¨¢s correcto preguntarse: ?Hay tramposos entre los cient¨ªficos?
La respuesta, con datos en la mano, es que s¨ª. El m¨¢s reciente estudio, hecho en EE UU sobre el ¨¢rea de biomedicina y publicado en la revista Nature, admite m¨¢s de 2.300 casos de posibles malas pr¨¢cticas cient¨ªficas cada a?o entre el colectivo de referencia (unos 155.000 investigadores de esa ¨¢rea). El informe est¨¢ hecho a partir de 2.200 entrevistas. Y las malas pr¨¢cticas van del plagio a la falsificaci¨®n, las chapuzas en el laboratorio o el descubrimiento inventado. El caso del surcoreano Hwang Woo Suk y sus falsas c¨¦lulas madre, o la controvertida apropiaci¨®n del virus del sida del franc¨¦s Luc Montagnier por parte del estadounidense ex codescubridor del VIH, Robert Gallo, son dos esc¨¢ndalos famosos.
En EE UU, el que ha enga?ado se queda sin financiaci¨®n y sin carrera
En Espa?a no hay una normativa de malas pr¨¢cticas en investigaci¨®n
Pero la comunidad cient¨ªfica es un universo peculiar y aqu¨ª las mentiras -al menos las m¨¢s gordas y significativas- salen a la luz m¨¢s pronto que tarde, y son desveladas por el mismo colectivo en que surgen. Adem¨¢s, se intenta medir cu¨¢ntas mentiras o trampas hay. Y aqu¨ª el tramposo no tiene la gracia del p¨ªcaro, sino que sufrir¨¢ el rechazo y la exclusi¨®n de la propia comunidad cient¨ªfica.
Las instituciones federales de EE UU consideran que es obligaci¨®n de los investigadores denunciar los casos de malas pr¨¢cticas y tiene organismos oficiales encargados de vigilar estos problemas -adem¨¢s de los comit¨¦s espec¨ªficos de cada instituci¨®n o universidad-, como la Oficina de Integridad de la Investigaci¨®n (ORI, de los institutos nacionales de Salud), autora del ¨²ltimo informe. Adem¨¢s, hay una normativa sancionadora: quien hace trampas corre el riesgo de que se le cierre el acceso a la financiaci¨®n federal para sus proyectos, lo que f¨¢cilmente significa el fin de la carrera cient¨ªfica.
Para que no haya dudas, la Fundaci¨®n Nacional para la Ciencia (EE UU) aplica la siguiente definici¨®n de malas pr¨¢cticas (research misconduct, en ingl¨¦s): "Mentiras, falsificaciones o plagios en la propuesta, realizaci¨®n o revisi¨®n de una investigaci¨®n, o en el informe de resultados de investigaci¨®n".
En Espa?a no existe un c¨®digo similar ni un seguimiento estad¨ªstico del problema, pero una instituci¨®n como el CSIC es consciente de la necesidad de poner manos a la obra cuanto antes. "Se va a crear una comisi¨®n de ¨¦tica cuyo primer objetivo es elaborar un c¨®digo de buenas pr¨¢cticas cient¨ªficas", dice Ju¨¢n Jos¨¦ Damborenea, vicepresidente adjunto del CSIC. Hasta ahora, las quejas deben ir a la direcci¨®n de dicho organismo y no hay estad¨ªsticas respecto a su incidencia.
La situaci¨®n es similar en el plan nacional de I+D: "Actualmente no existe una normativa de malas pr¨¢cticas, ya que el ministerio financia a los investigadores a trav¨¦s de sus instituciones, que los avalan. Por tanto, la responsable ante el ministerio es la propia entidad peticionaria", dice un portavoz del Ministerio de Ciencia e Innovaci¨®n. "Sin embargo, la Secretar¨ªa de Estado de Investigaci¨®n tiene la firme intenci¨®n de incorporar una normativa de malas pr¨¢cticas que regule la participaci¨®n competitiva de financiaci¨®n de proyectos dentro de las medidas de mejora de la gesti¨®n, la evaluaci¨®n y el seguimiento de las actividades de I+D e innovaci¨®n".
En cuanto a la UE, "no hay un control espec¨ªfico por parte de la Comisi¨®n Europea y, por tanto, no hay un conjunto de sanciones bajo un ep¨ªgrafe de malas pr¨¢cticas cient¨ªficas", informa la Comisi¨®n. "Sin embargo, se pueden aplicar sanciones en el ¨¢mbito de las investigaciones financiadas por el Programa Marco si se trata de un caso de fraude financiero o violaci¨®n de principios ¨¦ticos fundamentales". Sin estad¨ªsticas sobre malas pr¨¢cticas, la Comisi¨®n asegura que ha abordado el asunto con un grupo de expertos.
No todos los casos de fraude en investigaci¨®n tienen que ser tan famosos como el de Hwang Woo Suk, que anunci¨® en 2005 haber creado unas l¨ªneas de c¨¦lulas madre embrionarias y se hizo c¨¦lebre. Pero la gloria le dur¨® poco: unos meses despu¨¦s se descubri¨® que hab¨ªa falsificado los resultados. La revista Science que hab¨ªa publicado el hallazgo hizo una larga rectificaci¨®n y pas¨® un bochorno considerable.
M¨¢s duradero fue uno de los enga?os m¨¢s famosos de la historia de la ciencia: el Hombre de Piltdown. Era un cr¨¢neo presentado en 1912 por el brit¨¢nico Charles Dawson como eslab¨®n perdido entre el mono y el hombre, la combinaci¨®n ¨®ptima entre cr¨¢neo perfectamente humano y mand¨ªbula simiesca. El Hombre de Piltdown conserv¨® su respetabilidad cuatro d¨¦cadas, hasta que, en 1953, se descubri¨® que era un montaje de un cr¨¢neo humano actual y una mand¨ªbula de orangut¨¢n.
Seguramente ahora no se sostendr¨ªa mucho tiempo una mentira tan burda, con m¨¦todos precisos de an¨¢lisis y con centenares o miles de cient¨ªficos en cada especialidad dispuestos a comprobar con sus propios ojos cualquier hallazgo y, adem¨¢s, en un entorno muy competitivo. Uno de los caminos por el que se han descubierto algunos fraudes es la imposibilidad de repetir en otro laboratorio lo que un cient¨ªfico afirma haber logrado en el suyo. Cuando el hallazgo es importante, se suele hacer enseguida y, si las cosas no cuadran, saltan las alertas.
Saltaron, por ejemplo, con Jan Hendrik Sch?n, un f¨ªsico joven, de nanoelectr¨®nica, de los Laboratorios Bell (EE UU). ?l anunci¨® un n¨²mero llamativo de descubrimientos, pero los resultados que presentaba fueron imposibles de reproducir por otros cient¨ªficos y se constat¨® que hab¨ªa inventado o manipulado los datos en numerosas ocasiones entre 1998 y 2001. Decenas de casos menos trascendentes que ¨¦stos se producen constantemente. Puede ser un cient¨ªfico que copia los datos a otro, o que se adjudica los hallazgos del vecino sin acreditar la autor¨ªa debidamente, o que juega sucio cuando est¨¢ evaluando trabajos ajenos en procesos de adjudicaci¨®n de fondos o de plazas. A veces el fraude es tan aparentemente tonto como manipular con un programa inform¨¢tico una gr¨¢fica para resaltar los resultados deseados. Muchos, la inmensa mayor¨ªa, de los que recoge la ORI, son casos oscuros y sin importancia desde el punto de vista del avance de la ciencia. Pero har¨¢n da?o a alguien y perjudican a la investigaci¨®n en tanto que corroen los cimientos mismos de la integridad de la actividad cient¨ªfica. Como tal, afectan a muchos miles de cient¨ªficos honestos y escrupulosos de todo el mundo.
Las instituciones estadounidenses reguladoras de las malas pr¨¢cticas piden a las instituciones "una cultura de tolerancia cero tanto para quien es responsable de malas pr¨¢cticas como para quien cierra los ojos ante ellas", dice el informe del ORI.
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